Las deficiencias recurrentes de la central nuclear de Laguna Verde reviven fantasmas del pasado
La Asociación Mundial de Operadores Nucleares ha calificado como “mediocre” el desempeño histórico de la planta mexicana y señala problemas significativos de liderazgo y en la administración del riesgo
En abril de 2018, cuando la Asociación Mundial de Operadores Nucleares (WANO, en inglés) emitió su evaluación bianual sobre el desempeño de la Central Nuclear de Laguna Verde (Veracruz), la única de su tipo en México, la planta recibió una calificación promedio de 80,9 (en una escala de 100 puntos): casi 15 puntos por debajo de las otras 36 centrales evaluadas por WANO, que habían obtenido una media de 95,7.
No era la primera vez que la planta mexicana, propiedad de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), recibía una calificación por debajo del promedio en los exámenes de la asociación, basados en indicadores como operación, confiabilidad y seguridad de las instalaciones y del personal. De hecho, era un puntaje consistente con su desempeño histórico, que la WANO califica como “mediocre” en su evaluación. Pero en los meses siguientes, la situación empeoró: para el tercer trimestre de 2020, el rendimiento de la planta había bajado a 72,5 puntos, y la persistencia de algunos problemas comenzaba a evocar la situación de la central en los años 90, una década caracterizada por fallas operativas.
Aunque CFE mantiene con WANO un acuerdo de confidencialidad que impide la difusión pública de las evaluaciones bianuales, un sumario del examen de 2018 e informes trimestrales posteriores a los que accedió EL PAÍS revelan el estado de la central y los interrogantes sobre el futuro de Laguna Verde, cuyos dos reactores (unidades 1 y 2) generan cada uno 810 megavatios que representan un 4% de la capacidad eléctrica instalada de México y 2% de la generación total del país.
El señalamiento del club atómico es claro: sin gobernanza corporativa, supervisión y apoyo a la operación, Laguna Verde no podrá alcanzar y mantener altos niveles de seguridad nuclear y confiabilidad. Algunas áreas, indica el reporte del grupo de 2018, funcionan de hecho con “los niveles más bajos” en comparación con la industria nuclear mundial. Entre ellas se mencionan las pérdidas forzadas de energía, los paros automáticos de la unidad 2, la indisponibilidad de los sistemas de alta presión de la unidad 1 y las dosis colectivas de exposición a radiación de los trabajadores.
Las observaciones sobre el funcionamiento de cada uno de los dos reactores sugieren medidas específicas —una mayor atención al manejo del riesgo y a la ejecución de apagados de la central y seguridad radiactiva en la unidad 1, o supervisar la conducta de los trabajadores y prevenir incidentes en la unidad 2— pero hay un foco general puesto en la gerencia de la planta: WANO achaca una gran parte de responsabilidad a los dirigentes de CFE y los gerentes de Laguna Verde. Mientras que, según el examen, los primeros no han impuesto “altos estándares” ni han desafiado a los líderes de la planta para mejorar la seguridad y la confiabilidad ni proveen de apoyo adecuado a la central en “actividades complejas”, los gerentes de la planta “no han creado la urgencia necesaria para corregir temas antiguos”, toleran desviaciones de procedimientos y estándares operativos y no reducen el riesgo asociado a la baja confiabilidad de los equipos.
El físico Rubén Dorantes, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, cree que parte de estos problemas son consecuencia de la antigüedad de la instalación. “Tiene 45 años de construcción. Tardó 15 años la construcción de la primera unidad. Ha sido toda una serie de problemas que se han presentado, porque desafortunadamente es un proyecto único en México y no tenemos toda la infraestructura, la experiencia y las empresas para dar servicios diversos en los tiempos que se requieren”, dice. Y añade: “Un problema serio es la falta de inversión, porque requiere de mantenimiento y supervisión continuas. Nunca han respondido adecuadamente a los cuestionamientos sobre la planta”.
En la evaluación de WANO, Laguna Verde quedó en la categoría de “planta de enfoque”, que significa que “se identifican brechas significativas en competencias de liderazgo, administración de riesgo y trabajo en equipo que impiden alcanzar resultados sostenibles”. La perspectiva de la asociación es clara: los esfuerzos por recuperar y mantener altos niveles de desempeño en la planta son “improbables” sin abordar los problemas descritos. Por estos motivos, la asociación recomendó instaurar una supervisión corporativa efectiva.
Como respuesta a esos señalamientos, el Consejo de Administración de CFE decidió en su sesión virtual del 29 de abril pasado la creación de la Coordinación Corporativa Nuclear, con el objetivo de fortalecer “la seguridad y operación” de la central. Ni WANO ni CFE respondieron a la consulta de este periódico. No obstante, algunos de los problemas a los que se enfrentan los responsables de Laguna Verde parecen tan antiguos como la planta misma.
Una historia repetida
Cuando México ingresó al club de la generación nucleoeléctrica en 1990, el país imaginó aquella entrada como el comienzo de una senda tecnológica sin parangón. En 1989, antes de la inauguración de la unidad 1, el entonces director de CFE, Guillermo Guerrero Villalobos, dijo que el país se incorporaba a la era nuclear y daba un paso más hacia la modernización. Pero la ilusión empezó a desdibujarse pronto: antes de su arranque en 1990, la unidad 1 ya había sufrido desperfectos.
La profesora Claudia Gutiérrez de Vivanco, fundadora del Grupo Antinuclear de Madres Veracruzanas —que se opusieron a Laguna Verde desde 1987 a raíz del accidente de la planta de Chernóbil en abril de 1986—, recuerda cómo, a medida que atestiguaban los contratiempos en la edificación de la generadora, se fueron convenciendo de sus riesgos. “Desde un principio, en cuanto pudimos conocer la forma en que había iniciado el proyecto, el proceso lento de construcción y las problemáticas que se dieron, tuvimos dudas”, dice a EL PAÍS.
Las pruebas de operación en 1988, que requerían 188 días, se prolongaron a 785 por fallas múltiples. Entre 1988 y 1990, la estación sufrió una fuga de refrigerante del reactor, paros de emergencia, un derrame de ácido sulfúrico, descarga de agua radiactiva al drenaje y entrada de agua de mar al circuito primario de enfriamiento. En 1993 se registró un derrame de cinco millones de litros de agua contaminada radiactivamente al mar.
En 1995, una fuga de boro contaminó el núcleo del reactor. Al año siguiente, varios trabajadores estuvieron expuestos a emisiones radiactivas fuera de los límites permisibles. En 1998, un accidente durante las labores de recarga de uranio liberó radiactividad al ambiente.
La crisis llegó a un punto álgido en 1999, cuando Greenpeace México obtuvo el más reciente examen de WANO que reveló áreas gerenciales y organizativas débiles o ignoradas, al punto de encaminarse a la “falla institucional”, entendida como la combinación de factores causales y sucesos que derivan en la caída total del sistema, según la conclusión del ya fallecido experto inglés John Large, quien revisó el informe. La asociación evaluó entonces 37 actividades que presentaron más de alguna deficiencia.
Dos décadas después, en un informe de auditoría sobre Laguna Verde de junio de 2019, la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardias (CNSNS), el regulador atómico de la Secretaría de Energía de México (Sener), reconoció el señalamiento recurrente de deficiencias en Laguna Verde “prácticamente desde los inicios” de su operación comercial en 1990. No obstante, en julio del año pasado, luego de que la CNSNS revisara las condiciones de seguridad de la planta, Sener renovó la licencia de operación de Laguna Verde por otros 30 años.
En los últimos seis meses, la nucleoeléctrica mexicana ha registrado varios sucesos serios como fugas de combustible, paros forzados y pérdida total de energía externa, lo que sugiere que CFE no ha podido o querido implementar las recomendaciones de WANO desde 2018.
Gutiérrez de Vivanco pide más responsabilidad del regulador nuclear en la vigilancia de la central. “Estamos muy preocupadas por los acontecimientos presentados y que no haya una respuesta contundente por parte del Gobierno. La situación de 1999 se viene a repetir. Esa vez WANO emitió más de 200 recomendaciones y, por lo visto, la situación no ha variado”, enfatiza.
El académico Dorantes subraya que los procedimientos deben seguirse en orden estricto, “porque no es cualquier planta. Entramos en una etapa de mayor riesgo. Por su ubicación geográfica, la planta está expuesta a irradiación solar y la salinidad. Los ambientes en México son muy agresivos y hay una degradación natural”.
En una entrevista con la revista Forbes México en abril último, Rocío Nahle, secretaria de Energía, reveló que esa dependencia analizaba la viabilidad de un pequeño reactor modular nuclear para generar 200 megavatios en Baja California o Sonora, para amortiguar la escasez de electricidad en esa zona. Pero, como presidenta del Consejo de Administración de CFE, Nahle tiene un reto mayor: resolver las deficiencias de Laguna Verde.
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