Cinco razones en contra y cinco a favor de implicarte en el colegio de tu hijo
A todos los padres con niños escolarizados les llega el momento en el que la comunidad educativa les pide ayuda. Para tomar la mejor decisión hay que tener en cuenta el tiempo, las ganas, el grado de responsabilidad de la tarea o si se está dispuesto a vivir en la constante confrontación
En toda historia que siga los patrones del viaje del héroe hay un momento decisivo para el protagonista. Recibe la llamada a la aventura y al principio se niega a escucharla… pero al final acepta y se acaba enfrentando a algo muy bestia que le cambiará la vida. De manera menos épica, pero con el mismo cambio vital, a todas las familias con críos matriculados en un centro les llega esa llamada. A veces es un correo general, a veces un cartel pidiendo voluntarios, a veces una profesora que lo plantea en clase o a veces una madre conocida que te atraca en el patio. “¿Quién quiere venir a ayudar con una actividad la semana que viene?” Puede ser leer cuentos, participar en un experimento, acompañar a la excursión, grabar un vídeo para el día de puertas abiertas… (En principio, lo de fregar los baños del patio no lo piden). “¿Quieres ser el delegado de clase?”, “¿Por qué no te unes al AFA?”, son otras preguntas.
Lo pueden formular de muchas maneras, pero básicamente es un “cruza la pasarela”, deja de ser un padre o madre más de la masa informe de repartidores y recogedores de niños y únete a nosotros un poquito más. ¿Cuál es la respuesta correcta ante esta llamada? Yo no puedo decidir por otros, pero para ayudarte en tu elección aquí te presento cinco razones a favor y cinco en contra de colaborar con el centro donde estudian tus hijos.
A favor
- Haz siempre todo lo que esté en tu mano para ayudar al crecimiento de tus hijos. Los profesores y el personal están agotados y cualquier apoyo externo les permite hacer más y mejores cosas por los alumnos.
- Es muy necesario el punto de vista externo de las familias. Desde fuera y sin estar atrapados en una rutina llena de burocracias, o aportando tu experiencia en otros campos laborales, puedes ver problemas o soluciones innovadoras que serán de gran ayuda o aportar un entusiasmo renovado que siempre va bien.
- Si no lo haces tú, no lo hará nadie. En una cultura donde el que puede se escabulle de sus responsabilidades, y encima se jacta de ello, pocos se ofrecen voluntarios para echar una mano. Pero tú no puedes silenciar tu sentido arácnido de la responsabilidad. Porque, además, al final todo acaba favoreciendo a tus hijos.
- Se necesita un relevo de familias. Los que ya han ayudado durante unos años también merecen descansar. Y los que se han enquistado en el poder también necesitan aires nuevos en el chiringuito. Como en la política, hay gente que se siente atraída por el poder—aunque sea mínimo y simbólico— y es capaz de pasarse más de una década “colaborando” en las asociaciones de familia, llegando a parecer casi un sindicato semiescolar. Si entras con energías nuevas puedes desatascar temas enquistados o plantear nuevos puntos de vista, que los que ya llevan tiempo ni se plantean.
- Si ayudas, te ayudarán. Se supone que todos somos iguales ante la ley, pero eso díselo al que se pueda pagar un gran gestor o un abogado carísimo y se reirá en tu cara. Y se supone que en el colegio van a tratar a todos los niños con la misma dedicación, pero tú y yo sabemos que si colaboras con el centro a tu hijo lo tratarán igual, pero con un extra de cariño. O tus correos los contestarán antes. O a ti te dejarán ir a lavabo de secretaría que es solo para profesores…
En contra
- No tienes tiempo. A duras penas llegas con energía hasta la medianoche apagando fuegos todo el día y sosteniendo la intendencia de familia-casa-trabajo como para sacar más horas y más fuerzas para ayudar con una sonrisa.
- Es su trabajo, no el tuyo. Los profesores y el personal del centro cobran para que todo funcione. Y si no les da la vida o los típicos responsables de Educación los sepultan con peticiones de informes absurdos y burocracia infinita, son ellos los que tienen que pelearlo. ¿O es que el profesor de tus hijos viene a tu trabajo a ayudarte?
- Quieres evitar tensiones y confrontaciones. Aunque en principio todo el mundo es muy educado y cordial, a más interacción humana y mayor diversidad de temas a tratar más posibilidades hay de enfadarte con alguien. A veces serán otros padres que no saben ni leer los mensajes, a veces serán discusiones tensas con responsables del centro porque las cosas “siempre se han hecho así” y no pueden cambiarse. Con buen criterio, no quieres mezclar la condición de padre con la de sindicalista en la oposición que pueda llegar a enfadar a profesores o personal del centro… y que de rebote eso afecte a tu hijo.
- No quieres saber “cómo se hace la comida”. Para vivir con cierta tranquilidad, ayuda confiar en la humanidad y pensar que todo el mundo hace bien su trabajo. Igual que es mejor no ver la cocina de un restaurante para evitar ascos, es mejor pensar que toda la logística del colegio al que has confiado tus hijos funciona a la perfección, que su personal es apasionado y cuidadoso y experto y que todos los aspectos se cuidan sin que nadie se equivoque. Y quizá entrar más allá de la puerta te llevará a descubrir que todo se aguanta sobre pilares agrietados.
- Las cosas nunca van a cambiar. Has visto padres entusiastas pedir firmas para cambiar cosas, has leído propuestas en los grupos de WhatsApp, has escuchado quejas que se llevarían a dirección, corre la leyenda urbana de que algún año cambiarán los patios para que sean inclusivos y no sean el chiringuito del puñetero fútbol… pero, al final, todo sigue igual. Si nada cambia, ¿para qué sacrificarte y quemarte tú?
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