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Las amas de casa son el colectivo más castigado por la pandemia con más de 9.000 muertes

Las tareas del hogar y los cuidados familiares son el desempeño que más fallecidos ha dejado en esta crisis, donde un 71% de ellos solo acreditaba estudios secundarios o inferiores

Personal médico revisa a una mujer en la comunidad de San Isidro Boxipe, Estado de México el día 13 de julio de 2020.
Personal médico revisa a una mujer en la comunidad de San Isidro Boxipe, Estado de México el día 13 de julio de 2020.Monica Gonzalez
Carmen Morán Breña

Los hombres están siendo más afectados que las mujeres por coronavirus y también las clases bajas respecto a las acomodadas, pero el colectivo que más muertos ha puesto en esta batalla en México es el de las amas de casa, con 9.192 defunciones en lo que va de pandemia. Le sigue el grupo de jubilados y pensionados, con 3.738, una parte de los cuales también son mujeres al cuidado del hogar. “En un país como México, las amas de casa son las proveedoras de la familia, las que se ocupan de los medios cotidianos para cuidar a los hijos y alimentarlos; para ello salen a la calle, toman transportes públicos y visitan con frecuencia los mercados, que están siendo uno de los grandes focos de contagio. Además, son las que cuidan a los enfermos”, dice Héctor Hernández Bringas, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien ha estudiado los datos oficiales del Gobierno sobre los fallecidos por covid-19.

El investigador ha analizado estas cifras cuando se contaban 40.417 fallecidos en todo el país en la base de datos de la Secretaría de Salud y una de las conclusiones más evidentes es que las clases humildes, “como en cualquier catástrofe o crisis o fenómeno natural” son las que más perjudicadas están resultando. Un 48,7% de los fallecidos tiene estudios de primaria como mucho cuando la población con ese nivel de formación es del 31,2%. Y lo mismo ocurre con quienes pueden acreditar estudios de secundaria o inferiores: son un 59% de los mexicanos, pero entre los muertos por covid suben hasta el 71,4%. “Yo no creo que esto tenga que ver solo con la ignorancia a la hora de comprender los mensajes o cuidarse del contagio. Mi impresión es que correlaciona más con el empleo; a menor nivel de escolaridad se reduce también el de ingresos y tienen que salir a la calle para trabajar”, dice Hernández Bringas.

En este sentido, no cree el investigador que los mensajes que llegan desde las más altas autoridades estén siendo los correctos. “Cuando te están diciendo que con una estampita del Sagrado Corazón de Jesús se cura la enfermedad, cuando hay gobernadores que sostienen que si eres pobre no te contagias porque esto es cosa de ricos, o ni el presidente ni el subsecretario de Salud se ponen el cubrebocas, pues no es el mejor ejemplo”. Además, el presidente, Andrés Manuel López Obrador, o la propaganda institucional, enaltece una forma de ser del pueblo mexicano, que saldrá adelante porque son fuertes y poderosos, casi como si fuera una cuestión de genética. Hernández Bringas dice que eso tiene relación con “una cultura de la masculinidad mal entendida. Machismo, en definitiva”. “Se trata de una manera de enfrentar la vida que aplican también en el caso de los homicidios, la violencia de género, enfrentan la vida sin cuidados”, con una gallardía temeraria cuando no suicida, como si no les afectara porque están hechos de una pieza.

Pero sin duda, lo que más afecta es la terrible disyuntiva entre la salud y el hambre. El perfil sigue siendo el de un hombre entre 40 y 69 años, ahí se acumula el 64% de los fallecidos, un 30% entre los mayores de 70 y un 6,7% son menores de 40. “El confinamiento para estas personas con las economías más débiles es casi imposible. Creo que el Gobierno debería facilitarles una renta básica o solidaria para que puedan estar en casa. Hay quien dice que ya es tarde, pero yo creo que estamos a tiempo, en muchos sitios están pasando lo peor de la pandemia”, dice el investigador. En algunos casos el contagio no es tanto por el trabajo que se desempeña, sino por el transporte público que se toma para llegar a la fábrica o a barrer las calles del centro de la ciudad.

En esta pandemia murió Luis Zamora, tenía solo 38 años y trabajaba de guarda de seguridad en un predio de la ciudad. Su viuda, Yadira Montesinos, dice por teléfono: “Es difícil saber cómo se contagió, pero sí, él iba y venía en transporte público”. Su trabajo también implica una exposición pública, los guardas son los que controlan la entrada y salida de la gente… “Sí”, responde apenas Montesinos. No es el único guarda de seguridad que ha fallecido en la misma empresa, Loist. “Ellos viajan, en muchos casos desde el Estado de México, donde no se han tomado las decisiones adecuadas hasta muy tarde y ha habido muchos contagios, cuando trabajan están con su cubrebocas, el gel antibacterial, pero fuera de eso no sabemos qué precauciones toman”, dice una portavoz de la empresa.

Del Valle de Chalco, en el Estado de México, era también la vecina de Mari Domínguez, una empleada de la limpieza doméstica. “Murió la mujer, de unos 40 años, y dejó dos hijos. También murió su mamá. Eran amas de casa, sí. La mamá de los niños vendía quesadillas en la calle, al principio dijeron que se había contagiado de eso, pero quién sabe”, dice. Finalmente el viudo también falleció y una tía se ha hecho cargo de los niños.

Las cifras oficiales hablan de 395 vendedores ambulantes fallecidos, pero también de 2.138 conductores de todo tipo de medios de transporte (un 10% del total de las muertes). Los trabajadores del sector público suponen un 11,8% de las víctimas mortales y los albañiles el 5,3%. “No han dejado de trabajar porque aunque hayan parado las grandes obras mucha gente ha aprovechado el confinamiento para hacer arreglos en casa”, afirma Hernández Bringas, que trabaja en el Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinares de la UNAM.

Efectivamente, algunos empleados, aunque hayan mantenido, sin ir a trabajar, el sueldo que recibían, que nunca era mucho, han aprovechado para hacer algunos trabajos extra y ganar algo más. Si el Gobierno se decidiera a dar una renta mínima para ellos, “que no lo hará, tendría que articular una serie de sanciones para quien no observara el confinamiento, sería la forma de evitar que salieran a otros desempeños”, sostiene Hernández Bringas.

Y cree que aún se está a tiempo de paliar los estragos de la epidemia, cuyo número de fallecidos la sitúan ya en la tercera causa de muerte tras la diabetes y las afecciones coronarias, superando al cáncer. Y eso que no se han contado las defunciones que mueren al margen de las cifras oficiales, tres veces más, como ha admitido el Gobierno.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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