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El petróleo y el gas no se creen que la paz sea inminente en Ucrania

El crudo cotiza prácticamente al mismo nivel que antes de la conversación entre Trump y Putin. Washington presiona a Riad para que reabra el grifo y haga bajar el precio

Gas Ucrania
Tanques de gas licuado del petróleo, en 2019 en Irkutsk (Rusia).Vasily Fedosenko (REUTERS)

El precio del petróleo reaccionó a la reciente apertura de canales de comunicación entre Donald Trump y Vladímir Putin con una fuerte bajada. La llamada entre ambos era leída por muchos como el principio del fin de la invasión rusa de Ucrania, y se trasladó rápidamente al mercado gasista, que cayó incluso más. Una semana después, aquel movimiento incipiente ha quedado en una mera expectativa: el crudo cotiza prácticamente al mismo nivel que antes de que el presidente estadounidense descolgase el teléfono dejando de lado a la Unión Europea y a la propia Ucrania. Y el gas, aunque algo más bajo, no parece dar por descontado —ni mucho menos— el fin del conflicto: de creer en ese escenario de paz inminente, su cotización se habría hundido por la expectativa de que la energía rusa volviera al mercado y, por tanto, rebajara los precios.

“Los mercados energéticos no se están creyendo ni una paz ni un regreso al punto de partida en 2021, al de dependencia del petróleo y el gas ruso”, apunta Gonzalo Escribano, investigador principal del Real Instituto Elcano. “Si se lo creyeran, el gas estaría cayendo a plomo y el petróleo también estaría bajando bastante. Pero no es así: aún no conocemos el plan de Trump, al margen de las vaguedades; así que no hay nada que esté cambiando los parámetros fundamentales”. Si los mercados realmente creyesen que la paz es inminente, completa por teléfono Jorge León, vicepresidente de la consultora energética noruega Rystad Energy, “el movimiento a la baja habría sido mucho más brusco”.

Un final anticipado al conflicto sería una gran noticia en clave energética, de esas que cambian por completo las tornas. El extra que se paga hoy por el riesgo geopolítico caería abruptamente y, con él, también el precio. “Sacudiría el mundo de la energía y las materias primas, y sería un alivio para los consumidores”, se lee en un informe del Bank of America. El precio del petróleo bajaría en entre cinco y diez dólares por barril (entre un 7% y un 13% desde los niveles actuales), según sus cálculos; propiciando, a su vez, una caída en el precio de la gasolina y —sobre todo— del diésel, donde el embudo ha sido especialmente significativo. Y el del gas caería en unos 25 euros por megavatio hora, más de un 50%.

En sentido contrario, de no lograrse esa paz a corto plazo, el escenario sería endiablado. “EE UU probablemente retiraría su apoyo a Ucrania; el avance de Putin sería mucho más rápido; habría más sanciones, europeas y probablemente también estadounidenses, a los hidrocarburos rusos; y la prima de riesgo geopolítico aumentaría”, esboza León. Resultado: el precio del petróleo subiría “de manera importante”, incluso en un entorno de débil demanda. “Todo el mundo se está centrando en el escenario de la paz, y es cierto que ha aumentado esa probabilidad... Pero este otro también es posible”, advierte.

Rusia es, a la zaga de Estados Unidos y Arabia Saudí, el tercer mayor productor de petróleo del mundo. También el segundo de gas, un combustible que antes del inicio de la guerra, hace casi tres años, vendía a espuertas a la UE. Y un regreso a la normalidad —con todas las comillas que se quieran poner sobre este sustantivo— recolocaría de nuevo las piezas de un puzle que saltó en mil pedazos la madrugada del 24 de marzo de 2022.

Arabia Saudí, también en la ecuación

La promesa de Trump era poner fin a la guerra en Ucrania en 24 horas. Casi un mes después, ese compromiso está aún por cumplir. Su plan tiene dos patas: una diplomática, que pasa por profundizar las conversaciones con Rusia, para disgusto de sus otrora aliados europeos; y otra económica, que pasa por hacer bajar el precio del petróleo y, así, presionar a Moscú, cuyo gasto militar se sostiene en gran medida gracias a la exportación de hidrocarburos.

El Foro de Davos fue la plataforma elegida por Trump para adelantar su idea: que Arabia Saudí —histórico aliado estadounidense, hoy socio de Rusia en la versión ampliada de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP+) y también el lugar elegido para el primer encuentro entre EE UU y Rusia— bombee más crudo para que los precios caigan. Días después, el magnate volvía a la carga, convencido de que esa bajada será suficiente para desgastar a Moscú: “Si la OPEP reduce el precio, eso detendrá automáticamente la tragedia en Ucrania. Tiene que entrar en juego, hacer bajar el precio y que esa guerra termine inmediatamente”, declaraba. “Si [el precio] sigue alto, no va a terminar tan pronto”.

Un enfoque, este sí, compartido en Ucrania. “Damos pleno apoyo al deseo del presidente Trump de rebajar el precio del petróleo. La consecuencia de ello será el colapso de la capacidad rusa de financiar la guerra”, escribía recientemente uno de los hombres fuertes de Zelenski, Andri Yermak, informa Cristian Segura.

Ucrania lleva desde el primer año de la guerra exigiendo a la comunidad internacional limitar el precio del crudo ruso para así mermar sus ingresos, con los que alimenta la maquinaria bélica. Zelenski planteó un tope de entre 30 y 40 dólares en noviembre de 2022, un mes antes de que sus aliados internacionales en la UE y el G-7 establecieran un límite de 60 dólares. Esa posición es secundada por otros socios europeos particularmente beligerantes con Rusia, como Polonia o los bálticos. En marzo de 2024, Kiev volvió a presionar públicamente a sus socios —y, muy especialmente, a EE UU— para que redujeran ese tope hasta los 30 dólares. Entonces y hoy, el barril de crudo ruso cotiza muy por encima de esa cifra: en el entorno de los 70.

Silencio de Riad

Pese a la insistencia, la probabilidad de que Arabia Saudí se avenga a aceptar las peticiones de Trump para propiciar la paz parece remota. No solo porque a Riad los pesares ucranios le queden muy lejos, sino porque, para reabrir el grifo petrolero, el país árabe necesita incentivos que hoy no tiene. “Por supuesto que la coerción puede ser parte del juego para Trump, pero Arabia Saudí priorizará su propia posición financiera ante todo”, aquilata por correo electrónico Viktor Katona, de Kpler, una de las firmas que mejores datos maneja del sector.

Tanto Riad como la OPEP+ han evitado responder públicamente a las peticiones de Trump. “Si los saudíes viran será por interés propio, no pensando en Ucrania. Y cualquier aumento de producción quedaría dentro de un acuerdo mayor de seguridad con EE UU”, agrega León, de Rystad. “No les veo aumentando unilateralmente su producción: estaría matando la OPEP+ justo cuando más énfasis están poniendo en la cohesión en el cartel y cuando más necesita un petróleo caro para sufragar todas las inversiones en marcha”.

La súplica de Trump a Riad, líder indiscutible de la OPEP+, se puede ver, además, como un reconocimiento de que las sanciones sobre Rusia se han quedado cortas. De que, en fin, aunque han logrado mermar los ingresos petroleros del Kremlin, no han logrado —ni remotamente— su objetivo último: parar la guerra. Una caída en la cotización del petróleo sería una suerte de sanción indirecta para el Kremlin, que necesita que esta ronde los 45 dólares por barril para hacer dinero.

Lejos de ser un nocaut

El Kremlin confeccionó sus presupuestos para 2025 con un ingreso medio por barril de casi 70 dólares, un valor que ya incluye un descuento para eludir las sanciones occidentales. Aunque Trump ha dejado caer que reducir a la mitad el precio del crudo “paralizaría la capacidad de Putin para sostener la guerra”, el economista ruso Vladislav Inozémtsev cree que esta afirmación “es verdad solo en parte”.

Este año, Moscú espera que las exportaciones de petróleo y gas le reporten unos ingresos de unos 10,9 billones de rublos, unos 106.000 millones de euros al comenzar el año. Sin embargo, la euforia desatada por el acercamiento de Trump a Putin ha fortalecido el rublo y elevaría esa cifra en alrededor de 12.000 millones de mantenerse de aquí a final de año.

El hipotético hundimiento en el precio del crudo recortaría sus ingresos, según Inozémtsev, en alrededor de un tercio. El déficit público saltaría del 0,5% al 1,9% del PIB; un castigo, no obstante, relativamente manejable después de que el año pasado alcanzase el 1,7%.

La última tanda de sanciones sobre 180 navíos de la flota en la sombra de Putin —una lista que la UE acaba de ampliar— sí está teniendo un impacto sustancial sobre Moscú. Tanto China como la India, sus dos mayores clientes, han suspendido la compra de crudo ruso por mar desde marzo después de que los fletes se hayan más que triplicado en un corto periodo de tiempo.

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