Pascal Quignard: “México es como la Roma antigua, se puede tocar sedimento por sedimento hasta llegar al origen”
El autor francés, premio Formentor y músico de toda la vida, visita el país norteamericano por primera vez para presentar su libro ‘El amor el mar’
Cuando habla, Pascal Quignard también hace música. Hay musicalidad en sus largos dedos y en el movimiento de sus ojos. El autor francés, de 75 años, mueve los brazos mientras con un melodioso y tranquilo acento habla sobre el origen de sus letras, sobre esta, su primera visita a México y sobre el amor y la vida. “En México he encontrado una tierra que me recuerda a la Roma antigua”, dice. En su libro El amor el mar (Sexto piso, 2023) hace un retrato de un amor incomprensible que incomprensiblemente se separa y recrea escenas en las que músicos como él se reúnen a cantar la vida, rodeado de velas y con presencias siempre latentes que evocan la nostalgia y la desesperación por encontrarle un sentido a los sentimientos y a la vida. Esta obra nació, ha contado, tras la muerte de su hermano menor, violonchelista como él, con quien se reunía, como sus personajes, a tocar instrumentos y escuchar el mar.
Es uno de los últimos días de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, y Pascal Quignard, aunque agotado de una jornada maratónica, es empático en el saludo y se sienta a responder nuevamente las preguntas de más medios mexicanos. Le sorprende la prensa nacional ahí presente, dice que los periodistas, pero también los lectores mexicanos, le hacen preguntas distintas, y eso lo tiene conmovido, pero también maravillado.“No conozco a los lectores mexicanos, pero sé que son muy benévolos con respecto a los lectores franceses; sus preguntas son más personales y más íntimas y no están dominados por el ego”, dice.
Esos detalles que percibe desde dos días atrás, cuando llegó, lo mantienen alerta. Y se nota cuando abre todavía más sus grandes ojos azules y cuando posa sus dedos en la barbilla mientras escucha atento las palabras que traduce en un francés perfecto y un español melodioso, su amigo, traductor y editor, Ernesto Kavi.
En México, Quignard ha encontrado un parecido gigantesco con la Roma antigua, lo dice varias veces y asegura que parte de eso es lo que le ha conmovido del país: “También me gusta mucho el psicoanálisis y Freud decía que el alma era como la Roma antigua donde los sedimentos se confundían unos con otros y para mí México es como esa Roma antigua que podemos tocar sedimento por sedimento hasta llegar al origen”, dice. El último día de estancia en el país lo pasó en el museo de Antropología e Historia en Ciudad de México. “Todo esto tiene mucho que ver con su obra, con el origen, con los antiguos dioses”, cuenta Kavi quien le acompañó cada uno de los días de su estancia.
Desde los 18 años, Quignard no ha hecho otra cosa que escribir y tocar el piano —y otros instrumentos que domina y le apasionan. Es autor de más de medio centenar de obras, entre las que están El salón de Wurtemberg (1986), Todas las mañanas del mundo (1991, adaptada al cine por Alain Courneau y protagonizada por Gérard Depardieu), Una terraza en Roma (2000, gran premio de novela de la Académie française), Villa Amalia (2006, gran premio Jean Giono), Las sombras errantes (2002, premio Goncourt) y El amor el mar (2022). En abril de 2023 ganó el premio Formentor 2023, para el que el jurado destacó la “maestría con que ha rescatado la genealogía del pensamiento literario, la destreza con que se sustrae a la banalidad textual”. Para muchos críticos, editores y escritores, Quignard es el mejor escritor que tiene Francia en la actualidad y no sería una sorpresa que su nombre apareciera pronto entre los candidatos al premio Nobel de literatura.
Junto a Kavi, había planeado su primera visita a México en 2013. Era un viaje que consistía entonces más bien en un performance —aunque al autor no le gusta la palabra— en la que él tocaba el piano mientras una bailarina interpretaría la música. Aunque ese viaje finalmente no pudo concretarse, sí sucedió algo parecido este año, cuando a su regreso de Guadalajara en Ciudad de México, Quirgnard interpretó al piano canciones que ejecutó la bailarina Galia Eibenschutz en la galería Kurimanzutto. “Fue el momento que a él más le agradó. Porque por fin hacía lo que más le gusta, que es tocar el piano y callar”, cuenta Kavi.
“Prefiero tocar música que hablar”
Dice Quignard: “La música fue primero. Antes de nacer, antes de tener la palabra, incluso antes de respirar, la emoción y la audición se unen en el feto cuando estamos muy pequeños, entonces las canciones de niño es lo primero que escuchamos”. El amor el mar es una novela que trasciende a las concepciones del tiempo y de los espacios. En ella, el autor hace descripciones largas de escenas que resultan incluso cinematográficas. En todas, o casi todas, hay mucha emoción, mucha música y una sensación profunda de nostalgia.
Al ser cuestionado por el origen de esta historia, él responde: “Te diré la verdad personal. Escribí esa novela durante el encierro del covid, cuando también mi hermano pequeño violonchelista murió. Este libro trata de hacer revivir un poco aquel tiempo, cuando tocábamos juntos, y también habla mucho de las reuniones de músicos que se encuentran. El tema es esa relación incomprensible y maravillosa entre un hombre y una mujer. Se encuentran, se aman y se separan de forma incomprensible. La muerte de mi hermano pequeño es también una separación incomprensible”, relata.
La ausencia de las personas, pero también de las cosas, de ciertos rituales y de una cotidianidad interrumpida abruptamente por algo, son temas que también forman parte de su obra: “Esta cosa moderna que me espanta más que nada: el ghosting. Yo conocí eso cuando era muy pequeño. La persona que se ocupaba de mí se fue y no lo entendí”, cuenta.
Hace más de 20 años que Ernesto Kavi y Pascal Quignard se conocen. Su amistad comenzó por las letras, y ha perdurado en el tiempo atravesada por las traducciones que el primero ha hecho al español de la obra del francés. Kavi asegura que en unos diez años Quignard podría, como Jon Fosse, —se ha comparado en muchas ocasiones la trayectoria de ambos en el escenario privilegiado de las letras europeas— ganar el premio Nobel, y resalta que el paso del autor por México dejó algo más que le emociona profundamente: “Nos sorprendió muchísimo la recepción que tiene sus libros en México y la esposa de Pascal me hacía notar que ocurren muy pocos países que las personas para firmar le lleven más de un libro. Aquí le dieron hasta cuatro o cinco, y quienes se acercaban a hacer esto eran todos jovencísimos entre 15 y 25 años”.
Aunque este era considerado por el francés como “un viaje de trabajo”, lo que ha encontrado le ha hecho demasiado sentido con su forma de ver y escribir el mundo. “Me ha dicho que nunca le había ocurrido, pero que México es un país al que tiene ganas de volver”, concluye Kavi.
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