La matanza de Bucha eleva la presión sobre la UE para aplicar sanciones contra la energía rusa
Alemania y Austria descartan de momento que las nuevas represalias, que se evaluarán esta semana, afecten al sector del gas
Las terribles imágenes que emergieron el fin de semana de Ucrania como pesadillas sacadas de algún anillo próximo al infierno han marcado un punto de inflexión en Bruselas. La Comisión Europea, que lleva semanas calibrando el siguiente paquete sancionador contra Rusia, tenía previsto presentar estos días una quinta ronda centrada en afinar y cerrar los agujeros de las cuatro anteriores. La visión de esta matanza perpetrada supuestamente por los ejércitos rusos en Bucha y otras localidades de los alrededores de Kiev, eleva hasta nuevas cotas la presión para que Bruselas endurezca el golpe y meta entre los zarpazos contra el Kremlin el sector ruso de la energía. Es uno de los grandes tabúes, siempre postergado hasta ahora, y al que se resisten varias capitales, entre ellas Berlín. Con las imágenes aún calientes en la memoria, los gobiernos tienen previsto evaluar el paquete esta misma semana.
Un buen puñado de socios comunitarios, con los países bálticos al frente, han comenzado a elevar el tono para reclamar que se dé el paso y se cierre el grifo al gas, el petróleo y el carbón rusos, los combustibles con los que la UE transfiere a diario cerca de 700 millones de euros a las arcas del régimen de Vladímir Putin.
“La presión está aumentando y esperamos que el paquete de sanciones se refuerce, especialmente después de Bucha”, explica una fuente diplomática, que cree que el Ejecutivo comunitario podría tener lista su nueva propuesta este martes, que después debería ser revisada por los embajadores europeos y aprobada por el Consejo de la UE (el órgano que representa a los Veintisiete). Otras dos fuentes diplomáticas hablan de esta misma “presión” para incluir el sector energético. Pero reconocen que la oposición de Alemania y Austria a desenchufarse del gas ruso sigue siendo muy fuerte.
Los testimonios gráficos que emergen de Ucrania, en cualquier caso, han acelerado el pulso sancionador de Bruselas después de que algunos países denunciaran cómo los Veintisiete se habían dejado arrastrar por cierta “fatiga sancionadora”. Arrancó el lunes en la capital comunitaria con el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, reclamando subir la velocidad, al asegurar que la UE se ponía a trabajar ”con carácter de urgencia” en nuevas represalias contra el Kremlin como respuesta a “las informaciones sobre las atrocidades cometidas por las Fuerzas Armadas rusas”.
Al otro lado del Atlántico, el presidente estadounidense, Joe Biden, recalcó que Washington también tiene previsto aprobar “nuevas sanciones”. La semana pasada Bruselas recibió la visita de Adewale Adeyemo, vicesecretario estadounidense del Tesoro, lo que hace prever un golpe coordinado desde ambas orillas.
Borrell ya jugó un papel clave en las anteriores rondas, cuando tocó negociar medidas altamente volátiles y divisivas, como incluir a Putin y su ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, en la lista negra de la UE o desconectar a varios bancos rusos del sistema SWIFT de comunicación entre instituciones financieras. Su protagonismo puede también resultar esencial en esta próxima ronda en la que la UE se enfrenta a una nueva pregunta existencial y envuelta en contradicciones: ¿cerrar o no el grifo energético que fluye desde Rusia, calienta los hogares europeos y hace circular los coches de sus ciudadanos?
“Ninguna medida está descartada”, respondió el lunes a la cuestión el comisario europeo de Economía, Paolo Gentiloni, al ser interrogado sobre la posibilidad de que un nuevo paquete de sanciones ataque las importaciones de petróleo ruso. “Esto es ahora más cierto que nunca”, añadió en una comparecencia previa a la cita del Eurogrupo en Luxemburgo. “Estamos todos conmocionados por lo que hemos visto, los crímenes de guerra”.
El fin de semana, la Comisión, que es quien ha de proponer el nuevo paquete de sanciones a los Veintisiete, estuvo tomando la temperatura sancionadora de distintas capitales, indica una fuente diplomática. Y pudo constatar que sigue existiendo esa resistencia a cortar el flujo energético en Berlín y Viena. “Alemania y Austria aún no están listas. Pero la presión está aumentando”, explica esta fuente. Hungría, añade, también se encuentra en el bloque de quienes se niegan a cortar las importaciones de gas. Y es previsible que con un Viktor Orbán pletórico, tras su victoria electoral del domingo, Budapest siga manteniendo la línea defendida hasta ahora, de evitar ir más allá en las sanciones para no agrandar el agujero económico de la UE.
Desde Luxemburgo, los ministros de finanzas de Alemania y Austria volvieron a expresar sus reservas a ir un paso más allá de forma inmediata. “Hemos de poner más presión sobre Putin y aislar a Rusia, tenemos que cortar todas las relaciones económicas con Rusia, pero por el momento no es posible cortar el suministro de gas”, dijo el alemán, Christian Lindner. “Necesitamos un tiempo y por eso tenemos que diferenciar entre el petróleo, el carbón y el gas por el momento”. Una de las opciones que se han sopesado es no atacar todos los sectores a la vez, sino ir a por el petróleo o el gas en un primer golpe, materias primas más fácilmente sustituibles para el bloque comunitario. Al ser interrogado por esta vía, el alemán replicó: “No especulemos”. Apenas unas horas después de sus palabras, Berlín decretaba la toma de control de la filial alemana de la empresa rusa Gazprom para garantizar el suministro de gas.
Alemania estima que una desconexión tan brutal aún necesita su tiempo: lo lógico sería comenzar por el carbón a mediados de este año, seguir con el petróleo y rematar con el gas a finales. Pero considera también que hay otros países que se resisten a tocar estas importaciones, como Eslovaquia, Hungría y Bulgaria.
La UE necesita importar el 90% del gas que consume, del que Rusia proporciona más del 40%, según datos de la Comisión. Además, el 27% de las importaciones de petróleo y el 46% de las de carbón también proceden del gigante euroasiático.
“Las sanciones no deben afectar más a uno mismo de lo que afectan al sancionado”, expresó el ministro de finanzas austriaco, Magnus Brunner, al ser interrogado por la misma cuestión. “Por eso, junto con Alemania, somos muy cautelosos respecto a un embargo de gas, porque tememos que las consecuencias para nosotros sean mayores que para Rusia”, añadió, aunque no se cerró a tomar otras medidas. “Solo soy un poco cauto con el gas”, ha subrayó. “Solo el sector del gas”.
El presidente francés, Emmanuel Macron, cuyo país ejerce este semestre la presidencia europea y al que por tanto corresponde guiar los debates entre los Veintisiete, acotó también el campo de los posibles combustibles, marcando un posible territorio de consenso. “Lo ocurrido en Bucha requiere un nuevo conjunto de sanciones y medidas muy claras”, explicó en una entrevista en France Inter. “Así que vamos a coordinarnos con nuestros socios europeos, en particular con Alemania”, dijo, para incluir en los “próximos días”, medidas sobre “el carbón y el petróleo”.
Bruselas da apoyo a la fiscalía ucrania para esclarecer los hechos
“Las desgarradoras imágenes no pueden quedar ni quedarán sin respuesta”, aseguró el lunes la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, después de hablar a mediodía con el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, sobre los “espantosos asesinatos” descubiertos en Bucha y otras ciudades recién abandonadas por las tropas rusas.
Von der Leyen se comprometió a estrechar la cooperación con Kiev para esclarecer los hechos y anunció la creación de un equipo conjunto para recoger pruebas sobre el terreno e investigar posibles crímenes de guerra y dar apoyo a la fiscalía de Ucrania, movilizando incluso a las agencias de justicia y policiales de la UE, Eurojust y Europol. “Este enfoque coordinado de las autoridades ucranias, la UE, sus Estados miembros y organismos, y la Corte Penal Internacional permitirá recoger, analizar y procesar las pruebas de la manera más completa y eficaz posible”, explicó Von der Leyen en un comunicado.
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