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Lituania, Letonia y Estonia se desconectan de la electricidad rusa y pasan a depender de la UE

Las tres repúblicas bálticas ponen fin a sus interconexiones con Moscú tras un costoso proceso de casi dos décadas y acelerado tras la invasión de Ucrania

Desconexion del sistema electrico ruso
Una pantalla con la cuenta atrás para la desconexión del sistema eléctrico ruso, el pasado martes en Vilnius (Lituania).Mindaugas Kulbis (AP)

Lituania, Letonia y Estonia, las únicas antiguas repúblicas soviéticas integradas en la Unión Europea —y en la OTAN— han puesto punto y final a su histórico vínculo eléctrico con Rusia. Los tres países bálticos se han desconectado la madrugada de este sábado del sistema eléctrico ruso y este domingo —tras unas horas de operación en modo isla, aprovechando el hundimiento de la demanda propio de los fines de semana— se incorporarán al europeo, culminando un complejo proceso de transformación de casi dos décadas que se aceleró en 2022, tras la invasión rusa de Ucrania.

Las tres repúblicas bálticas celebran el fin de su relación energética con su gigantesco y conflictivo vecino con innumerables actos cargados de pompa. En Letonia este sábado se cortará físicamente un cable eléctrico que conecta con Rusia. En Lituania, un reloj digital en el centro de Vilnius —inaugurado hace 100 días por los ministros de Energía de los tres países— concluirá su cuenta atrás cuando se complete la conexión a la red eléctrica europea, en una ceremonia este domingo a la que asistirá la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

“Es una desconexión física de nuestro último elemento de dependencia del sistema energético ruso y bielorruso”, reconocía recientemente el presidente de Lituania, Gitanas Nauseda, en una entrevista con la agencia AP. “Ponemos fin a la capacidad de Rusia de utilizar el sistema eléctrico como herramienta de chantaje geopolítico”, declaró el ministro lituano de Energía, Zygimantas Vaiciunas, a AFP.

El proceso de sincronización a la red eléctrica europea comenzó a planificarse en 2007 y ha tenido un coste de unos 1.600 millones de euros. Las tres cuartas partes, sufragadas con fondos europeos. El acelerón en los planes durante los casi tres años de guerra en Ucrania ha permitido completar 10 meses antes de lo previsto la desconexión con el sistema heredado de la Unión Soviética, a la que pertenecieron durante medio siglo.

Casi 35 años después de alcanzar su independencia de la URSS, Estonia, Letonia y Lituania no podrán comprar más electricidad a Moscú, aunque ya dejaron de hacerlo en la primavera de 2022. Junto a Polonia, las tres repúblicas bálticas —sobre todo Lituania— han sido los miembros de la UE más beligerantes contra las importaciones de energía rusa. Los cuatro países abandonaron las compras directas de gas al gigante euroasiático apenas tres meses después de la invasión de Ucrania. Mucho antes, en 2008, ya se habían opuesto rotundamente a la construcción del gasoducto NordStream, la principal vía de entrada del combustible ruso en la UE y que acabó siendo saboteada en septiembre de 2022. La autoría de aquel ataque sigue sin estar clara, pero la Fiscalía alemana investiga a un ciudadano ucranio.

La veintena de cables que conectaban los sistemas eléctricos de estos países con Rusia y Bielorrusia quedó reducida en los últimos años a solo un puñado, todos ellos de escasa capacidad. Estos cables, cada vez más en desuso, fueron paulatinamente reemplazados por cuatro interconexiones, tres de ellas submarinas, con otros Estados miembros de la UE: el Estlink entre Estonia y Finlandia —dos hilos, uno de ellos objeto de un presunto sabotaje en diciembre pasado—; el NordBalt entre Lituania y Suecia; y el LitPol entre Lituania y Polonia, que está llamado a ser ampliado en los próximos años.

Los pasos dados en los dos últimos decenios por las repúblicas bálticas son contundentes. Y no han estado exentos de sobresaltos; el Kremlin ha utilizado en más de una ocasión la energía como herramienta de presión contra los tres países desde su adhesión a la UE en 2004.

Lituania, el más poblado de los tres, no contaba prácticamente con ninguna interconexión eléctrica ni gasista con el resto de países de la UE —apenas unas pocas, mínimas, con la vecina Letonia— hasta hace solo una década. El cierre de la central nuclear de Ignalina, a finales de 2009, poco después de que Vladímir Putin comenzara a exhibir su fiebre expansionista en Georgia, ya obligó a sus autoridades a acelerar en los enlaces con el resto de socios comunitarios. En especial, con la entrada en funcionamiento del NordBalt, el cable submarino de 450 kilómetros que le une con Suecia desde diciembre de 2015. Un año antes, tras la anexión ilegal de la península ucrania de Crimea y el inicio de las hostilidades en la región de Donbás, Vilnius pagó su apoyo a Kiev con el aumento del precio de las importaciones de gas y electricidad rusos.

Sabotajes

Desde octubre de 2023, más de una decena del medio centenar de cables submarinos que recorren el lecho del mar Báltico han sido dañados, entre ellos el Estlink2. Aunque las investigaciones siguen en marcha, y el Kremlin ha negado cualquier responsabilidad, varios altos cargos europeos han apuntado a sabotajes orquestados por Moscú. La OTAN anunció a mediados de enero el despliegue de fragatas, aviones de patrulla y drones navales en el Báltico para ayudar a proteger la infraestructura crítica. En Polonia se utilizarán helicópteros y drones para vigilar el LitPol. Las autoridades bálticas también han alertado del riesgo de sufrir ciberataques contra sus redes energéticas en las próximas semanas.

A futuro, las tres repúblicas —como el resto de países que se asoman al mar Báltico— tienen la fortuna de contar con uno de los mejores perfiles costeros para la generación de energía eólica marina. Su implantación, muy avanzada en países como Alemania, Dinamarca e incluso Polonia, está aún en una fase primaria.

Pese al simbolismo que reviste, la desconexión del sistema eléctrico ruso es relativamente llevadera tanto para los bálticos como para la UE en su conjunto. Mucho más, por ejemplo, que en el caso del gas, donde a pesar del drástico descenso en las llegadas por tubo desde Rusia, las de GNL (gas natural licuado, el que llega por barco) cabalgan hoy en máximos históricos. Estonia, Letonia, Lituania y también Polonia han pedido a Bruselas que tome más medidas para aminorar el flujo. En el caso del petróleo, las importaciones procedentes del gigante euroasiático están prohibidas en toda la Unión desde diciembre de 2022.

A diferencia de la mayoría de socios europeos —y, muy especialmente, de Francia, España y Bélgica, los tres mayores importadores de GNL ruso—, los países bálticos cortaron definitivamente amarras con el gas de Moscú hace ya bastante tiempo. El primero en hacerlo fue Lituania, que en abril de 2022 se convirtió en el primer país de la UE en eliminar por completo las importaciones de este combustible procedentes de Rusia y que en octubre del año pasado consagró ese paso con una ley que prohíbe por completo el gas licuado ruso, también en años venideros. Estonia y Letonia también lo han hecho, desarrollando nuevas infraestructuras para cubrir ese hueco con barcos metaneros procedentes de Noruega y Estados Unidos, entre otros. Todo, a pesar de que el procedente de Rusia sigue siendo notablemente más económico.

La incógnita de Kaliningrado

Además de las tres repúblicas bálticas, este sábado Kaliningrado también ha quedado desconectado de la red eléctrica controlada por Moscú. El enclave ruso, con algo más de un millón de habitantes y rodeado por Lituania, Polonia y el mar Báltico, ha elevado en los últimos años su capacidad de generación de energía, con nuevas plantas de gas y carbón. Y su gran garante, el Kremlin, ha asegurado que no habrá problemas de abastecimiento. “Existe, sin embargo, una pequeña posibilidad de que Moscú pueda utilizar los problemas de suministro de energía en este enclave como pretexto para algún tipo de agresión en la región”, avisa Szymon Kardaś, investigador del centro de estudios European Council on Foreign Relations, en un estudio publicado este viernes.

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