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Carlos Alvarado: “El populismo erosiona la democracia hasta que la elimina”

El actual mandatario costarricense sostiene que la guerra de Ucrania tendrá efectos desestabilizadores en América Latina

Cecilia Ballesteros
presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado Quesada
El presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado Quesada, durante la entrevista celebrada el martes en Casa América, en Madrid.Samuel Sánchez

El presidente Carlos Alvarado (San José, 42 años), del Partido Acción Ciudadana (centro izquierda), el mandatario más joven en llegar al poder en la historia de Costa Rica, ha venido a Europa en una gira de despedida tras cuatro años de mandato. En España se ha reunido con el presidente Pedro Sánchez y el Rey antes de viajar a Francia. “Durante los últimos cuatro años hemos tenido una relación muy cercana con España, particularmente con Sánchez, que visitó dos veces Costa Rica. La inversión entre ambos países ha crecido en muchos sectores como la agroindustria y las infraestructuras”, asegura Alvarado, que teme que los efectos de la guerra de Ucrania en forma de un fuerte incremento del precio de los combustibles y de los fertilizantes, desestabilicen Centroamérica y den nuevas alas al populismo. “La democracia no sólo se gana con los votos, también desaparece con los votos”, afirma en una entrevista celebrada el martes en Casa de América en Madrid. Costa Rica afronta este domingo unas elecciones presidenciales muy polarizadas y debe elegir en segunda vuelta entre el regreso al pasado con el expresidente José María Figueres, del histórico Partido de Liberación Nacional, o apostar por el exministro de Hacienda de Alvarado y candidato antiestablishment, Rodrigo Chaves, del recién creado Partido Progreso Social Democrático, que ha sido comparado con Trump y Bolsonaro y del que se han revelado conductas sexuales inapropiadas .

Pregunta. Su mandato finaliza el próximo 8 de mayo, Costa Rica atraviesa una situación económica y política difícil. ¿Se ha acabado el milagro costarricense?

Respuesta. En los últimos cuatro años, el país logró ingresar en la OCDE, es el cuarto de América Latina que lo consigue y el único de Centroamérica. También desde finales de 2021 ha mejorado sus calificaciones en todas las agencias de riesgo pasando de B negativa a una perspectiva estable. El viernes pasado Costa Rica cumplió con el segundo tramo de su acuerdo con el FMI derivado de la pandemia, lo que garantiza nuestra estabilidad económica. En 2021, cerramos con un crecimiento del 7,6%, lo que significa que no solo se ha recuperado, sino que ha superado la caída causada por la crisis sanitaria. Tuvimos las exportaciones más altas de los últimos 14 años y también por primera vez desde 2008 un leve superávit primario de las finanzas públicas. No digo que todo haya sido de color de rosa, pero los indicadores macroeconómicos tienen una robustez, aunque no sin retos. El desempleo sigue siendo alto, del 13%, y tenemos los desafíos que tiene toda la región: el populismo, la polarización política, la insatisfacción ciudadana con la democracia…

P. Pese a que Costa Rica es uno de los países más felices del mundo, según el Informe Mundial de la Felicidad 2022, elaborado por universidades estadounidenses y Gallup.

R. El más feliz de América Latina. Pero todo el mundo occidental tiene la sensación de que la democracia no está dando resultados y existe esa tentación hacia las autocracias donde pocas personas o una sola tienen un poder más fuerte que logra resolver los problemas. La experiencia ha demostrado que eso es una ficción y lo estamos viendo. Ahí donde la autocracia se manifiesta, llámese la guerra en Ucrania o Nicaragua, las personas sufren, la oposición es encarcelada y la prensa censurada.

P. ¿Cómo ve la cita del domingo? El ex presidente Figueres ganó en la primera vuelta del 6 de febrero, pero los últimos sondeos dan como ganador a Chaves que se ha convertido en uno de sus críticos más acérrimos.

R. Hay dos ventajas en Costa Rica. Una, que no hay reelección directa y dos, que hay una prohibición expresa de que el presidente se pronuncie sobre estos asuntos. Lo que sí puedo es llamar a los ciudadanos a votar y defender los principios que creo que son los correctos para el país, es decir, la sostenibilidad ambiental, la defensa de los derechos humanos y de la igualdad de género. Después del 3 de abril, podré hablar con mucho gusto, y después del 8 de mayo, con mucha facilidad.

P. Unos 150.000 nicaragüenses se han refugiado en Costa Rica en los últimos meses. De quien sí puede hablar es de Daniel Ortega para quien ha tenido palabras muy duras… ¿Cómo ve la situación de Centroamérica en la que Costa Rica es una especie de oasis?

R. Hay más de 100.000 refugiados y medio millón de nicaragüenses en el país. En Nicaragua, lo que estamos viendo es la pérdida de la democracia y en general en la región se está viviendo la tensión de la polarización y del populismo, que es el mecanismo por el cual la autocracia va erosionando la democracia hasta que la elimina. El discurso populista con soluciones fáciles y populares al oído gana adeptos. La democracia no solo se gana con votos, también desaparece con votos. Ese es uno de los grandes riesgos y el caldo de cultivo de eso es la desigualdad, la insatisfacción ciudadana, la violencia, la pérdida de confianza en las instituciones. Los verdaderos demócratas tenemos que luchar para que la democracia funcione para la gente y hay un reto ahora mucho mayor. La guerra de Ucrania no solo va a generar inestabilidad en Europa, también en América Latina por los precios de los combustibles y de los insumos agrícolas como los fertilizantes. Si se vuelve imposible la producción agrícola en América Latina por costes impagables, tendrá un gran impacto en el desempleo, en las migraciones y en la insatisfacción ciudadana.

P. ¿Sienten ya esos efectos?

R. Correcto. En los precios de los combustibles, aunque la matriz eléctrica es en un 99% limpia y renovable, nuestro transporte, aunque está en un proceso de transición eléctrica, sigue dependiendo de los combustibles fósiles, igual que nuestra agricultura depende de muchos insumos importados. También esa es la realidad mayoritaria en América Latina y nuestras economías no tienen los márgenes fiscales para subsidiar de una manera prolongada esos impactos. Sería deseable llegar a una paz cuanto antes.

P. Hubo manifestaciones y huelgas en Costa Rica por las medidas fiscales durante su mandato, con ciertas semejanzas con Chile, otro de los países que era un modelo en América Latina.

R. Tuvimos que llevar a cabo una serie de reformas fiscales para proteger el Estado social de derecho, para hacerlo sostenible en materia de educación y de salud y se requerían reformas, algunas fueron contestadas, pero finalmente logramos sacarlas adelante. A veces se entra en el debate de que las reformas son neoliberales o de derechas y que la irresponsabilidad en el gasto es un monopolio de la izquierda. Las reformas para generar eficiencia y buenos servicios sociales y solidarios son algo que el progresismo tiene que hacer. No es erradicar servicios o privatizarlos, pero tampoco gastar de forma ineficiente e irresponsablemente. Lo que yo he intentado es prolongar la vida del Estado social de derecho en Costa Rica. El país estuvo cerca del default (suspensión de pagos) y lo sacamos de ahí.

P. ¿Cómo afronta un posible proceso por el llamado caso UPAD, la creación de una oficina presidencial de análisis de datos por la que se le acusa de espiar a los ciudadanos?

R. Unos lo llaman espionaje, pero se llama ciencia de datos, que no tiene nada que ver con información confidencial de la gente. Eso nunca estuvo en el ánimo del Gobierno, pero estamos en un momento en que el manejo de la información agregada permite hacer mejores políticas públicas y eso no solo lo hace el Gobierno de Costa Rica, sino el resto de democracias y sin violar la confidencialidad de nadie. Creo que fue una forma de atacar al Gobierno en su momento. Duermo muy tranquilo. No espié a ninguna persona, ni me robé un colón.

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Sobre la firma

Cecilia Ballesteros
Redactora de Internacional. Antes, en la delegación de EL PAÍS América en México y miembro fundador de EL PAÍS Brasil en São Paulo. Redactora jefa de FOREIGN POLICY España, he trabajado en AFP en París y en los diarios El Sol y El Mundo. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense. Autora de “Queremos saber qué pasó con el periodismo”.

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