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Las mil caras del Gran Premio de México

La carrera mexicana celebra nueve años tras su regreso en 2015 con una mezcla de ambientes: de la opulencia, pasando por un Brad Pitt como piloto de ficción a un festival que gira entorno a Checo Pérez

La afición mexicana en el Autódromo Hermanos Rodríguez, durante el fin de semana del Gran Premio de México.
La afición mexicana en el Autódromo Hermanos Rodríguez, durante el fin de semana del Gran Premio de México.Peter Fox - Formula 1 (Formula 1 via Getty Images)
Diego Mancera

Todos tienen una historia del Gran Premio de México. “Uy, carnal. Por acá no vas a ver nada de nada”, advierte un vendedor de gorras sobre la calle Oriente 217. Esa parte de asfalto coincide con el costado del Autódromo Hermanos Rodríguez. Tras los barrotes se pueden ver, en lo alto, las gradas. Hay unos muros de madera despostillada y carcomida por la humedad que tapan la vista hacia la pista de Fórmula 1, el evento deportivo que se ha caracterizado por la opulencia y la alta velocidad de los autos. Desde hace años no hay ningún resquicio para ver algo de la carrera. Eso no es problema para este barrio de la Agrícola Oriental que ha montado su propio festival para seguir la carrera.

Sobre la calle los hogares abrieron sus zaguanes para vender chilaquiles, tacos, elotes y café de olla. También para abrir sus baños para ganar un poco de dinero. Oriente 217 está tapizada de vendedores de productos de la F1, con diseños de gorras y playeras nunca antes vistos ni incluso por los propios diseñadores de Red Bull. Los precios son un brutal contraste: 100 pesos por una gorra de Checo Pérez a diferencia de los 3.000 que cobran por una dentro del autódromo.

Checo Pérez, con una máscara de luchador, junto a las modelos vestidas de catrinas mexicanas.
Checo Pérez, con una máscara de luchador, junto a las modelos vestidas de catrinas mexicanas. Anadolu (Anadolu via Getty Images)

Las autoridades mexicanas estiman que el Gran Premio de México dejará a las arcas casi 20.000.000 millones de pesos. Lo consideran el fin de semana más valioso de todo el año, por el dinero que se mueve y por el impacto turístico que supone para la capital mexicana, según informó la Secretaría de Desarrollo Económico. A lo largo de las nueve ediciones que se han hecho se han acumulado 120.000.000 millones de pesos y han asistido cerca de 2,8 millones de personas, como contó Alejandro Soberón Kuri, presidente y director de la Corporación Interamericana de Entretenimiento (CIE) y de OCESA.

El Gran Premio tiene muchos ángulos: la mirada del policía de tránsito que pierde aire por cada silbatazo que lanza para que dejen pasar a las camionetas blindadas, los influencers que graban sus TikToks en medio de la gente, los pilotos que llegan vestidos como si estuvieran en una pasarela de moda en Milán, las personas que solo usan el metro una vez al año, los que aguardan fuera de los hoteles a la espera de ver pasar a los ídolos del automovilismo. También está la perspectiva de Brad Pitt, quien filma en México escenas para la película que se estrenará el próximo año llamada F1. El actor de 60 años se ha subido en un auto verdadero de Fórmula 1 en la pista mexicana para darle veracidad al relato y ha festejado con la tribuna mexicana a la cual le pidieron sumarse como si festejaran un triunfo del estadounidense. Sus movimientos han sido sigilosos, sin estar a la vista de los medios y aficionados. O también el panorama que ve el legendario Emerson Fittipaldi, campeón en la Fórmula 1 en 1973 y 1975, quien se toma el tiempo para tomar un café, mirar la pista mexicana, dar autógrafos y atender a su familia.

El actor Brad Pitt simula un festejo en el Autódromo Hermanos Rodríguez durante el Gran Premio de México.
El actor Brad Pitt simula un festejo en el Autódromo Hermanos Rodríguez durante el Gran Premio de México.Henry Romero (REUTERS)

La visión de Victoria Acosta empieza la pista desde las 8.00 horas. “Me da una emoción impresionante. Me dan unas cosquillas en el estómago por escuchar el sonido del motor de los autos, es toda una fiesta nacional”, cuenta. Ella, que viene con dos de sus familiares, gastó 100.000 pesos por los boletos. “Es toda una mercadotecnia, al final del día esto es un business. Si no tienes la opción económica a veces te quedas esperando. Los precios sí se elevan aquí: un jersey te puede costar 8.000 o 9.000 pesos, aunque si lo compras en una tienda departamental quizá te valga al 50%. Para venir hay que estar preparados. Invertí algo de dinero, sí, pero hay que ahorrarle”, agrega.

Dentro de la exclusividad hay clases. Están los palcos de más de 100.000 pesos o las suites a cargo de empresas que reciben a sus clientes para darles una experiencia de lujo. EL PAÍS pudo visitar una de ellas, la de Nestlé, donde las relaciones públicas están a tope. El alcohol, en cualquier rincón del autódromo, manda sobre todas las cosas, aunque el patrocinador principal de la carrera promocione su cerveza sin ningún grado de alcohol. En los garajes, donde acuden los pilotos, mecánicos y periodistas, también irrumpen los aficionados que logran un boleto dorado porque pueden tener la oportunidad de ver a los conductores de cerca. También pasean las modelos que personifican catrinas y soportan el calor de mediodía.

Aunque no hayan sido los boletos más caros, los de Gonzalo Rosales y su nieto Diego Rosales costaron 75.000 pesos. “Compramos las entradas hace dos o tres meses. Estaba superagotadas, pero encontramos dos boletitos juntos y aprovechamos. Estamos en buena zona”, cuenta mientras rodea con el brazo a su nieto. Ambos están vestidos de torso a cabeza como Checo Pérez. “Es un deporte de ricos. No cualquiera lo puede pagar desgraciadamente. Esto se vive una vez, o quizá dos veces, pero acá estamos”, comparte. Como ellos, miles de mexicanos han cerrado filas para apoyar a Pérez que arrancará desde el lugar 18. Un mal agüero.

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Sobre la firma

Diego Mancera
Es coordinador de las portadas web de la edición América en EL PAÍS. Empezó a trabajar en la edición mexicana desde 2016 escribiendo historias deportivas. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación y Periodismo por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
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