Tres mujeres asesinadas y un lamento en La Mañanera: México ante el espejo de la violencia contra las mujeres
El Gobierno mexicano celebra la cumbre global feminista de la ONU, mientras tres sucesos profundizan la crisis de la violencia de género en el país
Un ataúd blanco que lleva el cuerpo de una adolescente de 16 años, que fue atacada por un hombre, es cargado por sus compañeras de escuela en el Estado de México; un mototaxi a medio hundir en las aguas de Holbox como testigo del brutal asesinato de una mujer cuyo cadáver apareció con las manos atadas y los pechos amputados; un vídeo que muestra a dos policías que someten hasta la muerte a una inmigrante salvadoreña en las calles de Tulum. Son las tres imágenes que en la última semana han mostrado, una vez más, que en México la violencia contra las mujeres está todavía lejos de acabarse. Los tres sucesos han causado indignación entre los mexicanos, que mientras digieren la dureza de uno de los casos empiezan a enterarse del siguiente. La frecuencia con la que estos crímenes ocurren impiden que todas las historias sean contadas y generan una especie de anestesia entre la población en la que un feminicidio ocurre un día sí y el otro también: lo que para otras sociedades es una excepción y una falla gravísima, para México es el pan de cada día.
La indignación existe, pero la página se pasa pronto en un país que en el último año ha acumulado 969 mujeres víctimas de feminicidio, el segundo con más delitos de este tipo en América Latina después de Brasil. La costumbre consume no solo al mexicano promedio, también al sistema judicial que poco hace por resolver estos casos –si es que alguno llega a su puerta–, así como al discurso gubernamental que desde Palacio Nacional es omiso con las víctimas y combatiente contra quienes reclaman. Wendy Yoselin, de 16 años, salió de su casa a pasear con su novio hace una semana en Xonacatlán, Estado de México. Jamás volvió. Karla M, de 29 años, salió a trabajar en su mototaxi en la isla de Holbox, en el caribe mexicano. Sus familiares encontraron sus restos. Victoria Esperanza Salazar, de 36 años, salió de El Salvador para buscar oportunidades de trabajo en el caribe mexicano. El vídeo de su cuerpo bajo las rodillas de un policía en Tulum llegó hasta su país a través de las redes sociales.
A estos tres nombres se suman los de miles de mujeres que salieron de casa –probablemente con miedo– y que no regresaron con vida. Víctimas de homicidios perpetrados por hombres, cuyo argumento es que ellas eran mujeres. Los nombres de muchas de ellas llegaron a las puertas de Palacio Nacional el pasado 5 de marzo de la mano de la sociedad civil, como respuesta a la decisión del Gobierno mexicano de instalar una muralla de metal para proteger el edificio de las protestas del Día Internacional de la Mujer. El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, mientras tanto, ha seguido con un discurso que desdeña la lucha feminista y la señala de “simulación” al servicio de otros hombres, “sus adversarios conservadores”. El argumento de las mujeres fue más potente que el discurso del mandatario: un muro de más de 100 metros repleto con letras blancas con los miles de casos sin resolver.
El mismo lugar ante el que las mujeres protestaron hace tres semanas, se convirtió la mañana de este lunes en la sede del Foro Generación Igualdad de Naciones Unidas, una conferencia para calibrar la agenda global para disminuir la desigualdad en la que viven las mujeres. Las voces de António Guterres, secretario de la ONU; Phumzile Mlambo-Ngcuka, directora de ONU Mujeres; y del presidente francés, Emmanuel Macron, en favor de la igualdad con el reconocimiento de un histórico rezago para las mujeres contrastó con el discurso del presidente López Obrador. El mexicano insistió en su agenda gubernamental –de lucha contra la pobreza y la corrupción– antes que reconocer los problemas asociados a la violencia contra las mujeres en México. “No puede separarse, verse como una cosa, como un movimiento desprendido del hecho de que prevalece en el mundo un sistema político-económico que oprime, que explota, que humilla a hombres y a mujeres”, dijo en su intervención. López Obrador muestra que carece de un diagnóstico en el que la desigualdad puede separarse por género y –menos aún– que señale las condiciones menos favorables para las mujeres.
El mandatario ha presumido de un Congreso paritario, cuando las mismas legisladoras han denunciado que los peldaños donde se toman las decisiones legislativas cruciales están acaparados por hombres. “Los acuerdos se toman en las cantinas. Y ahí no entra una mujer. Cuando regresan ya está todo decidido”, contaba la diputada Martha Tagle en 2019 a este diario. López Obrador ha entregado en un discurso un panorama que dista de lo que ocurre todos los días en las calles de México, una especie de gaslighting –la alteración de la percepción de la realidad hacia las mujeres mexicanas– fácilmente desmontable. “No hay tolerancia para el machismo, ni hay tampoco impunidad, se castigan crímenes de odio y feminicidios. Las mujeres en nuestro país son libres y cada día que pasa deseamos que sean más libres y sobre todo que se acabe la desigualdad, no solo entre hombres y mujeres, sino entre clases sociales”, siguió.
Las palabras del presidente no encajan con los datos que señalan que un 21% de las mujeres se quedó sin empleo durante la pandemia, siendo el sector de la población más afectado, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Menos con el hecho de que las mujeres dedican ahora cuatro horas más al trabajo doméstico no remunerado que los hombres, y tampoco con la brecha salarial que el mismo Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) sitúa en el 19%. México es el país donde 10 mujeres al día son asesinadas y el 97% de los feminicidios quedan sin resolverse ante la justicia. Donde 4 de cada 10 mujeres adultas han sufrido algún tipo de violencia sexual durante los últimos seis meses de 2019, según un informe de la organización México Evalúa.
Frente a los ojos internacionales – el foro de la ONU y el pronunciamiento del presidente salvadoreño, Nayib Bukele, ante el homicidio de Victoria Salazar– López Obrador reconoció que la inmigrante “fue brutalmente tratada y asesinada”. “Es un hecho que nos llena de pena, de dolor y de vergüenza”, dijo el mandatario. Ha sido la primera vez que la tribuna de La mañanera –la conferencia matutina del presidente mexicano– abre un hueco para condenar en voz de López Obrador la violencia contra las mujeres. Un primer lamento que aún no alcanza la grave dimensión del asunto que afecta a la mitad de la población del país. Un problema sistémico y una cuenta pendiente para cualquier presidente de México desde hace más de dos décadas.
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