Los mayores enemigos de madres y padres: agotamiento, vulnerabilidad y culpa
Educar no es una tarea nada fácil, conlleva aprender mediante muchas experiencias a través del ensayo y el error. No está exenta de conflictos o dificultades, pero también puede convertirse una tarea fascinante y muy enriquecedora
Si existe un tipo de literatura que haya estado saturada de cantidades industriales de azúcar, esa es la relacionada con la maternidad. Hasta hace muy pocos años, únicamente encontrábamos en las librerías novelas, ensayos o diarios en los que solo se hablaba de la parte más bonita de ser mamá o papá y de lo felices que estaban siempre los padres al ver crecer a sus hijos. Unos relatos poco realistas donde se enmascaraban o silenciaban todas las complicaciones que se encuentran las familias a la hora de educar.
Durante mucho tiempo, poco se habló de las dificultades que tienen las familias para conciliar su vida profesional y escolar, del cansancio extremo que les produce intentar llegar a todo o la frustración que puede generar tener la sensación de que no consigues aquello que te propones. Los escritos obviaban las emociones ambivalentes que puede llegar a sentir una persona cuando se convierte en padre o madre. Sentimientos, en ocasiones, relacionados con la culpa, la tristeza o la vulnerabilidad que imposibilitan a los progenitores disfrutar de la educación de sus hijos, pensar con claridad y decidir correctamente.
Por suerte, en los últimos años, y gracias en gran medida a las redes sociales y los libros poco edulcorados, las familias pueden compartir sin miedo a ser juzgadas todas las dificultades con las que se encuentran en la educación de sus hijos. También los sentimientos que en muchas ocasiones les limitan y les hacen sentir que todo aquello que hacen lo hacen mal.
La crianza es fascinante, pero también excesivamente complicada. Cuidar, sostener, dar ejemplo y tener paciencia es sumamente agotador y, en ocasiones, frustrante. Todos los progenitores sienten en algún momento que la educación de sus hijos les sobrepasa, agota o desborda. Que no poseen las habilidades o las estrategias necesarias para educar desde la calma o la empatía. Que pierden los nervios y acaban tomando decisiones desde la impotencia y no son capaces de disfrutar del día a día con sus pequeños o hacer frente a una terrible rabieta.
Nadie prepara a los papás y mamás para que sepan resolver con templanza las constantes peleas entre hermanos, para entender por qué sus hijos intentan saltarse los límites o no cumplen los pactos. De hecho, pocos padres podrían asegurar que jamás han sentido culpa al ver cómo perdían los nervios ante una conducta desajustada de su hijo o al alzar la voz y utilizar un castigo sin sentido cuando las cosas no han funcionado en casa.
Por eso, ser capaz de ser feliz en la crianza conlleva aceptar que las cosas no saldrán siempre como uno desea, que no siempre seremos capaces de dar respuesta a las necesidades educativas de nuestros hijos en sus diferentes etapas y que no existe un manual pedagógico que pueda asegurarnos siempre un éxito. Educar no es una tarea nada fácil, conlleva aprender mediante muchas experiencias a través del ensayo y el error. No está exenta de conflictos o dificultades, pero también puede convertirse en una tarea fascinante y muy enriquecedora.
¿Cómo pueden los padres educar sin sentir culpa ni agotamiento?
- Aceptando que los hijos no necesitan tener unos padres perfectos, sino unos progenitores que estén presentes y disponibles en su educación sin sentir pudor de admitir que no siempre tienen soluciones para aquello que está sucediendo. Los padres y madres deben aceptar sus errores e intentar aprender sin complejos ni excusas.
- Sabiendo que cada maternidad o paternidad es única y que está rodeada de diferentes circunstancias. En muchas ocasiones, debemos eliminar de nuestro estilo educativo conceptos o prejuicios equivocados que hemos heredado en nuestra infancia.
- Recordando que los hijos no vienen a la vida a cubrir las necesidades no satisfechas de sus padres ni a cumplir sus expectativas desmesuradas. Vienen a crecer, a aprender y a convertirse en aquello que ellos desean porque son seres únicos y libres, que tienen derecho a elegir aquello que les va a hacer felices.
- Pidiendo ayuda siempre que sientan que la educación de sus hijos les sobrepasa. Ser mamá o papá es un oficio muy complejo de desempeñar repleto de obstáculos y miles de lecciones por aprender. Tener personas que puedan orientar en la crianza aportará mucha tranquilidad y estabilidad.
- Estando dispuestos a no dejar de aprender, a formarse para conseguir educar desde el positivismo y el amor incondicional. Es conveniente aprender estrategias efectivas que den respuesta a las necesidades educativas en cada una de las etapas de desarrollo.
- Buscando el tiempo necesario para cuidarse, para desconectar y recargar pilas para educar con serenidad.
La educación lleva a las familias a vivir confrontando sentimientos opuestos, como el amor y el miedo, la alegría y la tristeza o la esperanza y la desilusión. La tarea de criar a un hijo es una tarea fascinante, pero a la vez caótica y estresante. Te empodera, pero también te limita. El secreto para poder disfrutar de este oficio es no querer nunca dejar de aprender. Como decía el escritor y filósofo Ralph Waldo Emerson: “El conocimiento es un antídoto para el miedo”.
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