El futuro de la Suprema Corte es femenino
La designación de la ministra Norma Piña al frente del máximo tribunal multiplica las perspectivas del poder Judicial para los años por venir
Últimamente en México se habla poco del futuro. El presente es tan denso y el pasado está todo el tiempo en la mesa de debate, que en la conversación política poco a poco se ha dejado de hablar sobre el porvenir. El año nuevo nos ha dado una sacudida y nos ha ofrecido —al menos a las mujeres mexicanas— un recordatorio: nosotras también podemos y debemos estar en los lugares donde se toman las decisiones. La designación de la ministra Norma Piña como la primera mujer presidenta de la Suprema Corte es indicio de que el futuro puede estar a la altura de las expectativas de los tiempos que vivimos.
En 200 años, ninguna mujer había accedido a lo más alto del poder Judicial en México. Hace apenas unas décadas que algunas magistradas tuvieron la oportunidad de ser consideradas como ministras de la Suprema Corte. Nunca ha habido una mayoría de ministras, y todavía existen los mecanismos de cuotas que permiten balancear la composición de la Corte en cuestión de género. Todos los años pasan por los despachos de los ministros decenas de casos relacionados con los derechos de las mujeres y esto ha obligado a que la conversación pública se vuelque, cada vez más, en la mitad de la población que antes había sido ignorada.
El perfil de Piña es progresista: a favor del derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos; por la expansión de los derechos de la comunidad LGBT; cuidadoso sobre el destino del medio ambiente; y opuesto a la discriminación en todas sus formas. Sus decisiones en la Corte se han perfilado hacia temas que serán fundamentales en los próximos años. En tiempos de polarización, es una buena señal que uno de los tres poderes que sostienen al Estado mexicano esté administrado por una profesional que comprende el aquí y el ahora, pero que también es capaz de vislumbrar las perspectivas sociales en el mediano plazo.
Piña es una ministra con una larga carrera judicial y que se ha empeñado en probar su independencia desde su designación como ministra en 2015. En un momento en el que el poder Ejecutivo ha recobrado el protagonismo que tuvo en el siglo XX, los contrapesos de las otras ramas gubernamentales resultan fundamentales. En una entrevista con este diario, en noviembre pasado, la ministra reconoció que con ella no hay sorpresas, que sus decisiones serán en el mismo sentido en el que han sido hasta ahora: con la Constitución bajo el brazo. También ha prometido más transparencia y rendición de cuentas en el poder Judicial.
La votación de este lunes ha marcado la historia de la Corte también porque los ministros hombres han participado para dar paso a la primera ministra presidenta: un techo de cristal más roto y la certeza para las mujeres de que, aunque sea difícil, las oportunidades están también para ellas en los rincones menos esperados. “Me siento acompañada, respaldada, acuerpada por todas ellas, por todas nosotras, me siento muy fuerte porque sé que estamos todas aquí”, dijo la ministra tras la votación en la que salió electa. Y allí estamos representadas.
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