“¡Menudas pintas!”: discutir con tu hijo adolescente por su corte de pelo, ¿vale la pena?
El cabello, como símbolo de autoexpresión, tiene un rol significativo en la construcción de identidad de los jóvenes. Un nuevo ‘look’ puede generar tensiones, pero siempre es más útil dialogar sobre la importancia de las decisiones personales y llegar a acuerdos que imponerles normas estrictas sobre su apariencia física
Durante la adolescencia, los jóvenes atraviesan una etapa de construcción de identidad. El cabello, como símbolo de autoexpresión, tiene un rol significativo en este proceso. Según la psicóloga y psicoterapeuta Carolina Plato Tello, los chicos y chicas experimentan la necesidad de controlar ciertos aspectos de su vida, y su apariencia personal es una de las áreas en las que más buscan autonomía. Además, recuerda que la pubertad es un periodo de cambio: “Los chicos empiezan a tomar decisiones sobre ellos mismos que, unas veces, son acertadas y otras, no tanto”. También remarca que es una fase vital para desarrollar su autoestima: “Buscan estilos que les diferencien de los demás y que les hagan ser ejemplos a seguir, y de esa manera ser aceptados y admirados por sus compañeros y amigos”. La psicóloga destaca que el entendimiento entre ambas partes es fundamental y que es importante que los padres vean la adolescencia como un periodo de aprendizaje en el que reinan las contradicciones y la confusión.
Los degradados, los cortes al cero y servicios como trazar rayas o líneas en el pelo y arreglar cejas son el pan de cada día entre los más jóvenes. “Algunas familias están cansadas de lidiar con ellos por la moda de los nuevos estilos de corte de pelo (con todos los laterales rapados e incluso una raya en la ceja)”, explica Ana Asensio, neurocientífica y psicóloga. “Y la realidad es que retocarse el cabello se ha convertido en una necesidad vital para los chicos, de ahí que pidan cita cada 10 o 15 días”, añade la experta.
“La presión por la belleza en los jóvenes se ha multiplicado en los últimos tiempos y las familias empiezan a preocuparse, olvidando que sus hijos sencillamente están en un periodo de rebeldía, en una etapa de formación de su identidad, en la que el estilo personal es esencial”, relata la también autora de libros como Vidas en positivo (B de Bolsillo, 2020), entre otros. Asensio añade que el corte de pelo es una moda pasajera basada en la imitación de modelos de redes sociales, deportistas y cantantes de referencia: “Los jóvenes siempre han tenido algunas conductas extremas porque su naturaleza siempre tendrá un punto transgresor y un aspecto de buscar el límite”.
Los testimonios de los padres: una mezcla de frustración y aceptación
“¿Te has visto en el espejo?”, “¡menudas pintas!”, “¡pareces un macarra!”, “¡este corte te queda horrible!”. Estos son algunos de los reproches más habituales por parte de los padres que están hartos de lidiar con los nuevos estilismos de sus hijos. Cada vez más jóvenes, de entre 13 y 18 años, según informa Asensio, viven obsesionados con su imagen y demandan pasar, como mínimo, una vez al mes por la barbería para poner a punto su corte de pelo. “La mayoría de los progenitores detestan esta moda y no saben cómo afrontar el conflicto. Algunas madres se muestran afectadas por la estética e incluso por el bolsillo”, explica la psicóloga.
Lorena González, de 52 años, madre de tres hijos varones, recrimina a sus hijos el coste económico que esto supone: “Sufre variaciones en tan poco tiempo que en casa no conseguimos adaptarnos, no les reconocemos. Arreglarlo más de una vez al mes nos parece un gasto innecesario”, explica. Marta Tirado, madre de 49 años, describe cómo lo maneja en su hogar: “He hablado mil veces con mi hijo sobre este tema y siempre acabamos discutiendo”. Ella no es la única que reconoce que a veces “se le ha ido de las manos” y le ha castigado por llevar “un estilo extremo”. Dice estar convencida de que hay algo detrás de esta moda: “Una imperiosa necesidad de llamar la atención”. A menudo los progenitores se enfrentan a sus hijos, aunque consideran que se trata de un simple acto de rebeldía.
Por ejemplo, Míriam Escudero, profesora de educación de Secundaria y madre, cree que los tiempos han cambiado y que ahora la adolescencia empieza antes de tiempo: “No quiero parecer la abuela cebolleta que piensa que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero sí creo que antes los niños eran más infantiles. La ropa la elegíamos los padres, les cortábamos el pelo nosotras mismas y todo valía”. Por otro lado, Luis Berlanga, padre de un joven de 16 años, relata una experiencia diferente: “Mi hijo decidió raparse completamente la cabeza un día, sin decirnos nada. Admito que me enfadé al verlo, porque me parecía una falta de respeto hacia las reglas familiares. Le regañé, pero luego me di cuenta de que tal vez estaba exagerando. Ahora entiendo que, al final, no era tan grave”. Él pone de relieve una verdad compartida por muchos padres: “En ocasiones, las reacciones pueden ser desproporcionadas ante lo que, en realidad, es una cuestión de gustos”.
“Si bien es comprensible que los adultos quieran guiar a sus hijos hacia decisiones que consideran más apropiadas, es importante recordar que el modelo del respeto o del miedo ya no funciona”, prosigue Asensio. “Es más útil dialogar, empatizar, llegar a acuerdos, aunque a los padres nos parezcan pequeños dictadores y pensemos que no tienen edad para decidir”, añade.
El equilibrio entre autoridad y libertad
Es normal que los padres se preocupen por la imagen de sus hijos, pero cuando el corte de pelo se convierte en una fuente constante de problemas es necesario reflexionar sobre lo que realmente está en juego. ¿Se trata de proteger a los hijos de posibles juicios sociales o de un deseo de mantener el control en la relación?
Para Natalia Sánchez, de 51 años y madre de tres chicos, la clave está en encontrar un equilibrio entre dar libertad y establecer límites: “No me encanta el corte que mi hijo eligió, pero creo que hay batallas más importantes por las que luchar. Le he dado la libertad de escoger su peinado, pero también le explico que algunas decisiones tienen consecuencias, como la impresión que puede causar en la escuela o en futuras entrevistas de trabajo”.
“Esta postura de compromiso parece ser una solución sensata. En lugar de centrarse en la apariencia externa, Natalia decide abrir el diálogo y enfocarse en las enseñanzas a largo plazo, sin imponer su criterio a la fuerza”, explica Asensio. Más allá de si el peinado es un tema superficial, según continúa la psicóloga, las discusiones al respecto pueden ser oportunidades valiosas para padres e hijos: “En lugar de ver el corte de pelo como una fuente de discusión, puede convertirse en una puerta para hablar sobre la importancia de las decisiones personales, la responsabilidad y las consecuencias. Permitir que los chicos tomen decisiones sobre su apariencia puede enseñarles a evaluar los pros y los contras de sus acciones”.
En definitiva, para esta experta, los padres deben preguntarse si vale la pena perder la paz familiar por un peinado que, al final, es temporal. Para muchos, la respuesta es no. “Pelear por algo tan efímero puede generar resentimientos innecesarios y dañar la comunicación con los hijos en aspectos que, en realidad, son mucho más importantes, como los valores, el respeto mutuo y el apoyo emocional”, retoma la psicoterapeuta Carolina Plato Tello. “Lo más importante es que los padres no se escandalicen, que no se enfaden y que no castren la iniciativa propuesta por el joven”, remarca. “Debemos aprender a escuchar, aprovechar las oportunidades de diálogo que tengamos con ellos y, sobre todo, mejorar el vínculo, no desde un punto crítico ni juzgándoles, sino contrastando ideas”, prosigue. Y añade: “Conocerlos bien es una tarea que ha empezado al principio de sus vidas, y esto debemos tomarlo como una oportunidad para ayudarles a reforzar su autoimagen y su relación con nosotros”.
Los padres, aunque a veces resulte frustrante, tienen la oportunidad de practicar la paciencia, el entendimiento y el diálogo. Plato incide en que hay que buscar formas de llegar a los adolescentes, “ya sea pasando tiempo con ellos o compartiendo actividades, y así poder conversar de una manera relajada, sin crispación y con serenidad”. En lugar de imponer normas estrictas sobre la apariencia física, puntualiza la experta, “muchos padres optan por dar a sus hijos el espacio para explorar, a sabiendas de que, a largo plazo, las elecciones de peinado rara vez definen quiénes serán como personas”. Y, tal vez, al soltar un poco de control, matiza Plato, descubran que la relación con ellos se fortalece en áreas mucho más importantes.
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