Polonia recupera los refugios de guerra ante la amenaza rusa
El Gobierno prepara una ley de Defensa Civil para asegurar las infraestructuras necesarias para proteger a la población en caso de ataque
En la estación de metro de Plac Wilsona de Varsovia, detrás de una puerta, un pasillo conduce a un lugar desconocido para los viajeros que atraviesan el hall a diario. Tras pasar por el centro de control, el puesto de radiotransmisiones y dos gigantescos ventiladores, las galerías se vuelven cada vez más lúgubres hasta que se llega a un espacio inesperado: 4.000 metros cuadrados diáfanos de hormigón atravesados por hileras de pilares. La cámara desnuda, un proyecto de aparcamiento subterráneo inacabado, es uno de los lugares que la capital polaca quiere adaptar para convertir en refugio temporal en caso de un ataque. Polonia está convencida de que la amenaza de guerra es muy real. Después de realizar un inventario que concluyó que solo hay reductos seguros para un 4% de la población y que muchos están en mal estado, trabaja para poner al día la infraestructura.
Ante la posibilidad de que la agresión de Rusia en Ucrania se extienda “en un desafortunado futuro cercano”, el primer ministro, el conservador Donald Tusk, cree que el país debe priorizar los refugios para la población civil y las Fuerzas de Defensa Territorial. El teniente coronel Robert Pekala, portavoz de ese cuerpo de 40.000 soldados —de los cuales 35.000 son voluntarios que sirven en su tiempo libre—, explica que estas fuerzas pueden “apoyar en la defensa civil”, aunque no sea su principal cometido. En su despacho en la base de Zegrze, unos 30 kilómetros al norte de Varsovia, el teniente coronel reconoce: “En Polonia, los refugios han estado deteriorándose durante muchos años y no tenemos suficientes para proteger a toda la población. Hay muy pocos”.
Algunos refugios antibombas que se conservan en el país son espacios de la Guerra Fría que se han convertido en cápsulas del tiempo, inutilizables hoy sin una actualización. “Hasta ahora no ha habido ninguna amenaza de guerra tan fuerte como esta, y nadie ha pensado en los refugios. Más bien, los países de Europa se estaban desarmando y estos recursos de defensa civil se han degradado”, añade Pekala.
En 2022, el Gobierno del ultraconservador de Ley y Justicia (PiS) encargó a los servicios de bomberos, responsables de la protección civil, que revisasen todas las infraestructuras que pudiesen servir para proteger a la población. El resultado fue una aplicación con un mapa del país en el que se localizan 234.735 construcciones de tres tipos. Los refugios y los espacios catalogados como lugares para esconderse o protegerse, valdrían para mantener a salvo a 300.000 y 1,1 millones de personas, respectivamente, el 4% de los 38 millones de polacos. El resto de las infraestructuras, más adecuadas como soluciones de emergencia en situaciones como catástrofes climáticas, pueden dar cobijo hasta a 47 millones.
El miedo a que la guerra se desborde desde la vecina Ucrania volvió en marzo a niveles de 2022, cuando empezó la invasión rusa. El 83% de los encuestados por CBOS, un organismo público demoscópico, cree que el conflicto supone una amenaza directa para Polonia, nueve puntos más que en noviembre. En la calle, hay quien asegura que el tema de los refugios no está en el debate en su entorno cercano. Otros, como Andrzej Rychard, de la Academia de las Ciencias, habla de ellos espontáneamente durante una conversación sobre el ambiente político. El sociólogo critica que a las palabras de Tusk en una entrevista con varios medios, entre ellos EL PAÍS, definiendo el momento actual como un “periodo de preguerra”, no le siguiesen medidas inmediatas. “Si no queremos alarmar y asustar a la población, deberían concretar. ¿Dónde están los refugios? En la aplicación sale uno donde yo vivo, y allí no hay nada”, lamenta.
Ley de Defensa Civil
El Gobierno está trabajando en una ley de Defensa Civil en la que definirá, entre otras cuestiones, qué es un refugio y qué características debe tener, quién debe ocuparse de construirlos, rehabilitarlos y mantenerlos, y quién financia todo esto. El plan era que estuviese lista para empezar el trámite parlamentario a finales de marzo. El Ministerio de Interior no ha respondido a las peticiones de información de este diario, pero el coronel Dariusz Majchrzak, vicerrector de Asuntos Militares de la Universidad de Estudios de la Guerra, que ha participado en una reunión preparatoria con expertos, apunta a mayo, como pronto, para que el Gobierno envíe el texto al Parlamento. El coronel cree que el Estado —que se acerca al 4% del PIB en gasto militar—, debe destinar a la defensa civil el 1%. La ley incluirá también elementos como sistemas de mando y gestión, protección de infraestructuras críticas y programas de capacitación, entre otros aspectos: “Todo el mundo necesita saber qué hacer, desde un niño hasta un anciano”, dice.
El Ayuntamiento de Varsovia, gobernado por Rafal Trzaskowski, de Plataforma Cívica —el partido de Tusk—, trabaja ya en un plan, con un presupuesto inicial de 27 millones de euros, para afrontar los peores escenarios posibles. La ciudad ha hecho su propio inventario de lugares que podrían servir como escondites temporales, revisando la documentación de las últimas tres décadas. “Analizamos 2.100 sitios”, explicó hace una semana el director del centro de seguridad de Varsovia, Michal Domaradzki.
“El metro es un lugar natural donde la población busca protección, pero es insuficiente”, reconoció Domaradzki junto a la sala de pantallas. Allí podrían esconderse en caso de ataque 68.000 personas de una ciudad de dos millones. El suburbano de Varsovia, de apenas dos líneas, es además bastante superficial. Las estaciones más hondas están a unos 22 metros bajo tierra, mientras el de Kiev, por ejemplo, tiene una profundidad de 105 metros. Cuando la legislación esté lista, se adecuarán los espacios —como el de la estación de Plac Wilsona y otro más actual, más luminoso, en Rondo Daszynskiego— con la instalación de compuertas y otros elementos.
El Ayuntamiento tiene identificados siete millones de metros cuadrados que podrían servir para que 3,5 millones de personas pudiesen resguardarse temporalmente durante un ataque. Se trata de garajes, sótanos y pasajes subterráneos, además del metro. La mayoría encajan con la categoría de protección temporal de emergencia señalada por los bomberos.
Los refugios, como explica el coronel Majchrzak, “son estructuras muy complejas”. “Permiten que las personas permanezcan aisladas durante largos periodos de tiempo sin contacto con el mundo exterior. Pero para proporcionar protección universal, es necesario crear un sistema de escondites en los que se pueda permanecer durante un ataque aéreo directo”, desarrolla.
Se trata de resguardarse mientras suenen las alarmas antiaéreas. “No necesitamos equipar estos edificios con sistemas complejos, como la filtración de aire”, asegura el profesor asociado, que añade: “No conozco un solo país que sea capaz de proteger al 100% de su población en refugios”. Reconoce, sin embargo, que algunos con gran número de infraestructuras seguras, como Suecia y Finlandia, “ponen especial énfasis en la defensa y la protección”.
En Swidwin, a más de 500 kilómetros de la capital polaca, en el noroeste, hay un búnker a nueve metros de profundidad a prueba de ataque químico, biológico, radiológico y nuclear (QBRN) fabricado con estándares suizos, según Dawid Rybicki, el dueño de la empresa que lo comercializa. Bajo una compuerta en el suelo, junto a un campo de tiro, se abre un túnel con una empinada escalera. Al otro lado de una gruesa puerta blindada, como la de los submarinos, se encuentra el refugio, una caja de acero pintada en blanco de 15 metros de largo por tres de ancho. Lo enseña Rybicki, un coleccionista de armas vestido de azul marino con media melena blanca recogida en una coleta, que cuenta que empezó en el negocio de la seguridad en 2016 fabricando dianas metálicas y tiene planes para ofrecer fines de semana intensivos para aprender a disparar, o encuentros con estrellas preppers en el bosque de su propiedad.
El director de European Shelters muestra los cuatro espacios, distribuidos en fila: una cocina-salón-comedor, baño, dormitorio con dos literas y al fondo, otro con una cama doble. El búnker tiene comida, agua, máscaras, lámparas, detector de radiación, sistema de filtración de aire, generador de energía, válvula de descompresión, salida de emergencia y todo lo necesario para vivir sin contacto con el exterior durante tres meses. Bajo el suelo de madera, todo se aprovecha para almacenaje. Los muebles y el baño son contemporáneos. Si no fuese por la ausencia de ventanas y el sobrecogedor cierre de la puerta hermética, parecería un apartamento. El precio: 250.000 euros. Solo accesible a millonarios.
Mientras los expertos debaten sobre las características técnicas que deben tener los refugios para proteger a la población para empezar a adecuarlos, algunos ciudadanos se preparan por su cuenta. “Vienen tiempos difíciles”, afirma Rybicki, que asegura que en Polonia se han multiplicado las compañías que comercializan refugios. Su empresa vende unos 12 búnkeres prefabricados al año, desde 50.000 euros. Pero también tiene soluciones más asequibles, sobre todo para nuevas construcciones, donde con estructuras de hormigón y sistemas como puertas herméticas y filtros de aire se puede tener un refugio por entre 13.000 y 15.000 euros. Al mes, recibe entre seis y ocho pedidos y en estos momentos tiene unos 30 proyectos en desarrollo. Desde que comenzó la guerra en Ucrania asegura que las ventas han aumentado en un 200%.
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