El fuego, el arte y la química de Liniers & Montt
La pareja de ilustradores vuelve a los escenarios mexicanos en el Festival de Cine de Guadalajara con su espectáculo ‘Stand Up Ilustrado’, en el que mezclan el dibujo en directo con la comedia. El lunes y el martes lo presentan en Ciudad de México
De niño, Liniers todavía se llamaba Ricardo Siri y era un artista con mala suerte: sus padres le dieron tan buena infancia que no generó esos traumas necesarios que moldean a los creadores más oscuros y transgresores. Aunque hubo pequeñas chispas que recondujeron al argentino hacia el dibujo, cuenta ante un auditorio lleno de gente en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara durante el show Liniers & Montt: Stand Up Ilustrado. Una tarde aburrida, dos de sus primos y él hicieron barquitos de papel siguiendo las instrucciones de una revista y llenaron la bañera de agua para tener una buena batalla naval. El resultado fue decepcionante. Así que a su primo se le ocurrió embadurnar la flota con alcohol y prenderla fuego. De paso, casi queman también la casa.
El barco hecho con el patrón de la revista, defiende Liniers este sábado de junio, es la Academia: un diseño que han repetido hasta la saciedad miles de personas antes. El fuego es la innovación, lo rompedor: el arte. Los gritos de su madre cuando los descubrió, la crítica. Mientras habla, una enorme pantalla a sus espaldas muestra dibujos a rotulador negro de un barco en llamas que su compañero-socio-cómplice-amigo, el también ilustrador Alberto Montt, ha esbozado mientras él contaba su historia. Y el público, claro, se ríe.
A la mañana siguiente, Liniers aparece en el vestíbulo de su hotel con una camiseta de Twin Peaks, barba gris poblada, gafas grandes y una vieja cartera de cuero marrón: el look oficial del artista indie. Al rato llega también Montt, con la cabeza rapada, una camiseta de rayas y paso lento. Son las dos caras de una misma moneda: Montt (49 años), ecuatoriano-chileno, tiene una vena más oscura y corrosiva; Liniers (48 años), argentino, se declara un optimista que aún espera recuperar algún día el walkman con una cinta de los Rolling que le robaron cuando era adolescente. Montt habla con calma y Liniers dispara palabras como si fuera un niño hiperactivo. Montt sufre de ansiedad y Liniers tiene un aire despreocupado.
Ambos son dos de los ilustradores más reconocidos de Latinoamérica. Montt, que ahora vive en un pueblo medieval de Francia, creó el premiado blog Dosis Diarias. Liniers vive en Vermont, Estados Unidos, publica una viñeta al día y es el creador de la tira cómica Macanudo, con el inolvidable personaje de Enriqueta. En 2018 ganó el Eisner, algo así como el Óscar de los cómics. El lunes y el martes actuarán también en Ciudad de México, con todas las entradas vendidas para el segundo día.
Hay personas que generan entre ellas una química innegable. Liniers y Montt se suben al escenario y los dardos empiezan a volar. La sátira, la acidez y el humor negro ocupan todo el espacio del teatro y electrifican el ambiente mientras esos dos se ríen entre ellos de cualquier cosa y por cualquier cosa. Se insultan con la confianza de los viejos amigos. “Una de las gracias para nosotros es pasarla bien, si no se ríe este [señala a Liniers] no tiene ninguna gracia. Cuando hay un juego entre el público y nosotros se pone muy divertido”, dice Montt.
El show va así: Montt comienza un monólogo sobre sus problemas intestinales o la relación con sus hijas. Liniers lo dibuja todo, simultáneamente. Luego, cambian los roles: Montt ilustra y Liniers comienza su discurso. Una fórmula que se sostiene en la complicidad entre la pareja; entre palabras y trazos; entre humor y viñetas. Y el público, cómo no, se ríe.
“La química es muy difícil de conseguir. Necesitas de una conjunción de cosas medio complejas”, dice Montt. Los dos explican el triunfo de su show, precisamente, en la dualidad entre ellos, en esa relación especial que consigue contagiar con sus risas al público. Es como un juego, dicen, que se va construyendo en el escenario y con la audiencia, a la que interpelan en varios momentos.
En la tercera parte del espectáculo, ambos se sientan y dibujan a la vez. Llega el momento de hablar de cine, pero a su manera personal y delirante: una teoría sobre cómo el Titanic se podría haber salvado de naufragar si Leonardo DiCaprio hubiera dejado al personaje de Kate Winslet suicidarse al principio de la película; una subtrama de Star Wars que muestra el racismo recalcitrante de Luke Skywalker, Han Solo y la princesa Leia contra los wookiees...
—¿Cambia mucho dibujar en directo a la tranquilidad del estudio?
—Sí —responde Montt—, somos inteligentes a cámara lenta.
—En el show los dibujos son expresionistas sí o sí—, añade Liniers.
Empezaron a hacer el show en 2015. Liniers venía de girar con el cantante Kevin Johansen. Dibujaba en directo mientras él tocaba. A él y a Montt se les ocurrió adaptar la idea a un formato de Stand Up. El primer espectáculo fue en Ciudad de México, en una sala pequeña. Les gustó, al público también, y siguieron. “Se transformó en una excusa para vernos, desde que nos conocemos y nos hicimos amigos nunca hemos vivido en el mismo país, tenemos que hacer estas cosas para juntarnos y charlar”, bromea Liniers, colaborador de El País Semanal o The New Yorker.
Desde entonces, el espectáculo ha evolucionado. Aunque suelen seguir unas líneas como base, no funcionan con guion. “La dinámica del show es mucho de improvisación y lo que sale en ese momento, por eso es tan estúpido todo, hay una buena parte que nos estamos riendo de lo que hacemos nosotros y no sabemos si al resto le está causando gracia. Como no tenemos un guion, como no somos profesionales de esto, los dibujos cambian siempre. Y si cambia el dibujo, cambia toda la dinámica”, explica Montt.
Nunca ensayan juntos. A veces lo que va a hacer el otro es una sorpresa. Aunque hay algunos monólogos que sí repiten: esos los pulen a lo largo del tiempo y las actuaciones. Empiezan como algo simple y van ampliándolos, aportando matices, exprimiendo las anécdotas hasta que obtienen todo lo que pueden de ellas. Durante la pandemia, como el resto del mundo, tuvieron que parar. Pero les apetecía seguir haciendo comedia. “En esos momentos es cuando más lo necesitas. Es como una válvula de escape”, dice Liniers. Entonces comenzaron a grabar La vida es increíble, un podcast en el que conversan de cualquier tema, como dos amigos que hace tiempo que no se han visto y quedan a comer.
En un momento dado de Stand Up Ilustrado, Montt habla del bofetón de Will Smith a Chris Rock en la última gala de los Óscar y la reciente agresión al cómico Dave Chapelle en mitad de un monólogo. Ha abierto el gran debate que persigue a la comedia en los últimos años: los límites del humor. “Yo pido que si alguien se ofende por un chiste, que pegue a Liniers”, se ríe Montt.
—¿Todo vale en el humor?
—Igual que en el cine o en el teatro. Hay gente que toma el humor como una agresión. Yo no quiero hacer chistes racistas, pero puedo hablar de raza. Con el humor negro no te puedes quedar con la primera lectura, normalmente lo que dices es lo contrario de lo que quieres decir. El contexto lo es todo—, opina Liniers.
—Y hay gente que piensa que el bullying es humor—apunta Montt.
Para ellos, el arte es como una “maraña” que hay que desenredar. Con muchas capas, algo que tienes que pensar dos veces, no quedarte con la primera interpretación. Hace un par de meses, Montt dibujó una viñeta en la que un cerebro le dice a un clítoris: “Te sientes la estrella, pero yo hago una buena parte del trabajo, ¿sabes?”. Alguien se ofendió y le respondió que él, como hombre, no podía dibujar un clítoris. “Hay un gran problema con la obsesión millenial de callar discursos”, considera Montt. Liniers le da la razón: “Es una generación que está entendiendo que el arte es hacer autobiografía. Y no”. El arte es fusión, como la cocina, defienden: bebe de mil fuentes, de mil culturas, y así es como se enriquece.
El show se está acabando. Liniers se pone en pie, cuenta la última anécdota y de despedida, se abraza con Montt mientras suenan los Rolling Stones. You can´t always get what you want. Al día siguiente, cansados, harán esta entrevista, posarán poniendo caras al fotógrafo, comerán con algunas personalidades de la ciudad, firmarán libros, descansarán. Les espera la Ciudad de México: el fuego, el arte y la química.
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