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El Papa a los kurdos: “Resistid la tentación de la venganza”

El Pontífice concluye su viaje a Irak con una misa para 10.000 personas en un estadio de Erbil donde pidió unidad y dejar atrás la sangre

Daniel Verdú
Misa del papa Francisco en un estadio de Erbil, este domingo.
Misa del papa Francisco en un estadio de Erbil, este domingo.DPA vía Europa Press (Europa Press)

La figura de la Virgen María que presidió ayer la misa multitudinaria del Papa en Erbil no tenía manos. Se las habían amputado y las tuvo que añadir luego un escultor. También la cabeza, que el Estado Islámico le cortó cuando entró en la aldea iraquí de Karamles y arrasó con todo lo que encontró, como hacía en todos los lugares donde había cristianos. El Papa quiso que estuviera ayer detrás de él durante la celebración que realizó ante 10.000 fieles en el principal estadio deportivo de Erbil (1,5 millones de habitantes), la capital del Kurdistán iraquí. La misa fue la primera al aire libre que realizaba Francisco en 15 meses. Un lugar donde también volvió a subirse a un Papamóvil para acercarse a una multitud, que como fue costumbre durante todo el día de ayer, parecía no temerle a la covid-19. “Virus. No. No problem”, decía Watyi Yussuf, una mujer de 61 años que llevaba esperando este momento todo el año.

La misa del Papa, que celebró con dos ayudantes mujeres en el escenario, concluyó su extenuante viaje de tres días por Irak, donde puso reunirse con la máxima autoridad chií, el gran ayatolá Ali Sistani, y comprobar en persona la devastación producida por el Estado Islámico en ciudades como Mosul. Este fue el primer momento, pocas horas antes de regresar al Vaticano, en el que pudo estar más próximo físicamente a la gente —el Papa ya fue vacunado contra la covid hace un mes—. “Se acerca el momento de regresar a Roma, pero Irak permanecerá siempre conmigo, en mi corazón. Les pido a todos ustedes, queridos hermanos y hermanas, que trabajen juntos en unidad por un futuro de paz y prosperidad que no discrimine ni deje atrás a nadie”, dijo.


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Erbil, sin embargo, es una ciudad kurda donde la encrucijada del campo de batalla de los conflictos de la región resulta todavía más amplia. Cientos de miles de desplazados procedentes de la Llanura de Ninive que en 2014 huyeron de la invasión de los yihadistas se refugiaron en el Kurdistán, región del norte iraquí que acoge a la mayoría de los 1,3 millones de desplazados del país. “Muchos de vosotros habéis ofrecido generosamente una ayuda concreta y solidaridad a los pobres y a los que sufren”, agradeció el Papa.

La frontera étnica y política que representa este territorio hizo que sonase a doble aviso lo que dijo el Pontífice cuando pidió “resistir a la tentación de buscar venganza, que nos hunde en una espiral de represalias sin fin”. En la primera fila se encontraba Fausti Solaca, un artista local acompañado por su hija que mostraba su inquietud por el futuro de la región. “La visita del Papa nos llena de alegría. Pero ¿qué sucederá cuando se vaya mañana? Esta zona ha sido víctima de conflictos cruzados durante décadas y me temo que no terminará tan fácilmente”, comentó. “Cuando se marche, necesitamos que no se deje de prestar atención a lo que pasa aquí”, reclamó.

Al finalizar la misa, Francisco se encontró durante un rato “largo”, según la oficina de prensa del Vaticano, con el padre de Aylan Kurdi, el niño sirio cuya muerte ahogado en un naufragio frente a la costa turca en 2015 se convirtió en un símbolo mundial. El resto de la familia (la madre y otro hermano), también kurdos, perdieron la vida en aquella tragedia. La familia procedía de Kobani, en el norte de Siria, y escapaba de esa ciudad, sitiada durante meses por el autodenominado Estado Islámico, en un intento de llegar a Europa para emigrar a Canadá, como tantos otros de esta zona.

El Vaticano explicó que, con la ayuda del traductor, el Papa pudo escuchar el dolor de Abdullah Kurdi, que vive actualmente en Erbil, por la perdida de sus seres queridos. El hombre dio las gracias al Papa por su cercanía en este asunto y el que afecta a todos los inmigrantes, una bandera de este pontificado. La zona entre Erbil y Qaraqosh alberga uno de los mayores campos de refugiados de sirios de esta zona, una población a la que también se ha referido el Papa durante todo su viaje.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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