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Un militar ucranio: “La ofensiva rusa consiste en enviar más y más soldados a morir”

El Kremlin inicia la campaña para rodear las posiciones ucranias en la provincia de Donetsk con una cruenta batalla para conquistar el pueblo de Vuhledar. Kiev calcula que en un año de guerra han muerto unos 140.000 militares rusos

Un tanque T-64 de la 1ª Brigada Blindada ucrania, oculto cerca del frente de Velika Novosilka. Foto: CRISTIAN SEGURA | Vídeo: EPV
Cristian Segura
Kostiantinopil -

Velika Novosilka es el lugar idóneo para acercarse a Dios. Yuri, militar ucranio de 39 años, nombre en código Sneg, asegura que rezó por primera vez en su vida en este pueblo del este de Ucrania asediado por las tropas rusas. Está convencido de que aquello le salvó de morir. “Caí al suelo bajo el fuego enemigo. Acurrucado, miraba al cielo y empecé a rezar”, afirma desde su nuevo destino de servicio, un puesto de control de carretera en el frente sur de la provincia de Donetsk, donde se están librando los combates más intensos de la guerra: “Aquel obús impactó delante de mí y no explotó. ¿Es o no es un milagro?”.

Yuri ha decorado la cabina de madera donde se resguardan del frío los soldados de su puesto de control: lo ha hecho con estampitas católicas, protestantes y ortodoxas, también con una figurita de yeso de la Virgen María: “Da igual si son budistas, musulmanes o cristianos, todos creen en el mismo Dios, en el que me salvó”. Lo que sucede en Velika Novosilka, y sobre todo en su pueblo vecino, Vuhledar, es terrorífico, dice Yuri. Valeri Zaluzhni, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas ucranias, afirmó el pasado fin de semana que los combates más cruentos de la guerra se están librando en esta zona y en Marinka, 30 kilómetros más al este, también en Donetsk.

La ofensiva sobre Vuhledar está a la par en intensidad con la de Bajmut, indica el Alto Mando ucranio. Tanto este municipio como Vuhledar y Velika Novosilka están cerrados a los civiles, también a los periodistas —oficialmente por el riesgo que corren sus vidas ante los combates urbanos—. Hace 10 días que se recrudeció la ofensiva rusa para rodear las posiciones ucranias en Donetsk. Los servicios de inteligencia ucranios y de la OTAN esperan que en los próximos días dé inicio además otra ofensiva del invasor, desde la provincia de Lugansk, para intentar hacerse con el control de toda la región de Donbás.

Cada intento ruso para avanzar en el sector de Vuhledar ha acabado con decenas de cuerpos sin vida y blindados destruidos bajo la artillería de precisión ucrania, situada a más de 15 kilómetros, y las emboscadas de la infantería. Cada metro que avanza el invasor en la provincia de Donetsk, lo consigue con un elevado número de muertos entre sus filas. “La única táctica que sigue Rusia es enviar olas de infantería a morir, no hay más”, dice Igor, nombre en clave Lishey, comandante de un escuadrón de tres tanques de la 1ª Brigada Blindada ucrania. Lishey tiene 28 años y afirma que ni siquiera las estadísticas de muertes rusas que aporta el Estado Mayor ucranio se acercan a la realidad. Según Kiev, más de 140.000 soldados rusos han muerto desde el inicio de la invasión, en febrero de 2022.

Hay estimaciones de aliados de la OTAN más moderadas: el jefe del Estado Mayor noruego, Eirik Kristoffersen, afirmó a finales de enero que las bajas rusas —incluidos heridos y desaparecidos— eran de 180.000, frente a las 100.000 de Ucrania. El porcentaje de muertos respecto al total de bajas oscila entre un 10% y un 33%, según los principales estudios académicos en la materia, dependiendo de la capacidad de reacción médica y de evacuación en el campo de batalla. Sin embargo, el Ministerio de Defensa del Reino Unido, en su parte sobre la guerra de Ucrania del 12 de febrero, escribía que las cifras del Estado Mayor ucranio son “posiblemente precisas”, es decir, que con la batalla de Bajmut y la de Vuhledar en marcha, Rusia tendría más de 800 bajas diarias, cuatro veces más que el pasado verano. Según datos de los servicios secretos alemanes filtrados al semanario Der Spiegel el 20 de enero, las bajas ucranias se habrían duplicado.

“No hay táctica, solo carne de cañón”

“Los muertos rusos no se pueden ni contar, quedan allí en el campo de batalla sin que nadie los recoja, son demasiados”, explica Lishey: “Sus soldados no tienen ninguna formación, su avance es propio de la II Guerra Mundial, no hay táctica, nada, solo carne de cañón”.

Las palabras de este comandante casan con los informes de los servicios de inteligencia ucranios, británicos, pero también de otros centros de análisis militares, tanto rusos como estadounidenses, sobre la ofensiva de Moscú en Vuhledar. El estadounidense Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW, por sus siglas en inglés) calificó el pasado lunes de “catastrófica” la práctica total eliminación de la 155º Brigada de Infantería Naval, una de las brigadas sobre el papel más competentes del ejército ruso. El Ministerio de Defensa ucranio ha asegurado que fue destruida casi por completo, es decir, con unos 150 blindados y cerca de 5.000 hombres. El ISW da veracidad a la información, citando fuentes rusas que indican que hasta un 90% de los pelotones de la 155º Brigada estaban formados por reclutas indebidamente preparados.

The Grey Zone, un canal militar ruso de Telegram de la compañía de mercenarios Wagner, aseguraba el pasado 13 de febrero que es difícil imaginar lo mal que se ha hecho el avance del ejército ruso en Vuhledar: “Nuestras tropas no han contado con suficiente información de inteligencia, ni suficiente apoyo de la artillería ante la más precisa artillería ucrania”.

Soldados de la 1ª Brigada Blindada ucrania, el 15 de febrero, en las proximidades de Vuhledar.
Soldados de la 1ª Brigada Blindada ucrania, el 15 de febrero, en las proximidades de Vuhledar.Cristian Segura

La región donde se está librando la batalla de Vuhledar es una llanura de campos agrícolas y minas de carbón, con pocas masas forestales, un espacio idóneo para una ofensiva con carros de combate, según los expertos consultados por EL PAÍS. Pero las suaves colinas que rompen la monotonía del paisaje también son perfectas posiciones para detener una ofensiva militar. No hay nada en el horizonte que pase desapercibido a kilómetros de distancia. A escasos kilómetros de Velika Novosilka, desde una colina, este diario pudo observar las maniobras de un batallón mecanizado en formación para hacer frente a una posible avanzadilla rusa: los soldados ucranios, armados con fusiles y cohetes antitanque, se disponían para dominar los flancos del enemigo, apoyados por el fuego de los obuses.

Rusia en la radio

La mayoría de las emisoras que se sintonizan en la localidad de Kostiantinopil son rusas. Son frecuencias de radio que emiten desde la ciudad de Donetsk, a 30 kilómetros, capital de provincia tomada por los separatistas prorrusos en 2014 y anexionada unilateralmente por el Kremlin en 2022. La proximidad del enemigo en este pueblo fundado en siglo XVIII por griegos de Crimea se intuye por las ondas y por el movimiento rápido de los todoterrenos que transportan a soldados ucranios.

Vuhledar se encuentra a tan solo 25 kilómetros. En un colmado de Kostiantinopil cargan víveres los soldados de la 68º Brigada Separada de Cazadores, destacamento que fue clave en la derrota de la 155º Brigada de Infantería Naval rusa. Anatoli y Ilya son dos militares con casi un año de combate en Donetsk a sus espaldas. Su manera de hablar, pausada, su mirada y su uniforme de combate confirman su experiencia. Mick Ryan es un mayor general australiano y unos de los analistas sobre Ucrania más citados. Ryan aventuró el pasado martes en sus redes sociales que Rusia posiblemente solo había lanzado hasta ahora ataques de reconocimiento en la zona de Vuhledar, para sopesar la fuerza de defensa ucrania. Anatoli lo niega: “La ofensiva enemiga ha empezado, hemos frenado ya tres grandes oleadas este febrero”. Los rangers de la 68º Brigada de Cazadores creen que esta será la estrategia que afrontarán en los próximos meses: “Los rusos tienen a más gente, nada más, continuarán enviándolos al matadero porque Vladímir Putin ha dicho que quiere conquistar Donbás entero para la primavera”.

“La ofensiva rusa consiste en enviar más y más soldados a morir, pero siempre continúan viniendo”, corrobora Yaroslav Chepurnoi, portavoz de la 79ª Brigada Aerotransportada de Asalto. Sus tropas están situadas en el eje de defensa de Kostiantinivka y Marinka. Chepurnoi afirma que antes del pasado noviembre, las incursiones rusas eran por lo general con columnas de entre 10 y 20 soldados, pero ahora estos ataques son con 40 hombres de infantería. Chepurnoi alerta ante el riesgo de infravalorar al enemigo: “Hasta ahora llegaban olas de tropas sin seguir táctica alguna que liquidábamos con facilidad. Pero están aprendiendo de nuestros errores, nos prueban para estudiar nuestras debilidades”.

La 79ª Brigada de Asalto ha detectado cambios en la manera de combatir rusa, según Chepurnoi. El primero es que utilizan mejor el apoyo de drones de reconocimiento y drones bomba Lancet contra la artillería; el segundo cambio es que los rusos están gastando menos artillería, y la concentran sobre todo para el avance de su infantería. “Según a qué unidad pertenencen y su origen combaten mejor o peor, pero todos los rusos, aunque solo queden tres hombres rodeados por los nuestros, luchan hasta el final”, dice el portavoz de la 79ª Brigada. Otras fuentes militares ucranias indican a este diario que en este frente ninguno de los dos bandos prioriza hacer soldados prisioneros, aunque sí oficiales.

En la 1ª Brigada Blindada también han detectado que el invasor dispara menos artillería, según explica un comandante del 231º Batallón de Apoyo de Fuego que prefiere hablar desde el anonimato. Este soldado, estacionado en la región de Vuhledar desde el pasado mayo, cree que se debe a que la ofensiva rusa está más extendida geográficamente y que, posiblemente, el enemigo ha asumido que un consumo de proyectiles tan elevado y poco eficiente es insostenible.

Pero si la actual ofensiva rusa es a costa de enormes sacrificios, también lo sería un contraataque ucranio. Las defensas del invasor se han fortificado en el frente sur, sobre todo en el de Zaporiyia, el que limita con Donetsk y protege la costa conquistada del mar de Azov. Los militares consultados para este reportaje coinciden en que para revertir la situación, las Fuerzas Armadas ucranias necesitan mucho más apoyo del exterior: más artillería de precisión y de larga distancia —sobre todo los cañones de 155 milímetros de la OTAN—, armas antidrones, drones bomba y sobre todo, tanques.

“Mi tanque tiene más de 50 años, me dobla en edad”, dice Lishey frente a su blindado, un T-64 soviético. Las orugas están visiblemente gastadas y este comandante revela que el cañón se ha encasquillado hasta en cinco ocasiones y ha tenido que abandonar el frente durante acciones de defensa. Lishey afirma que solo su escuadra hizo retroceder a cuatro pelotones rusos en primavera en Chernihiv —al norte de Ucrania—. Cuando pueda combatir con los tanques Leopard alemanes y su mejor precisión de tiro, dice, está convencido de que la situación en el frente dará un giro.

Está previsto que los tanques pesados occidentales estén listos para el combate en las primeras semanas de la primavera, justo cuando Rusia quiere izar su bandera en Bajmut y Vuhledar.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario 'Avui' en Berlín y en Pekín. Desde 2022 cubre la guerra en Ucrania como enviado especial. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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