Cuatro consejos para gestionar los nervios y la inseguridad de niños y adolescentes en las primeras semanas de curso
La vuelta al cole se hace un poco cuesta arriba y los menores se pueden mostrar irascibles. Para evitar que eso derive en conflictos en el hogar, los padres deben estar presentes y escuchar a sus hijos para que la adaptación, que afecta a grandes y pequeños, sea la mejor posible
Tan solo hace unos días que ha empezado el nuevo curso y parece que las familias hayan olvidado ya qué es eso de vivir sin prisas. Atrás quedan los días de vacaciones en los que había tiempo de disfrutar de los amigos y la familia, de conocer lugares nuevos, probar nuevas experiencias y pasar tiempo de calidad entre padres e hijos, sin apenas obligaciones. La vuelta a las aulas supone para grandes y pequeños recuperar las rutinas y las responsabilidades. Tener que madrugar e irse a la cama lo más pronto posible para poder descansar lo suficiente para ir a clase y, luego, a las extraescolares. Un ritmo frenético que atrapa a toda la casa y puede llenar la convivencia de enfados y reproches, pues las emociones están a flor de piel y cualquier pequeña desavenencia puede crear un conflicto en el hogar.
Después de casi tres meses sin clases, empezar de nuevo el ritmo escolar no resulta nada fácil para los estudiantes. Necesitarán tiempo para adaptarse a los nuevos profesores o compañeros, a los cambios de horarios, las rutas de transporte, las nuevas asignaturas, etapas educativas o actividades extraescolares. Una adaptación que provocará en ocasiones malestar e incerteza.
Las primeras semanas de curso se hacen un poco cuesta arriba. Los niños y adolescentes suelen mostrarse cansados, nerviosos e irascibles por el miedo a la separación de la figura de apego; la inseguridad por no saber si serán capaces de hacer nuevos amigos o de aprobar las materias. El mal humor y las rabietas son la manera más común con la que expresan todo el malestar que les producen estos cambios y volver a vivir con la prisa constante, sin tiempo para estar tranquilos en casa, descansar y dedicar tiempo a lo que les gusta.
En estas primeras semanas necesitan a su lado a padres y madres seguros y empáticos que, con su actitud positiva, les ayuden a ir adaptándose poco a poco a las obligaciones escolares y a organizarse correctamente el tiempo de estudio. Que les acompañen mostrándole grandes dosis de afecto y confianza y comprendan su estado anímico sin dejarse contagiar por él. Los progenitores deben estar presentes en su vida y regalarles tiempo para compartir con ellos todo aquello que sienten o lo que les sucede en el colegio; jugar un rato o resolver las dudas que pueden surgir antes de ir a dormir.
Para lidiar de la mejor manera posible con todo esto, aquí van cuatro consejos para acompañar a los hijos durante estas primeras semanas de curso:
- Cada niño y joven necesita un tiempo diferente de adaptación según su edad, personalidad o situación personal. Durante este tiempo aparecerán emociones desagradables como la rabia, la frustración, irritabilidad o el miedo. Emociones que el adulto debe acompañar desde el amor, la empatía y la serenidad. Hablar de ellas de manera natural ayudará al menor a sentirse acompañado y atendido, una validación emocional que facilitará estrechar el vínculo entre padres e hijos.
- Establecer rutinas en casa ayuda mucho a las familias a tener una convivencia más tranquila y planificada, donde cada miembro conozca muy bien cuáles son sus obligaciones. Las rutinas dan seguridad y potencian la autonomía y la iniciativa personal del niño o adolescente, haciéndole sentir que es una persona importante dentro de la familia.
- El tiempo, la paciencia y la amabilidad son claves en estos primeros días de curso tan agitados para todos. Harán sentir al niño que el adulto conecta con sus necesidades y comprende todo aquello que le pasa sin juzgarle, creando una dinámica positiva en casa, evitando así que haya conflictos o desavenencias constantes.
- Si el menor dice con frecuencia que no quiere ir al colegio y se muestra triste o malhumorado, el padre o madre debería investigar qué es lo que le produce tanto malestar. Una mala experiencia del curso anterior; un conflicto no resuelto con algún compañero; echar de menos a sus progenitores durante el día; o el miedo a cambiar de etapa educativa pueden provocar mucha inseguridad. Buscar momentos tranquilos donde él pueda compartir aquello que le pasa es clave para que aprenda a gestionar correctamente sus emociones y se puedan buscar soluciones juntos.
El proceso de adaptación escolar es el conjunto de todas las experiencias que cada niño o joven experimenta los primeros días de clase. Que el adulto esté presente y actúe con serenidad, y pueda calmar los nervios o malestar que siente su hijo en este tiempo, le ayudará a afrontar mejor el ritmo escolar y a coger confianza ante los nuevos desafíos que tendrá que enfrentar los próximos meses. Los padres deben contagiar al niño las ganas de aprender y de ir mejorando cada día mostrando su apoyo de manera incondicional.
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