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Niños y niñas de alta demanda: ¿cómo son y cómo debemos tratarlos?

El término fue acuñado por el doctor William Sears, pediatra estadounidense, cuando tras el nacimiento de su cuarta hija se vio desbordado por un temperamento difícil y resistente a todo lo que había funcionado para la crianza de sus anteriores hijos

Una niña se abraza a su madre.
Una niña se abraza a su madre.pexels (pexels)

Si tu niño o niña es absorbente, perseverante e insistente. Si no sabe jugar solo y necesita a mamá o papá para entretenerse. Si pide constante aprobación y contacto. Si cuando te alejas manifiesta sentimientos de inseguridad o miedo. Si tiene conductas de hiperactividad, siempre con energía muy activa, muy intenso en lo que hace y resulta impredecible. Si tiene dificultad para calmarse solo, se alimenta (en el caso de bebés que maman mucho) o tiene despertares frecuentes y es complicado dormirle. Si estás conjugando algunas de estas variables puede que tu niño o niña sea alta demanda.

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El término “niño de alta demanda” fue acuñado por el Dr. William Sears, pediatra estadounidense, cuando tras el nacimiento de su cuarta hija se vio desbordado por un temperamento difícil y resistente a todo lo que había funcionado para la crianza de sus anteriores hijos. Sara Tarrés, psicóloga infantil y madre, considera que todos los bebés y niños demandan atención y cuidados, unos más que otros. Y las necesidades de cada uno de ellos deben ser atendidas y consideradas como normales a pesar de lo difícil o agotador que pueda ser para el adulto que los atiende. “No podríamos decir que los niños de alta demanda tengan necesidades no normales, solo que las necesitan con mayor frecuencia y las expresan con mayor intensidad. Precisan atención, compañía, afecto, aprobación de sus referentes principales, un entorno que les comprenda, que les estimule, que les sostenga y una base segura donde desarrollarse. En definitiva, lo que cualquier criatura precisa para desarrollarse correctamente a nivel físico, cognitivo, emocional y social”.

La psicóloga Margot Ripoll de la Clínica Uditán dice que hay que hacer hincapié en que son niños normales, pero que simplemente perciben el entorno con mucha sensibilidad y viven con mucha intensidad, nos necesitan más y así nos lo hacen saber. “Son niños que necesitan mucha presencia de los padres y acompañamiento para transitar las emociones negativas de forma especial. Su alta sensibilidad los hace muy vulnerables por tener una baja tolerancia a la frustración y por eso necesitan un modelo de calma y saber hacer”. Para Ripoll no se trata de cambiarlos, sino de suavizar su carácter y ayudarles a canalizar sus actos de forma más constructiva. Margot Ripoll considera que necesitan por un lado cubrir sus necesidades afectivas y de atención y sentirse aceptados sin ser comparados. “Hay que tener especial cuidado con el lenguaje y evitar palabras del tipo “no puedo más” y acompañarlos en la transición de las emociones y los conflictos”.

Para el enfermero pediatra Armando Bastida y fundador de Criar con sentido común, los padres se dan cuenta enseguida de que su hijo no se parece a los que conocían, ni a los de sus amigos, ni a los que ven por la calle. Señala que cuando son bebés destacan por llorar bastante más de lo que llora la mayoría por no consentir quedarse en una hamaca, en un cochecito o en una cuna más allá de unos segundos. Bebés que necesitan siempre brazos o porteo. “Entonces los padres y madres sienten que están haciendo algo mal o que al bebé le pasa algo. Al descartarse cualquier patología, solo les queda concluir que el bebé es así, o que ellos están haciendo algo muy mal. En este sentido, ayuda mucho hablar con otras madres y padres que hayan tenido bebés similares, porque te entienden, lo han vivido, te pueden dar algunos trucos o, al menos, esa palmadita en el hombro que toda madre y padre necesita cuando peor lo está pasando. Y no solo eso, te suelen decir que Esto también pasará, que es muy sanador”.

Para Armando lo lógico sería que dentro de unos años el término “bebé de alta demanda” desapareciese, porque en realidad no es más que una etiqueta para diferenciar a unos bebés que son normales, y que solo nos dice eso: este bebé es más demandante de lo habitual. “Pero ahora mismo considero que es una etiqueta muy necesaria, porque en el sentir popular está la imagen de que un bebé es una criatura pequeña que come, mancha pañales y duerme. Y entonces cuando observan a un bebé que come, mancha pañales, duerme poco, come mucho, llora si no está en brazos, y a veces llora incluso cuando está en brazos, empiezan a aparecer un sinfín de consejos y culpabilidades hacia los padres”. Armando Bastida cree que es muy sanador cuando alguien le dice a esos padres que “podría simplemente ser un bebé de alta demanda” y que lo que están haciendo parece que está bien, porque se está tratando de colmar sus necesidades con brazos, alimento, presencia y cariño. Lo que hacen esos padres no es la causa, sino la consecuencia: solo están tratando de sobrevivir y de ayudar a su bebé a estar bien.

La psicóloga Sara Tarrés recomienda el libro El amor maternal. La influencia del afecto en el cerebro y las emociones del bebé de Sue Gerhard, editado por Eleftheria: “Explica por qué el amor es esencial para el desarrollo del cerebro en los primeros años, y cómo las interacciones tempranas pueden tener consecuencias duraderas para el futuro emocional y físico de los bebés. Imprescindible para cualquier padre, madre, educador y pediatra que siguen pensando que es mejor dejar llorar al bebé antes que cogerlo. Lo recomiendo porque en el caso de los bebés de alta demanda es frecuente que se les deje llorar y se desatiendan sus necesidades. Estas circunstancias provocan un aumento en los niveles de cortisol en el pequeño e inmaduro cerebro de los bebés que, recordemos, está en construcción hasta más allá de los 21 años”. El cortisol es una hormona que se segrega ante situaciones de estrés y que tiene efectos muy negativos. Actualmente sabemos que unos niveles altos de cortisol están relacionados con muchas disfunciones emocionales como la depresión, la ansiedad, trastornos de la conducta alimentaria, alcoholismo y la obesidad. Así que no dejen a su hijo llorar.

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