La UNAM presenta su acervo de más de 12.500 piezas prehispánicas: “Un hito para la Arqueología de México”
Los arqueólogos y expertos de la mayor universidad mexicana reunieron durante cuatro años un legado de enorme riqueza, donado en su mayoría de colecciones privadas, que se expondrá por primera vez al público
El arqueólogo Fernando Carrizosa y cuatro de sus colegas levantan con parsimonioso cuidado la tapadera de una enorme caja de embalaje ante la mirada expectante de una docena de reporteros. Las cámaras enfocan el armatoste construido con materiales resistentes a golpes, a la espera de que se descubra el tesoro que resguarda: una serie de piezas arqueológicas que forman parte de un enorme patrimonio que la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) presenta por primera vez al público. Carrizosa explica que las cajas han sido movidas con meticulosidad desde Ciudad Universitaria hasta el Centro Cultural Universitario de Tlatelolco, en el corazón de la capital mexicana, en un arduo trabajo logístico para depositarlas en el que será el gran Fondo Universitario de Arte de los Pueblos Originarios mexicanos (Fuapo), que desde este martes reúne 12.550 piezas prehispánicas. “Es un hito para la Arqueología de México”, afirma Rosa Beltrán, coordinadora de Cultura de la UNAM.
Carrizosa y su equipo han trabajado a lo largo de cuatro años —incluido el annus horribilis de la pandemia— catalogando y estudiando las miles de piezas que estaban resguardadas en las bóvedas de la UNAM para completar este acervo arqueológico, uno de los mayores de México. El arqueológo explica que la mayoría de las piezas provienen de colecciones privadas, que fueron donadas a la UNAM a mediados del pasado siglo, por lo que todavía deben hacer muchos estudios para determinar si entre ellas hay piezas que no son originales, sino imitaciones perfectas. “Pueden ser un mínimo”, advierte el experto.
Miles de estas obras prehispánicas fueron adquiridas por coleccionistas privados a inicios del siglo XX, cuando no habían las actuales leyes que protegen el patrimonio mexicano. Era común que este tipo de reliquias se compraran en mercados, bazares o a través del comercio entre coleccionistas, sin que las autoridades prestaran mucha atención a ese trueque del tesoro histórico de México. Los expertos de la UNAM han debido dedicar años a estudiar el origen de las piezas, aunque en la mayoría de los casos se les hace complicado conocer de dónde y cómo fueron extraídas. Una de las colecciones en las que sí se conoce el origen de las obras es que donó a la universidad la familia de Carlos Molina y Rosa María López. Molina se encontró con las piezas cuando unos niños las intentaban vender a un extranjero, posiblemente de nacionalidad francesa, y alertó de que se trataba de una patrimonio nacional. Las piezas habían salido a luz cuando las máquinas excavaban los terrenos para construir lo que sería el centro habitacional de Tlatelolco, una rica zona arqueológica capitalina. Él rescató entonces unas 200 piezas, que luego su familia donó a la universidad.
Carrizosa, encargado de la sistematización de los acervos arqueológicos de la UNAM, ha explicado que continuarán con los análisis científicos para determinar la originalidad de los artefactos, lo que se traduce en someterlos a estudios de microscopía y rayos X. “Analizamos, por ejemplo, la composición de la cerámica, del barro, y eso nos puede permitir no solo fechar la pieza, sino poder determinar de dónde obtuvieron ese arcilla para crearla y conocer así si la pieza es auténtica o no”, explica el arqueólogo a este diario. Para determinar esa originalidad, los expertos someten a los objetos a las llamadas “pruebas destructivas”, es decir que toman una muestra pequeña de la pieza de una parte no visible y luego la llevan a los laboratorios. “Peritos especializado nos permiten conocer si las piezas cumplen con las características estilísticas de manufactura que se utilizaban en aquella época”, dice Carrizosa. Se trata de expertos que han estudiado detenidamente las diversas regiones de México y que pueden determinar si una pieza es la zona central, el norte o el istmo mexicano. Los estudios realizados hasta el momento determinan que muchas de las piezas del acervo de la UNAM proceden de la región maya, Oaxaca, la Costa del Golfo, y el altiplano.
Este acervo fue presentado como un gran acontecimiento este martes por las autoridades de la UNAM, reunidas en la sede del Centro Cultural Universitario Tlatelolco. Rosa Beltrán destacó que es la primera vez en su historia que la universidad reúne su acervo arqueológico en un solo sitio. Se hizo a través de un complejo traslado de las cajas de embalajes, muchas de ellas tan pesadas que se hizo necesario la utilización de sistemas hidráulicos. Las cajas estaban protegidas con materiales especiales que resisten impactos y que también son aislantes. Las bodegas del centro cultural han sido adaptadas con sistemas de refrigeración y control de iluminación para garantizar la preservación de los objetos. “Son piezas inéditas, que nunca han sido expuestas”, recalca Beltrán.
Algunos de los objetos datan de 1.500 antes de Cristo y otros son de entre 1.300 y 1.500 después de Cristo. Se trata de objetos de cerámica, concha y metal; hay entre la colección vasijas, máscaras, incendiarios, miniaturas, esculturas, artefactos de uso cotidiano, diversos tipos de utensilios. Son tantas piezas que es imposible mostrarlas todas en una exhibición, por lo que las autoridades han decidido rotar su presentación: cada octubre habrá un cambio de objetos en las salas del centro cultural, según lo determinen los expertos en curaduría. La primera exhibición comenzará este mes de julio. “Ha sido un trabajo enorme preparar esta colección”, remarca la arqueóloga Lucía Sánchez, coordinadora del Centro de Interpretación Xaltilolli, también de Tlatelolco. “Continuaremos los estudios y las líneas de investigación, porque queremos recuperar su historia”, afirma la experta. Sánchez y Carrizosa se muestran emocionados ante el trabajo colosal que la inmensa colección les plantea. El martes estaban felices ante las cámaras mientras sacaban de su protección de embalaje las vasijas que guardan la historia antigua de México.
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