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El atentado contra Trump alivia temporalmente las presiones sobre la candidatura de Biden

El cambio de agenda informativa, la respuesta presidencial y las apelaciones a la unidad juegan a su favor

Biden
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, durante su mensaje del pasado domingo.Erin Schaff (via REUTERS)
Miguel Jiménez

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, estaba en misa en Rehoboth Beach (Delaware), donde tiene una casa de descanso, el sábado por la tarde. A las 18.10 horas, unos disparos contra su antecesor, Donald Trump, en un mitin en Butler (Pensilvania), a unos 500 kilómetros de distancia, cambiaron el ciclo de las noticias. Al salir de la Iglesia, a Biden le preguntaron si le habían informado del intento de asesinato de Trump. “No”, dijo escuetamente. Pronto, esa sería su prioridad y no las llamadas a congresistas para reafirmarse en su candidatura. Como una consecuencia indirecta, el atentado ha aliviado la presión sobre la candidatura de Biden a la reelección, como mínimo temporalmente.

El intento de asesinato contra Trump es una de esas noticias que arrasan con todo. Desde el principio, cuando aún no estaba claro lo ocurrido, toda la atención mediática se puso en esos sonidos que parecían un atentado con disparos, como luego se confirmó, y en cómo el servicio secreto evacuó al expresidente con algo de sangre en la cara. Después, cuando se confirmó el intento de magnicidio, la muerte de un asistente al mitin y la del tirador, la noticia fue creciendo sin parar. Y, de paso, nadie siguió hablando de si Biden es o no la persona adecuada para ser el candidato demócrata en las elecciones del 5 de noviembre.

El presidente tuvo tres comparecencias en 24 horas con diferentes formatos, la primera, el sábado, en su casa de la playa, y las otras dos, el domingo, en la Casa Blanca. La última fue un discurso en horario de máxima audiencia, el formato elegido por los presidentes para momentos de especial gravedad. La guerra del Golfo, la caída de Sadam Husein, los atentados del 11 de septiembre, el huracán Katrina, la pandemia del coronavirus y la crisis financiera están entre ellos. Desde el Despacho Oval, reiteró las llamadas a la unidad de las comparecencias anteriores y dijo que los estadounidenses deben resolver sus diferencias “en las urnas, no con las balas” (aprovechando la semejanza fonética en inglés entre las papeletas, ballots, y las balas, bullets).

Biden reclamó también “bajar la temperatura” de la política estadounidense, en referencia al enfrentamiento partidista, pero de alguna manera, esa necesidad de calmar los ánimos también le favorece a él. El ambiente no es propicio al desafío y enfrentamiento que ha venido sufriendo desde su desastroso debate del 27 de junio en Atlanta contra Trump, en el que sus lapsus, titubeos, sus frases sin terminar, su tos y su ronquera cuestionaron su capacidad para ser el candidato demócrata.

En los últimos días, ningún congresista se ha sumado a la lista de los que piden al presidente que renuncie a presentarse a la reelección. Biden aplazó un viaje a Austin (Texas) que tenía previsto este lunes, de esos en los que los presidentes de Estados Unidos mezclan de alguna forma la agenda oficial con la campaña electoral. Vuelve a la carga con dos actos en Las Vegas (en Nevada, uno de los Estados decisivos en las elecciones) este lunes y este martes, uno dirigido a captar el voto negro y otro para el voto latino.

El presidente tiene una doble carrera contra el tiempo. La de fondo es la que le señala como el primer presidente octogenario de la historia, que cumpliría los 86 años en caso de completar un hipotético segundo mandato. La de corta distancia es la que le separa de las elecciones presidenciales del 5 de noviembre o, más breve aún, de la Convención Nacional Demócrata que proclamará al candidato del partido y que se celebra del 19 al 22 de agosto en Chicago (Illinois). En esa corta carrera, el tiempo juega a su favor. Cuanto más se acerque la convención, más difícil será forzar una alternativa no traumática a la reelección del presidente.

Cada acto de Biden, mientras, seguirá escrutándose cuidadosamente en busca de síntomas de deterioro cognitivo o fragilidad. El presidente es consciente de que si se repitiesen episodios como el del debate de Atlanta, su situación sería insostenible. Sin embargo, hasta ahora, ha salido relativamente bien parado de sus últimas apariciones. Sobrevivió a la cumbre de la OTAN, incluida la rueda de prensa de casi una hora en la que contestó a 19 preguntas y a pesar de los bailes de nombre (Putin-Zelenski y Trump-Harris). Luego dio un discurso improvisado ante votantes en un bar de carretera y un mitin en Detroit ante centenares de seguidores. Este lunes volvía a someterse a una prueba con una entrevista concedida a Lester Holt, presentador estrella de la NBC.

El temario, en todo caso, ha cambiado. Y del mismo modo que Biden ha respondido al atentado de Trump con llamadas a la unidad del conjunto del país, su petición de superar las divisiones dentro del propio partido gana fuerza.

En los mercados de predicción se concede cada vez menor probabilidad a la opción de que Biden se retire de la carrera. En Polymarket, las cotizaciones llegaron a señalar una probabilidad del 75% de que abandonara el 3 de julio, el día que The New York Times publicó que sopesaba hacerlo. Con el desmentido de la Casa Blanca y las intervenciones del presidente en diferentes actos, esas probabilidades fueron bajando. Antes del atentado contra Trump, se situaban en torno al 50%, como una decisión a cara o cruz. Tras los disparos, bajaron al 33%, pero la situación es cambiante.

Al tiempo que las probabilidades de que la candidatura de Biden se mantenga y concurra a las urnas el 5 de noviembre han salido reforzadas, las de que gane las elecciones ese día han caído. Ese mismo mercado concede a Trump unas probabilidades de ser elegido del 71%, frente a solo el 17% de Biden. Quedan aún 113 días para las elecciones. Todo puede cambiar.

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Sobre la firma

Miguel Jiménez
Corresponsal jefe de EL PAÍS en Estados Unidos. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de Economía y Negocios, subdirector y director adjunto y en el diario económico Cinco Días, del que fue director.
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