Draghi desata la ira de sus socios en el Ejecutivo italiano

El presidente italiano censura los escarceos de Salvini con los antivacunas y pide autorización para un voto de confianza para arrinconar a 5 Estrellas en el Parlamento

El primer ministro italiano, Mario Draghi, en una rueda de prensa este jueves, en Roma.DPA vía Europa Press (Europa Press)

Mario Draghi, presidente del Consejo de Ministros de Italia, concibe la política de manera parecida a cómo diseñaba las previsiones económicas cuando era banquero. Piensa en los números, cuadra las cuentas y toma decisiones que responden a unos objetivos y unas cifras que, en este momento, le sonríen. Por eso el jueves, tras hacer sus cálculos, se permitió desatar la ira de dos de sus principales socios. El primer ministro desafió primero al Movimiento 5 Estrellas (M5S) anunciando un voto de confianza en el Parlamento para...

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Mario Draghi, presidente del Consejo de Ministros de Italia, concibe la política de manera parecida a cómo diseñaba las previsiones económicas cuando era banquero. Piensa en los números, cuadra las cuentas y toma decisiones que responden a unos objetivos y unas cifras que, en este momento, le sonríen. Por eso el jueves, tras hacer sus cálculos, se permitió desatar la ira de dos de sus principales socios. El primer ministro desafió primero al Movimiento 5 Estrellas (M5S) anunciando un voto de confianza en el Parlamento para comprobar si están o no con él en la reforma de la Justicia. Una manera de hacerles pasar por el aro o retratarles ante toda Italia. Minutos después, respondió a las declaraciones de Salvini en las que el líder de la Liga aseguraba que los jóvenes no tenían que vacunarse forzosamente: “Llamar a no vacunarse es llamar a la muerte”. Ambos partidos se revolvieron abiertamente contra Draghi. Se acabó la tregua.

En un Ejecutivo de unidad, de carácter eminentemente técnico y sin movimientos sísmicos en los últimos siete meses, la política da las primeras muestras de querer recuperar su lugar en Italia. Después de más de medio año de tranquilidad, Draghi utilizó una rueda de prensa que seguía todo el país para atacar públicamente a dos de sus principales socios de Gobierno (La Liga y el M5S) sin aparente temor a consecuencias. Lo hizo, en parte, porque el 3 de agosto comienza el semestre blanco: el periodo en el que inicia a discutirse la elección del próximo presidente de la República (el sustituto de Sergio Mattarella) y durante el cual no pueden disolverse las cámaras ni provocar una crisis de Gobierno. También porque el apoyo ciudadano y social del que goza es altísimo (en torno al 70% en los últimos sondeos). Pero, sobre todo, porque el primer ministro no ha venido a la política para hacer amigos, sino para cumplir un plan de reformas para el que apenas tiene tiempo: después de la justica y la administración pública, deberá todavía acometer la del fisco y la de la competencia.

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El voto de confianza con el que ha amenazado al Movimiento 5 Estrellas para medir las fuerzas que tiene el Parlamento ha sido visto por los grillinos como una provocación. “Responderemos”, adelantaban ya la noche del jueves fuentes del partido. La formación que lidera el ex primer ministro Giuseppe Conte había pedido hacer modificaciones en la reforma judicial que ha diseñado la ministra Marta Cartabia y que fue ya aprobada en el Consejo de Ministros. Draghi acepta pequeñas correcciones, asegura, pero los tiempos exigidos por la Unión Europea en el marco del fondo de recuperación son cortos y el primer ministro anunció que no permitiría retrasos con retoques importantes: si 5 Estrellas no está de acuerdo, que vote en contra en la moción de confianza, vino a decir.

Los grilinos interpretaron la jugada como una declaración de guerra y el viernes por la mañana, por boca de la titular de Juventud, Fabiana Dadone, anunciaron que estudian retirar a sus cuatro ministros del Ejecutivo si no se atiende a sus peticiones para modificar la reforma de la justicia, algo que provocaría una nueva crisis de Gobierno. El anuncio no parece muy sólido, pero las amenazas llegan desde varios flancos.

Draghi, la misma noche del jueves, cargó contra Salvini y sus escarceos con el movimiento antivacunas. El líder de la Liga se había opuesto en los últimos días a la implantación de un certificado verde obligatorio para actividades como entrar en los restaurantes, museos o gimnasios. Además, se mostró conciliador con la idea de que los jóvenes no deban vacunarse obligatoriamente y pidió la reapertura de las discotecas.

Draghi censuró sus palabras, impuso el certificado y mantuvo las salas de fiestas nocturnas cerradas. Fuentes de la Liga aseguraron estar “estupefactos” por las palabras del primer ministro. Al día siguiente se convocó una manifestación para protestar contra el certificado verde el próximo sábado en toda Italia a la que la Liga no dijo que fuese a ir.

La situación roza el absurdo político. Porque la Liga y el M5S son socios mayoritarios del Ejecutivo y han participado en todas las decisiones en el Consejo de Ministros, pero ahora mismo tienen problemas con las dos principales que ha tomado su propio Gobierno en las últimas semanas: la reforma de la justicia y el certificado verde. El desajuste debe analizarse en un contexto político en el que, después de seis meses de insólita unidad y ningún amago de ruptura, todos los partidos tienen volver a marcar un perfil propio para recuperar el apoyo de su electorado antes de las elecciones administrativas que se celebrarán en otoño.

La Liga, acosada por la subida en las encuestas por su socio y también rival, Hermanos de Italia (algunos sondeos ya señalan un empate en cabeza), trata de exagerar ahora sus batallas. Y el M5S, que acaba de resolver sus problemas internos y se dispone a coronar a Giuseppe Conte como su nuevo líder, tiene que buscar argumentos para echar un pulso al primer ministro y demostrar a sus votantes que el viejo partido anticasta todavía conserva el pundonor que le llevó a ganar las pasadas elecciones (marzo de 2018) con el 33% de los votos. El único problema es que Draghi no se muestra dispuesto al politiqueo ni a las estrategias electorales. Y los números le siguen diciendo que siga avanzando con su plan sin preocuparse de las amenazas.

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