Hallados 206 migrantes “medicados” en contra de su voluntad en un tráiler abandonado en Veracruz
El Instituto Nacional de Migración detuvo a dos centenares de personas de Guatemala y Honduras “hacinados, deshidratados y obligados a ingerir sustancias para soportar el encierro”
El horror que atraviesan los migrantes que cruzan México en su camino hacia los Estados Unidos siempre encuentra nuevas maneras de hacerse patente. El Instituto Nacional de Migración (INM) ha detenido a 206 personas, procedentes de Guatemala y Honduras, a las que encontró “encerradas en las cajas herméticas de un tráiler, abandonados y obligados a ingerir sustancias para soportar el encierro” cerca de la ciudad de Cardel, en Veracruz, de acuerdo con un comunicado del organismo.
Según el testimonio que las víctimas ofrecieron a las autoridades, los traficantes de personas que les introdujeron en el camión para pasar inadvertidos por los controles migratorios forzaron a los centroamericanos a consumir “medicamentos” para “inhibir sus necesidades básicas”. Una especie de sumisión química para volverles dóciles durante el encierro. En el tráiler viajaban 20 menores de edad.
Los dos centenares de personas fueron “rescatados” —el eufemismo que emplea el INM cuando detiene a migrantes irregulares— durante la noche del sábado, aunque la noticia no se ha hecho pública hasta este lunes. Los agentes encontraron el vehículo abandonado a la orilla de la carretera y “al hacer la revisión correspondiente se localizó en su interior mujeres, hombres y menores de edad extranjeros que contaban con brazaletes para identificarlos”.
El interior del tráiler había sido modificado con “material hermético”, una manera de evitar que los rayos X de los controles de seguridad en la frontera detectaran a las 206 personas, escondidas en un segundo piso de la parte trasera del camión. Todavía se desconocen los motivos por los que el vehículo fue abandonado en Cardel. Las autoridades no han encontrado al conductor. Todo apunta a que huyó del lugar y abandonó a los migrantes a su suerte.
De los 206 migrantes que viajaban a bordo, la mayoría, 191, procedían de Guatemala —incluidos los 20 menores de edad, 15 niños y cinco niñas—. Las 15 personas restantes eran originarias de Honduras. Había familias enteras y adultos solos que trataban de llegar al norte por su cuenta. Los menores de edad son ahora responsabilidad de los asistentes sociales del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia. El resto se encuentran en “instalaciones del INM para realizar los trámites migratorios correspondientes”. El tráiler ya se encuentra bajo disposición de la Fiscalía General de la República.
El suceso, lejos de ser una anomalía trágica, forma parte de la dinámica migratoria que se ha instaurado en el país: una vuelta a los tiempos en los que los migrantes tenían que esconderse y hacinarse en tráileres a merced de los traficantes de personas y los grupos criminales para evitar los controles migratorios, las deportaciones ilegales y los extensamente documentados abusos de los agentes del INM. Las políticas migratorias tanto de México como de Estados Unidos continúan con una estrategia de contención, militarización y persecución del migrante, denunciada hasta la saciedad por organismos de la sociedad civil y expertos.
La estrategia también responde a un proceso de criminalización política a ambos lados de la frontera. El relato identifica a las caravanas migratorias, la alternativa a los coyotes en las que centenares de personas viajan en conjunto para evitar los peligros del camino, con un riesgo para la salud pública —en el contexto de la pandemia de coronavirus— o, directamente, como una amenaza para la seguridad nacional.
En junio del año pasado, otro tráiler abandonado fue descubierto en San Antonio, Texas, después de cruzar México. En su interior, la policía encontró a decenas de migrantes hacinados bajo temperaturas extremas. Murieron 53 personas —26 mexicanos, 21 guatemaltecos y seis hondureños— por golpes de calor, deshidratación y asfixia. Fue calificada como la mayor tragedia migratoria sucedida en suelo estadounidense.
Apenas unos meses antes, en diciembre de 2021, otro camión se estrelló en Tuxtla Gutiérrez, la capital de Chiapas. En su interior viajaban hacinados más de 150 migrantes procedentes, en su mayoría, de Centroamérica. El acuerdo con la “mafia de coyotes”, como lo describió entonces uno de los supervivientes a este diario, era de 13.000 dólares a cambio de llegar sanos y salvos a Estados Unidos. Hubo 55 muertos y 107 heridos.
Las tragedias migratorias se suceden y no se acotan, exclusivamente, al ámbito de los traficantes de personas. En un caso que revolvió al mundo, el pasado 27 marzo, 39 hombres murieron calcinados en el incendio de un centro de detención del INM en Ciudad Juárez, bajo responsabilidad del Gobierno mexicano. En un video que se difundió sobre el momento en que el fuego empezó a extenderse por el edificio, se ve cómo los agentes huyen del lugar y abandonan a los migrantes encarcelados, sin tratar de ayudarlos. El caso fue un revulsivo que puso de manifiesto una vez más las prácticas inhumanas del INM, en el centro de la polémica desde hace años por sus documentados abusos y violaciones de los derechos humanos.
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