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Netanyahu se enreda en su propia reforma judicial

El primer ministro israelí intenta pilotar la controvertida propuesta con un ojo en las manifestaciones, la Casa Blanca y los malos sondeos, y otro en el ala dura de su coalición de gobierno

Manifestación contra la reforma judicial, este sábado en Tel Aviv.
Manifestación contra la reforma judicial, este sábado en Tel Aviv.OREN ALON (REUTERS)
Antonio Pita

Una viñeta ilustraba la pasada semana el momento que atraviesa el proyecto presentado el pasado enero por el Gobierno israelí para debilitar los contrapesos judiciales al poder ejecutivo. En la ilustración, del diario Haaretz, el primer ministro, Benjamín Netanyahu, aparece tumbado en la cama. A través de la ventana, se vislumbra a una muchedumbre con banderas de Israel y una pancarta con la palabra “Vergüenza”. Simboliza las decenas de miles de personas que han salido a las calles durante 24 semanas consecutivas para frenar una iniciativa que ha dividido socialmente al país y encendido señales de alarma en la economía, en la mayor movilización social de los 75 años de historia del país.

Frente a la cama, está el principal artífice de la reforma, el ministro de Justicia, Yariv Levin, que sueña desde hace años con cambiar el sistema de elección de jueces del Supremo y amenaza con dimitir desde hace semanas, al considerar que Netanyahu solo trata de ganar tiempo hasta que el proyecto quede enterrado sin réquiem. En la viñeta, Levin le pregunta: “¿Elegiste?”. Este responde: “Aún me quedan 15 minutitos”.

Netanyahu lleva pidiendo “15 minutitos” desde marzo. Fue entonces cuando ―cercado por las protestas, las presiones diplomáticas y el riesgo de deterioro económico― anunció el aplazamiento de la iniciativa para pactar antes de julio con la oposición un texto de consenso, bajo los auspicios del presidente, Isaac Herzog. Las protestas han continuado y siguen concentrando a unas 100.000 personas, pero ya no son tan multitudinarias. Sirven sobre todo para mantener el pulso y al sector más radical de los manifestantes ―que capitanea el ex primer ministro Ehud Barak― para forzar la ruptura del diálogo, al considerarlo una farsa que da oxígeno al primer ministro.

El Netanyahu más débil de las últimas tres décadas hace desde entonces malabarismos. Trata, con una mano, de mantener en pie la coalición y, con la otra, de preservar la paz social y quizás, por fin, recibir la invitación a la Casa Blanca del presidente de Estados Unidos, Joe Biden.

“Para él, el tema principal es el coste político”, asegura por teléfono Avraham Diskin, profesor emérito de Ciencias Políticas en la Universidad Hebrea de Jerusalén e integrante de Kohelet, el centro de análisis detrás de la reforma. “No es su principal prioridad y ha visto la polarización que genera, así que está siendo muy cauto, y valorando lo positivo y negativo. En principio la apoya, pero es una cuestión de prioridades”, añade.

La viñeta se convirtió en realidad el pasado miércoles, en una de las sesiones más raras que ha vivido el Parlamento nacional. La Kneset tenía que escoger dos diputados para el comité que nombra a los magistrados del Supremo. Era una de esas votaciones que en otras circunstancias habría pasado desapercibida, pero el contexto la transformó en un termómetro del equilibrio de fuerzas. Normalmente, Gobierno y oposición pactan escoger uno cada uno, pero el ala dura en pro de la reforma ―la ultraderecha, Levin y otros diputados del partido de Netanyahu, el Likud― insistían en que el Ejecutivo decidiese los dos, como anticipo de la reforma del comité.

En los días previos, Netanyahu garantizó a la oposición que respetaría el reparto habitual, para que no descarrilasen las negociaciones ni ardiesen las calles, pero se topó con una rebelión interna. El mismo día de la votación intentó, a su más puro estilo, nadar y guardar la ropa: exigió a su coalición no presentar candidatos y oponerse a los de la oposición, para retrasar un mes la constitución del comité. Pero el voto era secreto y, sorprendentemente, la candidata de la oposición, Karine Elharrar, obtuvo la mayoría, lo que significa que recibió el apoyo de al menos cuatro de los 32 diputados del Likud. Hasta sonó un grito de “¡sí!” al anunciarse el resultado en el pleno. Además, un verso suelto del Likud, Tally Gotlib, desobedeció, se presentó igual como candidata y ha sido sancionada por ello. “Es una pena que con una coalición de 64 diputados no seamos capaces de presentar una imagen de victoria”, dijo en una entrevista con el canal 11 de la televisión, en la que llamó “traidores” a sus compañeros de partido que se alinearon con la oposición.

Benjamín Netanyahu deposita su voto en el Parlamento, el pasado miércoles en Jerusalén.
Benjamín Netanyahu deposita su voto en el Parlamento, el pasado miércoles en Jerusalén.RONEN ZVULUN (REUTERS)

El resultado ha sido interpretado como una humillante derrota para los partidarios de la reforma. El comité sigue sin constituirse y la única diputada elegida es de la oposición, que se ha levantado pese a ello de la mesa de negociaciones, al considerar que Netanyahu incumplió su compromiso de repartir los asientos, con un truco de última hora que le salió rana.

Fuesen votos sinceros desde el anonimato o una jugada del propio Netanyahu por miedo a que el voto secreto profundizase la crisis al darle los dos miembros al Gobierno, el resultado refleja la división interna en torno a la reforma. “Y”, según Sima Kadmon, comentarista política del diario Yediot Aharonot, “demuestra al menos una cosa que ya no admite debate: Netanyahu ya no es el jefe. No controla la coalición, ni el Likud”.

La coalición probablemente carece ya de la mayoría para pasar la reforma como una apisonadora. “Hemos ganado esta batalla. Netanyahu sabe que no puede avanzar brutalmente”, decía en una entrevista con este periódico su exministra de Justicia Tzipi Livni. El mes pasado, cuatro ministros del Likud aseguraron al Yediot Aharonot que la reforma judicial está virtualmente “muerta”. En palabras de uno de ellos, si de Netanyahu dependiese, “las negociaciones podrían continuar hasta la eternidad”.

Tampoco tiene la opción de adelantar las elecciones. Un sondeo publicado el pasado viernes por el periódico Maariv da un número récord de diputados a Unidad Nacional, el partido que lidera el exministro de Defensa Benny Gantz. Ha ido creciendo meteóricamente al calor de la crisis y pasaría de los 12 escaños que obtuvo hace apenas medio año en las elecciones a igualar los 32 que tiene ahora el Likud, que caería a 24. Las formaciones de la coalición quedarían lejos de revalidarla, con 50 de los 120 escaños.

Decidido

El viernes, dos días después de la votación en el Parlamento, Levin escribió en Facebook: “Al final de esta difícil semana, estoy más decidido que nunca a seguir hacer haciendo todo para aprobar la reforma, que es esencial para corregir el sistema de justicia”. La noche previa, un colectivo derechista, Im Tirtzu, se manifestó frente a la casa de Netanyahu en Cesarea para criticar las “concesiones sin fin a anarquistas, insumisos y oposición” y recordarle que 64 escaños permiten “acabar con la capitulación”.

Este domingo, Netanyahu anunció que iniciará esta semana “pasos prácticos” para “efectuar cambios en el sistema judicial” porque “una gran mayoría de la población” lo ve necesario. “De forma medida y responsable, pero con base al mandato que recibimos”, agregó al inicio de la reunión semanal del consejo de ministros, en referencia a la victoria en los comicios de noviembre. Netanyahu acusó además a los dos principales líderes de la oposición, Yair Lapid y Gantz, de haber “estado jugando” con “las llamadas negociaciones” únicamente a fin de ganar tiempo.

El anuncio ha corrido como la pólvora en los grupos de WhatsApp donde se organizan las protestas, y Lapid ha advertido a Netanyahu de que, si cumple sus palabras, “descubrirá que es el primer ministro de menos de la mitad de los israelíes, con menos de la mitad de la economía, de la seguridad y de la Kneset”.

Hace tres semanas, antes de que el primer ministro pidiese a Levin 15 minutos más, otra viñeta en Haaretz adelantaba mucho de lo que ha sucedido estos días. En ella, Netanyahu lidera a un grupo de miembros del Gobierno cargando un ataúd con las palabras “Reforma judicial”. El ministro Levin lo encara y pregunta: “¿Otra vez con el ataúd?”.

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Sobre la firma

Antonio Pita
Corresponsal para Oriente Próximo, tras cubrir la información de los Balcanes en la sección de Internacional en Madrid. De vuelta a Jerusalén, donde ya trabajó durante siete años (2007-2013) para la Agencia Efe. Licenciado en Periodismo y Máster de Relaciones Internacionales y Comunicación por la Universidad Complutense de Madrid.

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