Claudia Curiel, una gestora de confianza para cerrar las heridas del sector cultural por la austeridad
La nueva secretaria federal de Cultura tomará el cargo tras su gestión en Ciudad de México, donde ha impulsado proyectos comunitarios y nuevos museos. “Hay que descentralizar la cultura”, ha afirmado en su nombramiento
Claudia Curiel paseaba a finales de febrero por las salas recién estrenadas del Museo Yancuic, en Iztapalapa, para mostrar a este diario las flamantes instalaciones del espectacular recinto construido para impulsar el arte y cambiar la imagen violenta de la alcaldía más grande de la capital. La apertura del centro era para ella, actual secretaria de Cultura de la Ciudad, una declaración de intenciones: pretendía, dijo en esa ocasión, llevar posibilidades de recreación más allá de las zonas tradicionales que acaparan los museos, galerías, conciertos y eventos en esta urbe de 20 millones de almas. La funcionaria tomará a partir del 1 de octubre las riendas de la Secretaría Federal de Cultura con ese empeño como carta de presentación, pero bajo los nubarrones de las demandas por mejoras laborales de los trabajadores y los tijeretazos al sector impuestos por el presidente Andrés Manuel López Obrador, que han levantado críticas de artistas, actores y promotores culturales. Su gran reto es, según representantes del sector, “restablecer la relación con la comunidad cultural, muy dañada por la actual Administración”.
Durante la presentación de su nombramiento, la presidenta electa Claudia Sheinbaum habló de Curiel como una funcionaria joven y eficiente, que desde su puesto en el Gobierno capitalino “desarrolló una serie de acciones que tienen que ver desde cultura comunitaria hasta apoyo a creadores”. La presidenta electa recordó que Curiel impulsó proyectos como 298 Pilares, los Puntos de Innovación, Libertad, Arte, Educación y Saberes, que fueron las apuestas de Sheinbaum, cuando fue jefa de Gobierno de la capital, para llevar actividades culturales, deportivas y educativas de manera gratuita a zonas golpeadas por la pobreza, la desigualdad y la violencia. La UNESCO reconoció en 2021 ese programa por sus esfuerzos por mejorar las condiciones de vida en las comunidades donde se ha implementado.
También destacó que la funcionaria impulsó “la cultura popular” al declarar patrimonio los carnavales de barrios capitalinos y los llamados sonideros, una especie de discotecas ambulantes. Curiel promovió leyes de memoria, apoyó espacios culturales independientes y construyó museos como el de Iztapalapa. “Es el primer museo de este tamaño en la ciudad que está en un espacio no hegemónico de los museos tradicionales. Era importante como política descentralizar la cultura, generando infraestructura de primera calidad fuera de esos espacios hegemónicos”, dijo Curiel en una entrevista con este diario.
Claudia Curiel (Ciudad de México, 45 años) tiene una larga experiencia en la gestión cultural, tanto en el sector privado como el público. Ha trabajado en la organización de festivales de arte y en organizaciones como la Casa del Lago de la UNAM, de la que fue subdirectora. También ocupó el cargo de subdirectora de programación de la Dirección General de Música en esa universidad. Hay quienes critican, sin embargo, su gestión como jefa de Cultura de la ciudad. “Todo ha sido grandilocuente”, dice una fuente del sector que pide no ser citada. “Han hecho grandes conciertos en el Zócalo, el Festival de Día de Muertos, los tianguis culturales, una promoción de la cultura que tiene que ver con la grandilocuencia vendida desde Palacio de Gobierno. Pero en esta ciudad son muchos millones de habitantes que necesitan atención en sus barrios y comunidades. Los Pilares son marginales, hay en realidad menos cultura para todas las comunidades”, agrega.
El peso de los recortes
La Secretaría de Cultura representará un reto enorme para su nueva titular. Curiel de Icaza toma sus riendas bajo duras críticas por los recortes presupuestarios durante este sexenio y el descontento de trabajadores del sector, que denuncian falta de pagos de sus salarios, prestaciones congeladas e incluso ausencia de materiales indispensables para ejercer sus trabajos. También han denunciado el deterioro de museos y recintos culturales, en los que hace falta hasta el agua o la limpieza de los servicios higiénicos o garantías para la seguridad del patrimonio que resguardan. “Llega a una Secretaría muy rota, desmembrada en muchos sentidos. Una de las primeras cosas que debe hacer es recuperar el presupuesto que se recortó en este sexenio, un recorte del 50%. Tiene que incrementarlo para salvar los básicos de la cultura”, dice Nubia Macías, gestora cultural y exdirectora de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Curiel deberá lidiar con el malestar de gente como Francisco Albarrán Villanueva, del Sindicato Nacional Independiente de Trabajadores del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), quien lleva varios meses protestando junto a sus compañeros para exigir mejoras salariales y en las condiciones de trabajo. “No la hemos pasado muy bien estos seis años”, dice Albarrán. “No tenemos insumos en el trabajo, papelería, no tenemos ni agua. Nos dicen ‘ya vienen’, pero han pasado seis años y seguimos igual”, cuenta el sindicalista durante un mitin realizado el jueves frente a las oficinas del INBAL en el Paseo de la Reforma de Ciudad de México. Él no tiene buenas expectativas sobre mejoras con la llegada de la nueva Administración. “Creo que vamos a seguir igual. Las condiciones en las instituciones culturales son precarias. Faltan recursos”.
Las heridas abiertas por la llamada austeridad republicana afectan a todo un sector que protesta por los recortes, que solo en el primer año de Gobierno de López Obrador se estimaron en alrededor de 1.000 millones de pesos. Este año el tijeretazo ha sido de un 3% y el presupuesto para Cultura asciende a casi 17.000 millones. Actores, directores, artistas y promotores culturales mexicanos estiman que los recortes golpean con fuerza a un sector que representa, según estadísticas del Inegi, el 3% del PIB mexicano: esa institución reporta que en 2022 la industria cultural generó ingresos por un monto de 736.725 millones de pesos y creó 1.2 millones de puestos de trabajo. Muchos integrantes del gremio cultural (actores como Diego Luna o Luis Gerardo Méndez, por ejemplo) se han mostrado decepcionados por las políticas culturales impuestas por el Gobierno de López Obrador.
“La nueva secretaria de Cultura debe restablecer la relación con la comunidad cultural, muy dañada por la actual Administración”, recomienda Nubia Macías, la gestora cultural. “Ahora prácticamente no hay relación, por lo que se deben establecer nuevos acuerdos”, agrega. Macías dice que se deben recuperar iniciativas valiosas como el respaldo a la industria del libro y el fomento a la lectura. Ella critica, por ejemplo, el poco apoyo federal que ha habido a ferias tan importantes como la FIL de Guadalajara, duramente criticada por el presidente López Obrador, que la ha llegado a llamar un “cónclave de derecha”. Macías sostiene que “se ha hecho menos trabajo en el tema de impulso al sector literario en este sexenio. Cultura ha sido una de las secretarías más castigadas”.
Otros expertos aplauden el apoyo que se ha hecho a sectores más desfavorecidos, aunque apuntan también a un posible sesgo clientelar. Funcionarios del Gobierno, por su parte, han justificado que los fondos ahora benefician a otros sectores marginados. Alejandro Pelayo, director de la Cineteca Nacional, dijo en mayo en conversación con EL PAÍS que “los recortes beneficiaron a un grupo que antes no lo era, grupos más del interior de la República. Cambió la política en la producción, que se fue más hacia apoyos a grupos marginados”.
La gestora Macías está de acuerdo en darle “el beneficio de la duda” a la nueva secretaria y esperar que presente su proyecto. “No sabemos cuál es su apuesta”, advierte. Lo que ha dejado claro Curiel, según su discurso de aceptación del cargo hecho el jueves, es su lealtad al proyecto político de López Obrador y que mantendrá su apuesta por la cultura comunitaria. Así lo dijo la nueva secretaria de Cultura: “Me tocó, como a muchos, crecer en un país donde no había pluralidad ni democracia, donde mandaban los de arriba y se sacrificaban los de abajo. Por eso ser parte de este movimiento que invierte el orden de las cosas, que pone a la gente primero que a los intereses particulares, no solo me llena de orgullo, sino que comprueba que los cambios y las transformaciones a través de la voluntad popular son posibles y necesarios”.
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