La ONU alerta de que la población de Gaza empezará a morir de hambre si no llega el combustible
La entrada de alimentos a través de Egipto se detiene por la falta de fuel para los vehículos que los distribuyen entre los desplazados. La cifra de muertos se eleva a 12.000, con 5.000 niños, según las autoridades de la Franja
Algunos gazatíes se han salvado en parte estos días del hambre y del abandono total gracias a la magra ayuda humanitaria que entraba por el paso de Rafah, fronterizo con Egipto. Pero este flujo de alimentos se ha detenido de nuevo, según ha confirmado este viernes la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA). Sin combustible para los vehículos que distribuían los alimentos y con las comunicaciones cortadas desde el jueves por el mismo motivo, el organismo de Naciones Unidas ha admitido su impotencia para entregar unos suministros que, de todas formas, solo bastaban para alimentar al 7% de los 2,3 millones de habitantes de la Franja. Sin esa comida, incluso quienes sobrevivan a los bombardeos que no cesan y a la invasión terrestre israelí, podrían tener los días contados, ha advertido el comisionado general de la UNRWA, Philippe Lazzarini.
“Si no llega el combustible, la gente empezará a morir. No sé exactamente a partir de cuándo. Pero será más pronto que tarde”, ha dicho. La víspera, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU había alertado en un comunicado exactamente de lo mismo: “La posibilidad inmediata de [que los gazatíes] mueran de hambre”.
A principios de esta semana, la última panadería del PMA en la Franja tuvo que cerrar sus puertas a falta de electricidad y de combustible para generarla. El pan es la base de la alimentación de los gazatíes, que ya antes de la guerra era muy insuficiente a causa fundamentalmente del bloqueo impuesto por Israel en los últimos 16 años, después de que el movimiento fundamentalista Hamás se hiciera con el poder en 2007. Con la clausura del último de los 130 establecimientos de ese tipo con los que colaboraba Naciones Unidas, este alimento de base “escasea o no existe” en Gaza. En el territorio palestino sometido ahora a un bloqueo total desde el 7 de octubre, cuando Hamás atacó a Israel, quienes tienen suerte “comen comida enlatada o algo más”; quienes carecen de ella, “cebollas o berenjenas crudas”, ha advertido la agencia de la ONU.
“Los camiones llegan muy, muy raramente y las condiciones son extremadamente duras”, confirma a EL PAÍS desde el campo de refugiados de Jan Yunis Alaa Hamuda. Este académico palestino, que a duras penas logra contestar a unas pocas preguntas en unos minutos en los que se recupera momentáneamente la conexión de internet, es originario de Beit Lahia, en el norte del enclave palestino. Ahora está refugiado en un centro de la UNRWA, la Escuela de Formación de Jan Yunis, el más hacinado de todos, que a principios de noviembre albergaba a más de 22.000 desplazados.
Ni medicamentos ni alimentos
El profesor Hamuda explica que en el sur de la Franja el problema fundamental, “es [la falta de] agua”. Luego describe cómo la situación al norte del río seco Gaza, el área que Israel ordenó abandonar, es mucho peor: “Allí hay hambruna. No hay medicamentos ni ningún tipo de alimentos. La ayuda humanitaria no llega en absoluto. Cualquier camión que cruce el valle del [río] Gaza puede ser bombardeado”. Tras esta respuesta, la conexión se corta de nuevo.
“Con el invierno acercándose rápidamente, los refugios inseguros y hacinados y la falta de agua potable, los civiles se enfrentan a la posibilidad inmediata de inanición”, afirmó en el comunicado de la organización la directora ejecutiva del PMA, Cindy McCain. “No hay forma de satisfacer las necesidades actuales con un solo paso fronterizo operativo. La única esperanza es abrir otro paso seguro para el acceso de la ayuda humanitaria que permita llevar a Gaza alimentos que salvan vidas”, apostilló McCain, en alusión al resto de cruces que separan el territorio palestino de Israel, todos cerrados desde el 7 de octubre.
El 10 de noviembre, el Ministerio de Sanidad de Gaza anunció que dejaría de contar los muertos a diario por la imposibilidad de saber cuántos gazatíes más habían perecido cada jornada por los bombardeos o en la ofensiva terrestre israelí; cuantos habían quedado sepultados bajo los escombros y cuántos habían resultado heridos. La última actualización ha llegado este viernes: más de 12.000 muertos, entre ellos, 5.000 niños. También en esta jornada, la agencia palestina Wafa, citada por Reuters, informaba de un ataque israelí en el que murieron varios palestinos desplazados —nueve, según la cadena catarí Al Jazeera—precisamente junto al paso fronterizo de Rafah.
Ante las sucesivas advertencias del riesgo de inanición al que se asoman los gazatíes, una fuente gubernamental citada por el diario Haaretz ha asegurado que el Gabinete de guerra de Israel ha cedido ante una petición de Estados Unidos: permitir la entrada de dos camiones de combustible diarios a Gaza, siempre que les conste que ese fuel —60.000 litros diarios— no acaba en manos de Hamás. A principios de esta semana, la UNRWA había elevado a 160.000 litros la cantidad diaria necesaria en el enclave palestino para operaciones humanitarias básicas como la distribución de alimentos.
En realidad, este viernes está siendo el tercer día consecutivo en el que ningún camión con ayuda entra en Gaza, según la coordinación humanitaria de Naciones Unidas (OCHA). Los últimos que lo hicieron, el martes, a través del paso de Rafah —el único que no controla totalmente Israel— solo pudieron ser descargados. La UNRWA ya no tenía combustible para repartir su contenido a los civiles refugiados en 154 instalaciones de la agencia: 813.000 de los aproximadamente 1,5 millones de gazatíes desplazados por la guerra. Al hambre se suma también la sed, como señala el académico Hamuda. Vídeos difundidos en las redes sociales estos últimos días muestran a niños gazatíes recogiendo en cubos el agua de las primeras lluvias del otoño en la Franja para beberla.
Desde el 21 de octubre, cuando Israel aceptó la entrada de los primeros vehículos con productos de primera necesidad —dos semanas después de desatar la guerra como respuesta al ataque de Hamás en el que murieron 1.200 personas y 240 acabaron secuestradas— habían entrado en el territorio palestino 1.129 camiones. Solo 447 transportaban alimentos, lamenta el PMA. Antes de esta contienda, una media de 500 vehículos de ese tipo penetraba cada día en la Franja.
La malnutrición, la falta de agua y de higiene han provocado ya numerosos casos de enfermedades infecciosas, ha advertido a su vez Richard Peeperkorn, representante de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en los territorios palestinos ocupados. Este responsable ha elevado a 70.000 los casos de infecciones respiratorias agudas y a más de 44.000 los de diarrea. Ambas patologías se ceban especialmente con los niños menores de cinco años. Más de 300.000 menores gazatíes aún no ha alcanzado esa edad, según datos de OCHA.
La “siguiente fase”
La muerte por inanición sigue sin ser, sin embargo, la amenaza más inmediata para los 2,3 millones de personas que se hacinan en los poco más de 365 kilómetros cuadrados de Gaza, la mayoría en el sur del territorio. Tanto en el norte como en la zona meridional, donde muchos gazatíes huyeron buscando seguridad, los bombardeos israelíes no cesan. La ofensiva terrestre de su ejército, tampoco. El ministro israelí de Defensa, Yoav Gallant anunció el jueves que sus fuerzas habían completado la toma de la parte occidental de ciudad de Gaza y estaban iniciando “la siguiente fase” de su operación terrestre.
Como sucede con las cifras reales de muertos, poco se sabe sobre la suerte que están corriendo los sanitarios, pacientes y desplazados que siguen en el hospital Al Shifa en Ciudad de Gaza. El miércoles, las fuerzas israelíes atacaron este centro sanitario, el mayor del enclave palestino, incluso con artillería pesada. Este viernes por la noche, Médicos sin Fronteras (MSF) ha informado en un comunicado de “incesantes bombardeos y combates” en sus inmediaciones, en cuyas cercanías se encuentra su sede. “Miles de civiles atrapados en hospitales y otros lugares de Gaza”, incluyendo a 137 miembros del personal de la ONG y sus familiares, “corren el riesgo de morir en los próximos días, si no horas”, ha advertido la organización médica.
Antes de atacar el hospital, el Ejército israelí llevaba semanas asegurando que sus instalaciones esconden en su subsuelo el cuartel general de Hamás. Pese a haber prohibido a los periodistas internacionales entrar en Gaza para informar de la guerra, los militares israelíes si han autorizado estos días que algunos reporteros —como un corresponsal del diario The New York Times— penetraran en la Franja integrados en una unidad militar. Ninguno de estos profesionales ha informado de pruebas concluyentes que permitan afirmar que Al Shifa era algo diferente de un hospital. Las normas que constituyen el corazón del derecho internacional humanitario —los Convenios de Ginebra de 1949 y sus protocolos adicionales de 1997— conceden una protección reforzada a los centros sanitarios y consideran un crimen de guerra atacarlos.
El ejército de Israel ha informado también en esta jornada del hallazgo del cuerpo de la soldada de 19 años Noa Marciano, secuestrada por Hamás el 7 de octubre, en un edificio cercano a Al Shifa. La víspera, sus tropas habían recuperado, supuestamente también en sus cercanías, el cadáver de otra rehén israelí, Yehudit Weiss, de 65 años. Las Fuerzas Armadas de Israel han asegurado a su vez haber destruido unas instalaciones clave de la Yihad Islámica y sostienen haber hallado bombas y armas escondidas en escuelas infantiles en Gaza.
Al Shifa no ha sido el único hospital palestino que ha amanecido rodeado: también el Ibn Sina, principal centro sanitario de Yenín, en el norte del territorio ocupado de Cisjordania. El asedio, que duró varias horas, se produjo después de que cinco palestinos fueran abatidos en el campo de refugiados de la ciudad, según Al Jazeera por disparos de un dron. Israel asegura que esos hombres eran “terroristas de Hamás” y que sus fuerzas rodearon el hospital de Yenín porque otros fundamentalistas lo habían utilizado para “esconderse”.
En otra ciudad cisjordana, Hebrón, en el sur, otros dos palestinos perecieron por disparos de militares. La versión israelí es que habían abierto fuego contra los soldados, que respondieron también con fuego real. El Ministerio de Salud palestino reduce a tres los muertos en Yenín y eleva la cifra de heridos a 15, cuatro de ellos en estado grave. Desde el siete de octubre, el ejército israelí ha matado a unas 200 personas en Cisjordania, según cifras oficiales palestinas.
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