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Marina de Tavira, actriz: “Hay que ser humanistas, es lo único que nos queda, apelar a las personas”

La intérprete ha prestado su voz en un seminario del Colegio de México que reflexiona sobre el tráfico de armas, un asunto que estos días une al país en la exigencia de que Estados Unidos frene ese mercado ilegal

Marina de Tavira en el Jardín Escénico, en Ciudad de México, el 13 de febrero del 2025.
Marina de Tavira en el Jardín Escénico, en Ciudad de México, el 13 de febrero del 2025.Aggi Garduño
Carmen Morán Breña

Marina de Tavira (Ciudad de México, 50 años) entra por la mañana a ensayar una obra y sale por la tarde a representar otra, La niña en el altar, una revisón del teatro clásico griego en la que encarna a Clitemnestra y que le recuerda cada día el México en el que vive, con todas sus violencias, las de los hombres que las generan, pero también las que sufren las mujeres y las infancias. El mundo, dice, a veces es tan cíclico que empuja al pesimismo, pero ella prefiere seguir mirándolo con esperanza y situarse en el lado de los que pueden y deben aportar su grano de arena. Estos días en México se habla de nuevo con fuerza de armas y de desarme, de tráfico ilegal y de muertes. De Tavira, una de las grandes figuras de teatro, ha prestado su voz, su gran voz moldeada en las tablas, para combatir las balas. Participó en unas jornadas del Colegio de México para abordar este asunto, las armas. Opina que todo el mundo puede hacer algo para que su país pueda quitarse de encima el peor de los males y salir de la anestesia en que a veces parece sumido.

Pregunta. Decenas de miles de personas muertas al año. ¿Qué puede hacer el arte por esta situación dramática que atraviesa México?

Respuesta. Es una situación brutal, son cifras alucinantes, escandalosas, terroríficas, son las vidas de muchas personas. Y cada tragedia se lleva entre las manos la vida, la paz de muchísimas personas. ¿Qué puede hacer el arte? Yo soy optimista, pero también realista, ¿no? Desde que me enamoré del teatro como forma de relacionarme con el mundo, tanto como espectadora como siendo actriz, no he dejado de creer que es un vehículo maravilloso para crear conciencia de muchas cosas. Para mí ha sido así, ha sido la forma en la que yo he entendido la realidad, la injusticia, el dolor humano.

P. El mundo artístico, cultural, ¿está haciendo lo suficiente por esta causa del desarme y por otras que México necesita?

R. A mí me tocó ser joven en los principios de los noventas, y entonces hubo muchísimos movimientos, salimos a la calle muchísimas veces por muchísimas razones y así me formé, con esa sensación de que funcionaba salir, de que había que hacerlo y exigimos un montón de cosas. Quienes nos antedecen también. Ahorita sí creo que es un momento donde hay un poquito más de... En algunas cosas hay mucha cohesión, por ejemplo en el movimiento de las mujeres, que está muy firme, salimos a la calle y nos solidarizamos unas con otras. Pero cuando hay miedo es difícil salir, es difícil hablar, porque el miedo paraliza. Creo que hay ciertos temas que nos pueden asustar y preferimos estar en nuestra trinchera y los observamos de lejos.

P. ¿Es el miedo, entonces?

R. También la apatía y la ignorancia, pero creo que es más el miedo.

P. ¿Cree que el pueblo mexicano tiene un diagnóstico claro de la situación, de que sus cifras de violencia son de las más terribles del mundo?

R. Es que también se trata de que tenemos que vivir y salir adelante y sacar el día a día y llevar a los niños y las niñas a la escuela, ir a trabajar, intentar sentir alegría por la vida, ¿no? Porque hay que hacerlo, a pesar del horror. Pero la realidad se impone. Nos toca verlo por las noticias o por las redes sociales. Pero lo más terrible es que nos enteramos de las cosas más terroríficas al mismo tiempo que estamos viendo el anuncio de una crema para la cara o qué hizo el influencer de turno. Hemos generado una cierta vacuna contra el horror. Estamos ya un poco acostumbradas y acostumbrados a verlo todo el tiempo… y hasta que no te toca personalmente. Yo creo que hay muchísimas personas conscientes y que están trabajando, hay organizaciones, hay personas que se meten a las zonas de conflicto y que dan talleres de teatro, hay muchas acciones, pero en general nos vacunamos para sobrevivir.

P. En las últimas elecciones presidenciales todos los analistas coincidieron en que la situación de violencia no movió el voto, que fueron otros factores. Si ahora Estados Unidos no estuviera presionando con medidas contra el crimen, ¿cree que habría este movimiento contra las armas que parece que experimenta un renacer?

R. Es que evidentemente la violencia se ha instaurado y se ha vuelto algo cotidiano. Supongo que en el momento de las elecciones las personas estaban viendo otras cosas, pues la posibilidad de tener un mejor nivel de vida, su supervivencia… El problema con la violencia es que no se han movido muchos los números de un gobierno a otro. Es como si se hubiera instaurado como... como un bicho que no se quiere mover. Depende de muchas cosas, claramente de esa relación con nuestra frontera y con cómo nos vamos a poner de acuerdo para que de ambos lados haya una voluntad para amainarlo.

P. ¿Percibe que este asunto de las armas como un combate que tiene que dar Estados Unidos se está convirtiendo en un discurso de unidad en todo el país?

R. Sí, y creo que es un grito absolutamente legítimo, no podemos hacer como que no es así. Es una relación que nos compete a ambos países, que tenemos que trabajar juntos y juntas. Ojalá fuera así. En vez de estarnos juzgando en otros aspectos, trabajemos juntos por algo. Con la violencia es claro que tenemos la responsabilidad ambas partes y requiere una colaboración en conjunto.

P. ¿Esta de las armas es su causa o solo una de ellas?

R. Es nada más pensar en un mundo mejor para todos y todas. Un mundo donde podamos tener un poquito más de alegría de estar vivos y vivas. Y esa es la vocación del arte y del teatro, en concreto. Me invitaron a participar [en el seminario sobre las armas] y da la casualidad de que estoy trabajando en dos obras de teatro, que de una u otra manera están abordando ese discurso, ese grito. La niña en el altar, que estoy haciendo en el teatro Galeón, es una obra que, si bien habla de la guerra de Troya y está inspirada en una trajera griega, La Orestiada, a la hora de verla, y me lo han dicho la gente que viene y era toda nuestra intención, no se puede parar de sentir que está hablando de hoy, que está hablando de un sistema patriarcal que nos afecta a todos y todas y que nos arroja a la violencia desde tiempos inmemoriales. Unos obligados a ejercerla porque ya no ven otra opción y porque a eso se acostumbran y otras como víctimas.

P. ¿Piensa que la violencia que hay en México está relacionada con el machismo que también impera?

R. Sí, yo creo que muchísimo, muchísimo. Por eso siempre insisto cuando hablamos de feminismo en la educación y la crianza de los niños, que nos compete a todas y todos. ¿Cómo les estamos criando? Yo siento que ahí, en la educación, hay algo nodular que si cambiara… Sé que hay muchas cosas más, como la pobreza, pero el machismo también empuja desde muy pequeños a los niños a demostrarse hombres a través de la violencia. Por más que salgamos a la calle, por más que pintemos monumentos, si no se trabaja desde ahí… pero para eso tiene que haber conciencia.

Marina de Tavira en Ciudad de México.
Marina de Tavira en Ciudad de México.Aggi Garduño

P. Las drogas son parte indisoluble de este entramado violento, ¿cree que legalizarlas ayudaría?

R. Normalmente me he decantado a favor de la legalización, obviamente no de todo. No creo que esto aminore el consumo, pero tampoco lo favorece. No creo que haya más consumo por legalizar. Creo que sí podría ayudar.

P. Hay quien piensa que si se acabara con el tráfico de armas que entra desde Estados Unidos otros países tomarían el relevo, quizá Venezuela o Brasil, citan. Parece imposible de combatir.

R. La obra que estoy haciendo nos habla de la Grecia clásica y esa es la impresión, que no hay forma de detener la violencia. Es devastador. Pareciera que hemos fracasado absolutamente como civilización. Hay algo de eso, hay algo de eso.

P. En efecto cuando se observa la vigencia que tienen estas obras clásicas se tiene la sensación de que el mundo gira y gira y nada sustancial cambia. Volvemos una y otra vez a las guerras…

R. Sí, me acuerdo de un parlamento que hice de una obra de Bertolt Brecht hace tiempo, Santa Juana de los Mataderos, y Juana, mi personaje, decía al final: “Una vez más sigue el mundo su curso inalterable”. En ese momento se refería al crack del 29 y a las huelgas de los obreros y cómo después, de todas maneras, el capitalismo arrasó y sigue arrasando. Lo mismo podríamos decir de la violencia.

P. Ahora se la ve pesimista.

R. Yo pienso que hay que ser humanistas, que es lo único que nos queda, apelar a las personas, seguir pensando en escribir historias, en seguir reportando, en seguir haciendo teatro. No veo otra. Yo siempre apelo a la esperanza. Nada me demuestra que tenga yo razón, pero no puedo vivir de otra manera. No me iría ahorita al camerino y me maquillaría para dar una función si no creyera que sirve de algo.

P. ¿Hasta dónde siente que sirve?

R. Pues masivamente, no. Es una cosa que va a la persona, de uno en uno. Alguna vez, entre los que asisten al teatro, hay quien despierta a una toma de conciencia. Lo hacemos juntos, en realidad. Y entonces deciden hacer algo, y eso sirve, por más pequeño que sea. Si un adolescente que veía como única opción la violencia y ve una función en su comunidad y, sin embargo, decide hacer teatro, pues sirve. En eso creo.

P. ¿Cómo ve México este momento?

R. Pues a mí hay cosas que siguen dando mucho orgullo de México, la verdad, a pesar de la violencia. Me encanta que tengamos una mujer presidenta, me siento muy orgullosa de eso. Siento que a pesar de todo es un país que se ama a sí mismo. Miro al frente y veo este espacio tan bonito, con dos teatros nuevos que acaban de construir, una cineteca más allá, y cómo se llenan estos teatros, con precios muy accesibles. Creo que hay una voluntad de que la vida sepa a algo, que tenga sentido. También somos este otro país. Y el del horror, al mismo tiempo.

P. Este año, el país invitado a la semana de teatro cervantina de Guanajuato será Reino Unido, gran cartel.

R. Bueno, qué voy a decir. Son maravillosos en su dramaturgia, en su teatro, y nso solo mencionamos a Shakespeare. Harold Pinter, por ejemplo, que ha sido un dramaturgo que a mí me ha interesado mucho; Nina Rainey, de la que llevé a escena una obra titulada Consentimiento. Tienen una tradición teatral hermosísima, maravillosa. Salen a llenar los teatros como si no hubiera mañana. Pero sería bonito que pudiéramos dialogar, porque al final a mí me gustaría eso, ver en Londres una dramaturgia mexicana. Sí, porque normalmente nosotros les montamos más a ellos.

P. ¿Cómo ve el teatro mexicano?

R. En términos de la dramaturgia, creo que tendríamos la responsabilidad, y ahí me pongo la tarea, porque asumo la responsabilidad también, de montarnos más nuestros textos, los de nuestras dramaturgas y nuestros dramaturgos. Porque somos un país que se abre muy fácil y con mucho asombro y generosidad hacia afuera. Es parte de nuestra historia, de lo que le ocurrió a las civilizaciones que estaban primero aquí. Y creo que tendríamos que volver a vernos más hacia adentro. Me tendría que preguntar cuántas veces he montado textos mexicanos.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.
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