Mercedes Alvarado, poeta: “En México te acostumbras a vivir con miedo”
La escritora mexicana publica ‘Nombres propios’, un poemario en el que se sumerge en el dolor de las desapariciones y cómo afectan a una sociedad superada por la violencia
El silencio de las decenas de miles de personas desaparecidas en México es un grito atronador que exige justicia. Es un llanto colectivo, un duelo permanente. Son más de 100.000 personas las que no están, a las que secuestraron, desaparecieron, callaron y esa ausencia influye en el carácter de una sociedad que se encuentra día a día con el horror, aunque no quiera reconocerlo. Eso es lo que alerta la poeta mexicana Mercedes Alvarado en su más reciente poemario, Nombres propios (Elefanta editorial), una colección de versos que duelen porque son el retrato y la denuncia de un horror cotidiano. Es una guerra, advierte el libro, que nadie quiere asumir. “Hay muchas cosas a las que nos hemos visto obligados para sobrevivir. Porque si tú pensaras todos los días en la cantidad de feminicidios, de violencia, desaparecidos, es que no sales de tu casa”, dice Alvarado (Ciudad de México, 1984).
La negación como una forma de supervivencia, aunque a la par veamos a miles de mujeres con palas y picos buscando los cuerpos de sus seres amados en fosas comunes. “Los sábados, con otras madres, sostenerse como en el tronco las orquídeas: aferradas en la supervivencia colectiva”, escribe. Y es que este libro, que será presentado el 17 de agosto en la librería La Increíble de la colonia Condesa, es también un llamado al cuidado entre todos, un abrazo ante tanto dolor. Y también es denuncia, porque como afirma Alvarado en esta entrevista, “la literatura es también una trinchera. Sí, yo de eso estoy muy convencida, hay una obligación moral también de decir las cosas”.
Pregunta. Dice usted en uno de sus poemas: “Al menos la guerra está lejos de aquí, dice mi madre”. La mayoría de los mexicanos piensan que este país está en paz, cuando la violencia lo desangra. ¿Negar esa violencia es esa una forma de evadir tanto horror?
Respuesta. Creo que es una manera de sobrevivir. Hay muchas cosas a las que nos hemos visto obligados para sobrevivir. Porque si tú pensaras todos los días en la cantidad de feminicidios, de violencia, desaparecidos, es que no sales de tu casa. Entonces, la mente ha tenido que compartimentar, porque nos hemos visto obligadas a sobrevivir y continuar la vida. El asunto es que si piensas en esto de manera consciente todos los días, pues no haces vida. No podríamos.
P. Como usted destaca en un poema, la guerra de México está en el temor a salir de noche, en la decisión de una mujer de llevar o no falda, en evitar ciertos lugares. “Una quisiera saber que el silencio de la noche terminará al llegar, completa, a cualquier sitio”, escribe. Es terrible vivir con un miedo permanente.
R. Y, sin embargo, te acostumbras. Empiezas a modificar tu rutina. Piensas: ‘Me pongo un pantalón en lugar de una falda. No voy a tal lugar sola. Por dónde camino. En qué lugar del autobús me voy a sentar’. Aprendes a modificar tus conductas, lo cual es terrible porque se convierten en hechos normales.
P. ¿Se ha normalizado la violencia en México?
R. Sí, claro. Porque si no, no sobrevivimos. No lo haríamos si siguiéramos viéndola como una cosa extraordinaria. Es una cosa común, cotidiana. Pero si siguiéramos pensándola de manera consciente y asombrándonos, no estando frente a ella, pues es que no vives, ¿o cómo lo haces? Creo que es una manera de enfrentar ese miedo. Desde la colectividad sabemos que pasa algo y nos vamos a ayudar. Cuántas veces no has visto que vas por la calle y se acerca una chica y claro, tú dejas que camine junto a ti. Sabemos, tenemos conciencia de que nos tenemos que echar la mano, porque todas y todos estamos en peligro. Pero insisto, no lo llevas de manera consciente todo el tiempo, pero está ahí asentado como parte de nuestra realidad.
P. En este libro toca un tema que le afecta directamente. Uno de los poemas está dedicado a David, un amigo suyo desaparecido desde 2011. La desaparición es la forma más terrible de tortura en esta violencia que vive México. ¿Cómo se vive ese duelo?
R. Sí, ahí pasan muchas cosas interesantes. Por un lado, tú no puedes cerrar un duelo cuando estás con la expectativa. Por eso se llama el poema Lamento por la vida de David y por eso empieza así: “No voy a llorar tu muerte, David, porque nadie me la ha dicho”. Los ritos más importantes que tenemos como humanidad son los que están alrededor de la muerte, son una cosa fundamental para una civilización. Entonces, cuando le quitas a una madre, a un hijo, a un padre, a una hermana el derecho a tener ese rito, lo que pasa es que deshumanizas. Hay un proceso de deshumanización que es fortísimo, pues la gente se queda atorada en un duelo que no puede cerrar, porque efectivamente no tiene un cuerpo para llevar a cabo esos ritos. Y a eso súmale un montón de obligaciones. La obligación moral de seguir buscando, la obligación moral de no rendirte. Pero estás todo el tiempo suspendida en ese duelo que es colectivo, que nos está atravesando a todas y a todos y que no nos hemos detenido a mirar de manera suficiente, porque no hay un reconocimiento de que este es un país en duelo. Somos un país que está llorando a sus muertos de manera permanente.
P. En su poesía usted hace un reconocimiento a las mujeres que buscan. Miles de ellas recorren este país con picos y palas buscando a sus familiares. Y usted escribe que al trabajo de cuidados de las mujeres se une este nuevo: la búsqueda.
R. ¿Qué más haces? ¿Cuáles son las opciones? Ahí sucede este fenómeno de la hermandad y esta colectividad que se da entre las madres buscadoras, que dicen ‘yo te sostengo’. Aunque también están los casos de las mamás, de las esposas, que dicen ‘bueno, ya no puedo más porque necesito seguir’. Cada quien lo asume como puede, ni siquiera como quieres. Pero sí, creo que esa acción de seguir buscando es una manera de sostenerse desde lo colectivo. No fue nada premeditado, no, solitas fueron como encontrando las maneras y se fue generando esa colectividad que es muy bonita, pero es profundamente dolorosa.
P. Hace unos días hubo una controversia porque el presidente recibió a la presidenta de las Madres de Plaza de Mayo de Argentina, pero durante su mandato no ha querido recibir a las madres buscadoras de México. ¿Cómo ve usted este doble rasero?
R. Creo que este tema se tiene que tomar como un tema de trascendencia nacional. Si seguimos pensando que es un tema menor no vamos a salir de él. O sea, estamos hablando de cientos de miles de personas que no están. Es un tema que atraviesa totalmente a la sociedad. Y otra vez, mientras no se reconozca, difícilmente vamos a llegar a alguna serie de acciones que solucionen el asunto. El punto es que no lo estamos reconociendo de manera oficial, que tenemos una crisis. No es normal.
P. El poeta Ernesto Cardenal decía que la poesía es anuncio y denuncia. ¿Cree que la poesía tiene un papel importante de denuncia en sociedades como la mexicana, que sufren todos estos problemas de violencia tan fuertes?
R. Claro. México tiene una tradición de poesía comprometida, social, política, activista, como le quieras llamar. Pero además es que no se puede escapar de esa realidad. Juan Carlos Mestre dice que el verdadero compromiso del poeta es volver a poner la palabra al servicio del pueblo. Yo lo creo. No puedes no decir lo que está en tu realidad, porque al final este asunto de si la literatura incide en la realidad o la realidad incide en la literatura es una relación recíproca. Y, además, el ejercicio creativo siempre es un acto político. Entonces, pensar que vamos a escribir cosas que no corresponden a nuestra realidad no es lógico, porque incluso si tú hablas de ciencia ficción, esa ciencia ficción está totalmente influenciada por esa realidad. Y una realidad tan terrible como la de cientos de miles de desaparecidos, pues ¿cómo no se va a meter en el poema? El asunto no es la política del hecho, sino cómo incide nuestra humanidad. Y sí, por supuesto, que la literatura es también una trinchera. Sí, yo de eso estoy muy convencida, hay una obligación moral también de decir las cosas.
P. ¿Deben los escritores, poetas, tener un compromiso político?
R. Es que yo creo que son dos cosas diferentes. La labor desde lo intelectual y la función de la poesía, aunque van pegaditas, van de la mano. Está esta cosa de tener que reflexionar y decir está pasando esto, volteemos a verlo. Y está también la función de la poesía, que en este caso en específico, es decir: ‘oigan, abracémonos, démonos cuenta de que a todos nos está doliendo’. Es una función que tiene que ver más con la colectividad y con la comunidad que con la reflexión política. Sin embargo, me parece que ambas son necesarias. Y sí, por supuesto, que los artistas y los creadores de un país tienen un compromiso moral y ético con su tiempo. O sea, ni modo que estuviéramos escribiendo nada más sobre qué bonito es el río Lerma.
P. ¿La poesía puede ser también una forma para exorcizar el dolor?
R. Es, siempre. En el momento en el que tú nombras algo, es más fácil que lo manejes. El tema no solo es la desaparición, sino todo lo que se nos quedó a los que estábamos alrededor, como pregunta, como esperanza, como enojo, como desazón o sobre todo, como incertidumbre. A mí no me interesa escribir sobre la violencia. Me interesa escribir sobre lo que pasa alrededor del hecho, desde lo humano. Sí, es una manera de decir aquí estamos, esto es lo que nos está sucediendo y esto es lo que estamos sintiendo.
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