Santiago Arau, el retratista de México desde el aire
El fotógrafo ha centrado su trabajo en la imagen aérea de los paisajes del país e historias en torno a la pandemia de covid-19
Lo que parece una tarde cualquiera en el Bosque de Chapultepec, en Ciudad de México, de pronto es interrumpida por un zumbido que viene desde el aire. Un dron sobrevuela las cabezas de los visitantes de la fuente de Tláloc, en el Cárcamo de Dolores. Una polvareda se levanta alrededor del aparato que en segundos se eleva a casi un kilómetro de altura y cuyo objetivo es retratar desde el cielo uno de los paisajes más representativos de la capital mexicana.
Abajo, en la tierra, el fotógrafo Santiago Arau Pontones (Ciudad de México, 1980) es el encargado de maniobrar este dron con un pequeño control remoto. Es difícil pensar que con ese mando a la distancia el aparato volador de varios kilos de peso pueda sobrevolar con tanta precisión para tomar imágenes de alta definición. “Los fotógrafos vivimos de las cosas que nos sorprenden, por eso es importante capturar las cosas que nos importan”, dice Arau en entrevista con EL PAÍS, luego de pasar una tarde entera capturando los recovecos de esta fuente de inspiración prehispánica.
Aunque lleva más de dos décadas trabajando como fotógrafo profesional, fue hace unos siete años que decidió retratar los paisajes de México desde sus cielos con varios drones. “La técnica con drones hace más precisa la fotografía aérea”, comenta. “Es un equipo muy caro, pero nada se compara con tener un helicóptero que te permitía hace varios años tomar esas fotografías, muy pocas personas se podían dar ese lujo”, dice.
Este día ha traído dos aparatos voladores y a seis personas para poder operarlo correctamente. El costo de este vehículo aéreo no tripulado es de unos 10.000 dólares, sin contar el equipo fotográfico y las pilas que se requieren para sobrevolar por varias horas. Aunque siempre fue un apasionado de las imágenes desde las alturas, no fue hasta la comercialización masiva de los drones lo que le permitió especializarse en este campo.
Inició su carrera como fotógrafo aficionado a los 15 años y luego estudio en varias instituciones privadas, hasta que hace unos años se certificó como operador de dron para poder sobrevolar aparatos de más de dos kilogramos en el espacio aéreo. “Antes pedía permiso para subirme a los edificios, hoy pido permiso para volar”, cuenta.
Un cronista de altura
Arau se ha dedicado a retratar la Ciudad de México de todos los ángulos posibles. Desde el suelo, desde los edificios, desde el aire, las imágenes de este fotógrafo han captado los bosques, las barrancas, la arquitectura y también los rostros de sus habitantes. No obstante, su trabajo lo ha llevado a recorrer buena parte de México con sus drones en varias maletas. Su primera exposición, Territorios, fue una hazaña de recorrido de 30.000 kilómetros y 5.000 imágenes. “Nunca me imaginé que con esto podría exponer en San Ildefonso”, cuenta. Las imágenes de México desde el cielo, de pronto parecen una imagen abstracta o hasta una imagen sacada de un microscopio. “Esta técnica te puede dar un detalle muy preciso de las cosas que buscas contar”, dice.
Sin embargo, uno de los momentos definitivos para su carrera fue el terremoto de septiembre de 2017. “Tuve oportunidad de ver a tantas personas tratando de ayudar, que yo lo único que pude hacer fue salir a contar lo que estaba pasando”, recuerda. Durante toda esa semana recorrió decenas de colonias e hizo cientos de imágenes desde la tierra y desde el aire, con una cámara fija y con su dron. El fotógrafo capitalino decidió compartir de forma gratuita su trabajo con medios de comunicación, instituciones y el público en general. Su intención, dice, ha sido contribuir a crear un archivo histórico que nos ayude a recordar. “Mi primer recuerdo fue el sismo de 1985, algo que me impresionó mucho y que después de 2017 seguirá impresionando”, señala.
La pandemia que cambió su narrativa
En marzo de 2020, poco antes de que se declarara la contingencia sanitaria por la pandemia de covid-19, Arau se encontraba haciendo lo que más le gusta: contar historias de su ciudad. “En un momento estaba centrado en el movimiento del 8M desde el aire, un momento histórico, las calles del centro de la ciudad vestidas de morado combinándose con las jacarandas, tan solo unas semanas antes de que todo se cerrara”, recuerda.
A finales de marzo, Arau salió a las calles de la capital para encontrarlas prácticamente vacías. “Se nos decía que nos quedáramos en casa, pero en ese momento me di cuenta de que no todo mundo se podía quedar, algunos tenían que salir a la calle, lo que sirvió de reflexión en un momento muy decisivo para el país”, dice.
Su trabajo no solo se vació en el insólito momento del paisaje urbano desierto. También salió, cámara en mano, a retratar el rostro de decenas de médicos, enfermeras, paramédicos y otros personajes que combatieron la covid-19. El 2020 fue un año decisivo para el creador, tanto así que decidió tatuarse con tinta roja el año que cambió su vida en uno de sus brazos. “Fue un año que pasó de todo en mi cabeza: miedo, angustia, tranquilidad, consuelo, esperanza… también me enfermé”, recuerda. Estas imágenes le valieron para crear una exposición en el Museo Interactivo de Economía (MIDE), que cuenta desde varios puntos de vista cómo la capital de México se enfrentó a la pandemia.
Dos años más tarde, el también cineasta está buscando cerrar esta página para seguir contando las historias de Ciudad de México desde el aire. “Siempre he querido hacer un libro con fotos de la ciudad, pero se requiere mucho tiempo para hacerlo”, reflexiona. Aunque su trabajo le ha valido miles de seguidores en redes sociales, hoy su tarea está enfocado en impresiones de gran formato que se puedan ver en museos. “Lo más importante de esto es retratar lo que más te importe, sin importar la cantidad de likes que puedas tener”, concluye, poco antes de guardar su equipo para sobrevolar en pocos días otra zona de esta gran ciudad.
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