‘Padres helicóptero’ o cómo la sobreprotección cría niños incapaces
Es esencial que los adultos ayuden a los niños a que crean en ellos mismos y debe imperar un estilo educativo sano donde se les ofrezca espacio para ser independientes, según varias expertas
Como padres queremos que nuestros hijos sean felices y para conseguirlo, algunas veces, evitamos ciertas emociones que pueden herirles, aunque muchas de ellas les sirven para aprender y afrontar los cambios y tropiezos que surgen en su día a día. Ana Lucía Urrutia, educadora emocional, asegura que cuando los padres y madres logran visualizar el futuro deseado para sus hijos, “es fácil prepararles para la vida porque les enseñamos a atravesar las piedras del camino y no a quitarlas”. Y reitera que las personas suelen validar las emociones que causan placer y olvidan que han de vivir las menos agradables: “La realidad es que aprendiendo a sentir emociones como la tristeza, el miedo, el enojo y la frustración, los más pequeños podrán ser capaces de enfrentarse a lo que les viene”.
La sobreprotección limita o anula la educación emocional. La profesional explica que con la pandemia se ha podido constatar la necesidad de desarrollar en los niños la inteligencia emocional. Los padres no actúan convenientemente cuando se dirigen a sus hijos con expresiones como: “Yo te llevo la mochila porque es muy pesada”; “Ven, te ato los tenis”; “¿Olvidaste tu tarea? Yo la pido por WhatsApp”. Con estas frases, “el mensaje que se traslada al niño es: lo hago por ti porque tú no eres capaz”, subraya la experta.
Urrutia argumenta que suele entrenarse a los niños en la debilidad y, al mismo tiempo, los padres no quieren que sean unos “fracasados”. En las familias no se les permite cometer errores ni aprender de ellos. “No se deja a los hijos entrenarse con sus miniproblemas para que cuando lleguen cosas mayores sepan atravesarlos”, manifiesta.
La experta sostiene que los padres han de acompañar a los hijos en el momento que aparezca una emoción que no es placentera, algo que implica validar lo que sienten, pero no resuelve: “Diciendo cosas como: “Veo que estás enfadado porque no te han invitado a la fiesta. Debe ser duro para ti”. En esta situación, por ejemplo, el adulto comprende y válida, pero no le da una solución. Porque si resolvemos todos sus problemas, seremos el mayor de ellos”, termina.
Existe privación para aprender y alcanzar los objetivos
Laura Sánchez von Bertrab, psicóloga especialista en niños y adolescentes, afirma que la sociedad en la que vivimos suele premiar que los padres hagan “todo” por sus hijos. No obstante, indica que tal actuación supone privarles de la oportunidad de aprender y les trasmite un mensaje contraproducente sobre su valía personal. “Impulsados, probablemente, por un profundo amor hacia su retoño, los adultos no dudan en asumir sus propias responsabilidades, sin darse cuenta de que fomentan su inseguridad y desconfianza y, eso, le motiva, al pequeño, a pedir ayuda ante el mínimo reto que se le presenta”, incide la psicóloga.
Sánchez von Bertrab incide en que la sobreprotección puede provocar en los niños sentimientos de miedo ante nuevos retos como resultado de su baja percepción, sentirse o definirse como incapaces, disminuir su tolerancia a la frustración y elevar su grado de dependencia: “Además, su desarrollo irá acompañado de problemas de autoestima y de autoconcepto”.
La experta destaca que la vida cotidiana ofrece a los niños diversos mensajes sobre las ventajas de la comodidad, de lograr las cosas “aquí y ahora” sin mucho esfuerzo. “Con un solo clic, llega el pedido a la puerta de tu casa. Si vas a un baño público, se activa todo un mecanismo para hacernos la vida más fácil: el agua descarga sola en el WC, los sensores activan la salida de jabón con tan solo pasar la mano bajo la llave, el papel reacciona ante otro sensor… No hay que hacer nada, solamente estar”, apunta.
Los niños necesitan aprender a resolver sus dificultades y sentirse útiles y, como cuidadores de referencia, se debe depositar la confianza en ellos. La crianza sobreprotectora, también llamada helicóptero (porque el padre sobrevuela al niño) es un estilo de educación perjudicial para el menor. En el libro Cómo criar a un adulto, de Julie Lythcott-Haimes, se exponen las serias consecuencias de presión y falta de habilidades para la vida y de identidad, de jóvenes universitarios que habían crecido con padres controladores y que no querían defraudarles. Para Sánchez von Bertrab, debe cambiarse invadir el espacio del hijo por brindarle hélices para volar por sí mismo.
Los ‘padres helicóptero’ crían niños incapaces
En el afán de dar todo y lo mejor a los hijos, se les priva de contar con un buen entrenamiento para la vida, que es enfrentarse a diversos momentos donde poner en marcha estrategias para reaccionar y se envía a un futuro sin práctica. “Los niños se convertirán en jóvenes y adultos, víctimas de un apego inseguro, que carecerán de pensamiento crítico, porque en el pasado siempre se ha resuelto todo por ellos”, argumenta Mariana Capurro, psicóloga con especialidad infanto-juvenil. “El mejor legado que se puede brindar a los hijos son las armas adecuadas para afrontar y aceptar todas las sensaciones, algo que les convierte en personas resilientes. De este modo, se tornarán en adultos con inteligencia emocional y eso, hará que sean seres exitosos en el resto de las áreas que tanto preocupan a las familias”, aclara Chapurro, quien certifica que proteger supone guiar, sintiendo seguridad y no temor.
Para la experta, es importante que como padres se ayude a los niños a que se conozcan y tengan esperanza en sí mismos, debiendo imperar un estilo educativo sano donde se les ofrezca espacio para que se vean independientes. “La sobreprotección les priva de todo eso, no les permite ser autónomos ni emocionalmente estables y, los limita a la aprobación constantemente”, concluye Chapurro.
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