Emilia Romaña frena a Salvini y da estabilidad al Gobierno de coalición
El líder de la Liga vuelve a perder un órdago importante después de su caída del Ejecutivo en verano y refuerza a una izquierda que atravesaba su peor crisis
Italia abre un nuevo escenario político tras las cruciales elecciones de Emilia Romaña del pasado domingo. La izquierda mantiene una de sus plazas más emblemáticas e inflige una dolorosa derrota a Matteo Salvini, que había convertido los comicios en un plebiscito sobre la legitimidad del Ejecutivo central. El líder de la Liga consume así una de sus bazas para recuperar el poder con el viento a favor. El Partido Democrático (PD), en plena crisis, recibe un balón de oxígeno que le permitirá reformarse con calma y exigir a su socio en Roma, el Movimiento 5 Estrellas (M5S), más peso en un Gobierno del que es accionista minoritario.
Emilia Romaña (4,5 millones de habitantes) seguirá siendo roja. El hombre del PD, Stefano Bonaccini, repetirá como presidente de la región después imponerse con el 51,4% de los votos a la candidata de la Liga, Lucia Borgonzoni, que obtuvo en el 43,7% de los sufragios pese al hiperactivo trabajo de campaña que llevó a cabo junto al líder de su partido, Matteo Salvini. Los resultados podrían considerarse buenos teniendo en cuenta las posibilidades que ofrecía a la ultraderecha una región gobernada por la izquierda desde hacía años. También si se comparan con anteriores contiendas regionales. Borgonzoni obtuvo esta vez 1.014.672 votos frente a los 1.195.742 de su rival del PD. Pero Salvini había tensado tanto la cuerda de las expectativas que cualquier resultado que no fuera una victoria —esta es la primera derrota electoral que sufre— le condena ahora a un estado de melancolía política parecido al que sufrió este verano cuando fracasó en su intento de tumbar el Gobierno desde la playa. Emilia Romaña era una oportunidad única para tomar la delantera. Ahora el exministro del Interior solo podrá esperar errores ajenos.
El líder de la Liga, que protagonizó en campaña episodios xenófobos y populistas como llamar al interfono de un vecino tunecino acusándolo de ser un narcotraficante, entendió enseguida que el plan no había funcionado. Comenzó su retirada de la contienda pocos minutos después de cerrar las urnas. “Nunca se había disputado un partido así en esta región”, señaló, dando por bueno haber llegado hasta el domingo casi empatados. Su candidata —lo era también de la coalición de derechas formada con Forza Italia y Hermanos de Italia— ha ganado en colegios como Ferrara, Rímini o Parma y aumentará notablemente sus consejeros. Pero estará en la oposición. Y la derrota, tras haberse empleado personalmente recorriendo hasta el último rincón de Emilia Romaña, está generando ya un efecto opuesto al que pretendía. Los mercados, de hecho, celebraron también el resultado con una bajada de la prima de riesgo.
La derecha, gracias a la victoria de la candidata de Forza Italia en Calabria este fin de semana, tiene ahora 13 de las 20 regiones en Italia. Pero más allá de la derrota de Salvini, las elecciones regionales más importantes que se recuerdan, dejan varios elementos de cambio. El primero es la clara victoria del PD, el partido más votado, que recupera vigor inesperadamente de la mano de su nuevo secretario general, Nicola Zingaretti. El partido socialdemócrata buscará ahora utilizar esta victoria para relanzar su proyecto a nivel nacional y otorgar estabilidad a un Gobierno artificial que a duras penas logra sacar nuevas medidas adelante. A corto plazo, pedirá también a su socio de Ejecutivo en Roma que se reformulen los equilibrios de poder en el seno del Gobierno, donde ahora el M5S llevaba la iniciativa, y que renuncie a algunas de sus propuestas políticas. “Entramos en una segunda fase del Gobierno”, advirtió Zingaretti nada más conocer los resultados.
El batacazo de M5S
La otra lectura de la contienda subrayaría el batacazo sufrido por los grillinos en estas elecciones. Simone Benini, su candidato en la tierra que vio nacer al movimiento hace 13 años, no llega al 3,5% de los apoyos (80.823 votos) y certifica la descomposición del partido que ganó las últimas elecciones generales con un 33% de apoyo. No hay red ya en una caída que amenaza incluso con liquidar a medio plazo a una formación que nació en una probeta y cuya ausencia total de la clase dirigente dificultará ahora su refundación. Tras la dimisión de Luigi Di Maio el pasado miércoles, algo insólito a tres días de unas elecciones, ni siquiera tiene ya un líder político reconocible.
La debacle de M5S, justamente, también ha beneficiado al PD en estas elecciones. Según un estudio realizado por el Instituto Cattaneo en cuatro ciudades importantes (Forlí, Ferrara, Parma, Ravenna), la mayoría del electorado grillino que ha provocado la sangría ha migrado a la candidatura que lideraba Bonaccini. Un dato muy relevante también para entender hacia dónde podría moverse este partido de fuerte carácter populista si quiere sobrevivir fuera de la ambigüedad ideológica que tan buenos resultados le había dado hasta ahora. Un proceso en el que mucho observan una posible podemización de la criatura que fundó el cómico Beppe Grillo, completamente al margen ya de la gestión diaria.
La victoria del Partido Democrático también se explica a través de un fenómeno derivado de la altísima participación, del 67% (en las anteriores elecciones, en 2014, fue del 37%). Los primeros análisis, más allá de la tensión insuflada por el propio Salvini en duelo, apuntan a la aparición del movimiento de las Sardinas como causa principal. El fenómeno, nacido en Bolonia cuando Salvini empezó a desplazarse por Emilia Romaña en precampaña electoral y formado originalmente por cuatro jóvenes, ha logrado movilizar a una serie de votantes de izquierda que se quedaron en casa en los anteriores comicios. “Muchas gracias a las Sardinas”, reconoció Nicola Zingaretti. La pelota, después de muchos meses extraviada, vuelve a estar sobre el tejado de la izquierda.
Las Sardinas se retiran unos meses del escenario político
El movimiento de las Sardinas, surgido en Bolonia al comienzo de la precampaña de los comicios de Emilia Romaña para agitar a la calle contra Salvini, considera que la misión está cumplida. El movimiento pidió dos cosas: apoyar al candidato del PD, Stefano Bonaccini, y lograr una alta participación. Ambos objetivos se han conseguido con creces. Es difícil medir el impacto que han tenido en el resultado, pero la realidad es que nadie en el espectro progresista de la política italiana había logrado sacar a tanta la gente a la calle en los últimos años (en Roma reunieron a 35.000 personas el pasado diciembre).
Las Sardinas han anunciado que se retirarán de la primera línea mediática durante unos meses hasta que celebren a mitad de marzo una suerte de congreso para fijar unas bases organizativas pensando en próximas elecciones. El movimiento rechaza transformarse por ahora en un partido político y cree que puede ser más útil como instrumento de presión en la calle. Pero el encuentro, que se celebrará en Scampia —uno de los barrios más conflictivos de Nápoles—, deberá fijar con detalle la posición.
Los cuatro fundadores colgaron un comunicado en Facebook para explicar la situación. “No nacimos para estar en un escenario, subimos [a él] porque era justo hacerlo. Pero ahora es el momento de volver a tomar contacto con la realidad y restablecer las prioridades, sobre todo personales. Si hubiésemos querido hacer carrera política ya lo habríamos hecho. En cambio, ante todo deseamos volver a ser nosotros mismos, electores y ciudadanos, parientes y amigos”.
El patrimonio social y político obtenido por las Sardinas en tan poco tiempo, sin embargo, obligará a sus fundadores a diseñar una estrategia para no dilapidarlo. Su presencia es un cuerpo extraño en la política de partidos, que todavía no sabe cómo acercarse a ellos sin salir quemado. Ni siquiera el propio Salvini ha osado buscar enfrentamientos directos. “Todo movimiento que llene las plazas de gente, bienvenido sea”, dijo con los resultados todavía calientes.
Las Sardinas son incómodas para todos. La izquierda no sabe todavía cómo acercarse a ellas sin parecer que trata de instrumentalizarlas; la derecha sufre directamente sus ataques y el Movimiento 5 Estrellas ve cómo un espacio que le pertenecía —la calle y la protesta ciudadana— ha pasado a otras manos. Esa es su mejor baza.
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