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China impulsa una “nueva cultura de matrimonio y maternidad” para lograr tres hijos por hogar

Pekín afronta la crisis de natalidad y fertilidad mediante tácticas que van de celebrar bodas colectivas a las llamadas telefónicas para animar a las parejas a procrear

Una abuela y su nieta pasean junto a una escultura que anima a tener tres hijos en un parque en el distrito de Miyun, en el nordeste de Pekín, el miércoles 9 de octubre.
Una abuela y su nieta pasean junto a una escultura que anima a tener tres hijos en un parque en el distrito de Miyun, en el nordeste de Pekín, el miércoles 9 de octubre. Guillermo Abril

En el corazón del parque, que discurre junto al río, se ha colocado una escultura de propaganda. Promociona lo que las autoridades chinas llaman la “nueva cultura de matrimonio y maternidad”. Muestra las siluetas a tamaño real de un padre, una madre y sus tres hijos cogidos de la mano. Un eslogan anima: “Casarse y tener hijos a la edad adecuada, fertilidad óptima y cuidado de los hijos”. También reclama a los progenitores una implicación igualitaria en la crianza. Pocas familias en China tienen tantos miembros. Pero este es el objetivo oficial declarado: tres hijos por hogar. La República Popular sufre por primera vez desde las hambrunas de los años sesenta una caída de la población; se enfrenta a una bajísima tasa de fertilidad. Y quiere que sus ciudadanos comiencen de nuevo a procrear. Las tácticas van de celebrar bodas colectivas a las llamadas telefónicas para animar a las parejas a que se metan en faena.

Miyun, este distrito de medio millón de habitantes ubicado al noreste de Pekín, es una zona piloto designada por el Gobierno para implantar el nuevo dogma. El parque forma parte del programa. La escultura y los numerosos paneles que jalonan el paseo con dudas frecuentes sobre la infancia (cómo prevenir la miopía o lavarse los dientes) están destinados a que “el público en general pueda aceptar la nueva cultura matrimonial y de procreación en su vida cotidiana y de forma sutil”, según un artículo de la Asociación de Planificación Familiar local. El distrito ha puesto además a punto un equipo de casi 500 personas dedicadas a la “propaganda de la nueva cultura de matrimonio y maternidad”, añade. Y el texto asegura que el 54% de las “familias elegibles” recibieron en más de seis ocasiones “la promoción de nuevos conceptos culturales sobre el matrimonio y la maternidad y orientación científica sobre la crianza de los hijos”.

Estas células de promoción de la nueva cultura no son nada del otro mundo: una de ellas, visitada por este periódico, consistía en un equipo de tres mujeres que atienden y realizan llamadas desde una pequeña oficina ubicada en la quinta planta de uno de los centros locales del Partido Comunista dedicado a los servicios comunitarios. La entrada del edificio está presidida por el conocido eslogan de Mao Zedong: “¡Servir al pueblo!”.

“Si el Gobierno no lo fomenta, en 20 o 30 años habrá mucha menos población, y muchas carencias: falta de trabajadores, casas vacías… Pero por la presión de la vida estos días hay muchos que ni siquiera quieren tener un hijo”, valora una abuela de 64 años que pasea a su nieta, de tres, junto a la escultura de los tres hijos en Miyun. Su hijo y su nuera, explica, trabajan, y es ella la que se hace cargo entre tanto. Tienen también otro hijo, de seis años. Pero no quieren un tercero: “Los costes son muy altos”, dice mientras la niña corretea hasta la escultura y observa la silueta de la niña como si fuera un espejo. A ella, en cambio, le impactó la política del hijo único: “Nosotros quisimos tener más, pero no fue posible”.

Política de hijo único

Pekín abandonó la política del hijo único en 2016, después de tres décadas y media de control extremo de población que han marcado profundamente al país. La China de hoy es un reino de hijos únicos. Pero, además, ha dejado huellas trágicas, especialmente en las mujeres, debido a los abortos selectivos y el abandono de recién nacidas. El anuncio de la política de los dos hijos fue recibido en China con “entusiasmo y esperanza”, cuenta la antropóloga Susan Greenhalgh, catedrática emérita de Sociedad China en el Centro Fairbank de Estudios Chinos de la Universidad de Harvard, en un artículo reciente. Parecía la señal de que el Gobierno “había escuchado las demandas de la población y abierto el círculo de la libertad tras un largo invierno de descontento reproductivo”. El anuncio en 2021 de la política de los tres hijos, en cambio, “supuso un duro golpe”, prosigue. “Ahora estaba claro que, en lugar de que los ciudadanos tuvieran voz en sus propios asuntos, la gente era mero objeto pasivo de control por parte de un gobierno autoritario preocupado únicamente por las cifras agregadas”, dice en el texto publicado en Made in China Journal.

La aplicación de la política está prevista por etapas. Y el Gobierno ha decretado que las fuerzas armadas tomen la iniciativa. Pekín ha aprobado medidas que instan a que “los militares se casen y tengan hijos a edades adecuadas y considerando la posibilidad de tener tres”, según recogió el año pasado Diario del Pueblo, el órgano de propaganda del Partido Comunista. “¿Qué ocurrirá cuando el Estado extienda la aplicación de la ley más allá de las fuerzas armadas a sectores de la sociedad en los que la política es profundamente impopular?”, se pregunta la citada antropóloga. “¿Cómo responderán las feministas chinas y otros jóvenes que buscan la libertad cuando las presiones sobre ellos empiecen a crecer?”.

El año pasado, el presidente chino, Xi Jinping, instó ante la cúpula directiva de la Federación Nacional de Mujeres de China a “guiar a las mujeres para que desempeñen un papel único en la promoción de las virtudes tradicionales de la nación china y el establecimiento de buenas costumbres familiares”. “Solo cuando las familias son armoniosas, están bien educadas y tienen una cultura familiar decente, pueden los hijos crecer sanos y la sociedad desarrollarse adecuadamente”, subrayó. El tono de su discurso era mucho más conservador que el de su encuentro anterior con esta organización, en 2018. Entonces, no mencionó el “matrimonio” ni la “maternidad”, sino que se refirió hasta en seis ocasiones a la “igualdad” entre hombres y mujeres. Pero, en 2023, las tornas habían cambiado, y el Partido debía dejar claro que familia y tradición eran los nuevos ejes centrales de la agenda.

Vida privada

Del mismo modo que el discurso del líder chino se ha vuelto más tradicionalista, el nivel de intromisión estatal en la vida privada de las mujeres se ha intensificado. En 2022, el rotativo hongkonés South China Morning Post (SCMP) se hizo eco del aumento de parejas recién casadas que recibían llamadas de las autoridades animándolas a tener hijos, una práctica que, según han informado otros medios, continúa a la orden del día. “El gobierno [de Nankín] quiere que las recién casadas se queden embarazadas en menos de un año y su objetivo es llamarlas cada trimestre”, denunció una usuaria de Weibo (plataforma china similar a X). Su publicación se llenó de comentarios que detallaban experiencias similares: “Me dijeron, estás casada, ¿por qué no estás preparándote para quedarte embarazada?”; “La primera vez, me preguntaron si estaba tomando ácido fólico y si me estaba preparando para concebir. La segunda, fueron directos al grano: ¿estás ya embarazada?”, recogía el SCMP.

En una nación donde los medios de comunicación están férreamente controlados por el Gobierno, las redes sociales dejan algo de espacio para que la ciudadanía exprese sus preocupaciones y debata sobre temas de interés público. Al menos, hasta que llega la censura. Así han trascendido a nivel nacional las estrategias que algunos ayuntamientos han adoptado recientemente para promover “el matrimonio y la maternidad a una edad apropiada”; por ejemplo, ofrecer el equivalente a 130 euros si la novia que se casa no es mayor de 25 años o enviar mensajes de texto deseando “dulce amor, matrimonio y fertilidad” por el día de los enamorados. Otras iniciativas se publicitan en los medios chinos, como las bodas colectivas. Una de las últimas se celebró en Ningbo, donde una decena de parejas recibió la bendición de un matrimonio que festejaba sus bodas de diamante (60 años casados) y leyó unos votos conjuntos en los que se comprometieron a cumplir con los valores de casamiento y crianza.

Ying, de 36 años, tuvo su primer hijo en agosto. En el Hospital de Ginecología y Obstetricia de Pekín, donde ha acudido con su marido para una revisión del bebé, comenta que no descarta tener otro “pronto”. Es consciente, no obstante, de que no todos pueden permitírselo: ella cuenta con el apoyo de sus padres y suegros. “Algunas de mis compañeras no tienen esa suerte”, reconoce. “Nunca me había planteado ser madre, pero cuando conocí a mi pareja, mis prioridades cambiaron”, admite. Ying asegura que no ha recibido presión para tomar la que, en sus palabras, ha sido la decisión más importante de su vida, aunque dice estar al tanto de que el Gobierno está “incentivando” que se tengan más hijos. Ella aplaude que desde el año pasado la seguridad social de Pekín cubra la reproducción asistida, a la que tuvo que recurrir. Pero concede que debe ser “accesible para todas, para evitar frustraciones”. El sistema solo permite a las mujeres casadas el acceso a esta tecnología.

Es un jueves por la mañana y el mencionado hospital está concurrido; en la puerta, una mujer reparte libros sobre maternidad y otra intenta colar a todos los pacientes productos para bebés, como toallitas, o vitaminas para las madres. Lili, de 34 años, está embarazada de cinco meses. “La situación es mejor, menos incierta”, expone, “por eso creo que ahora es el momento adecuado”. A la pregunta de si ha recibido presiones por parte de su comunidad o del centro de salud se limita a responder: “Todos están muy contentos por mí”.

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