El espía en tu bolsillo
Necesitamos leyes más estrictas para que nuestros móviles trabajen para nosotros y no para otros
Tu móvil es un espía y un chivato. Ese intruso en tu bolsillo sabe más sobre ti que tú mismo. Y le va contando a otros todo lo que ve y escucha. El espionaje a los políticos catalanes nos recuerda lo vulnerables que son estos artefactos en los que confiamos nuestros datos más íntimos. Tu móvil sabe dónde vives, con quién duermes, si duermes bien o mal, a qué hora te despiertas, si has roto las reglas del confinamiento, quién es tu familia, quiénes son tus amigos lejanos y cercanos, quién es tu médico, y puede inferir miles de datos más a partir de sus muchos sensores.
Gracias al acelerómetro, tu móvil sabe si te saltas el límite de velocidad cuando conduces. También sabe si caminas rápido o lento; con esa información se puede inferir tu esperanza de vida, entre otras cosas. Esa información podría ser atractiva para tu aseguradora. El acelerómetro es suficiente para identificarte; resulta que nadie más se mueve y camina exactamente como tú. El acelerómetro también sabe cuando has bebido demasiado alcohol por cómo cambia tu caminar.
El giroscopio, que registra la orientación de tu móvil en el espacio, es tan preciso que una app maliciosa podría inferir tus contraseñas simplemente accediendo a cómo mueves tu móvil cuando tecleas. Esa información es muy valiosa para criminales que buscan robarte o extorsionarte.
Se puede inferir si sufres de depresión, o si tienes problemas de memoria, analizando cómo desplazas el dedo por la pantalla de tu móvil cuando escribes y cuando buscas a alguien en tu lista de contactos. Seguro que a la empresa que está pensando en contratarte le interesa saber más sobre tu estado emocional y tus habilidades cognitivas.
Tu móvil guarda tus huellas digitales, si las usas para desbloquear el teléfono. O una copia matemática de tu cara, si usas esa tecnología biométrica. Con esos datos alguien podría hacerse pasar por ti, para robar tus datos, tu dinero, o para cometer crímenes bajo tu identidad.
Tu GPS y tu Bluetooth saben exactamente dónde estás y con quién. Si hablaste con un periodista, si visitaste una clínica especializada en adicciones y desintoxicación, si fuiste a una protesta, si estás siéndole infiel a tu pareja, o si visitas el hospital a menudo.
Si alguien te hackea el móvil puede tener acceso a tu cámara y micrófono, a todos tus mensajes, e-mails, conversaciones, contactos, fotos, grabaciones, búsquedas en Internet, y más.
La mala noticia es que, si alguien con suficientes medios y ganas quiere violar tu privacidad a través del móvil, lo más seguro es que lo consiga. Por increíble que parezca, los programas espía (todavía) no son ilegales en la mayor parte del mundo, aunque deberían serlo. La buena noticia es que hay mucho que puedes hacer para dificultar el acceso a los datos que hay en tu móvil.
Estas medidas no son inútiles, aunque no sean infalibles. Mejorar tu ciberseguridad es como poner una buena cerradura en la puerta de tu casa. Si la policía quiere entrar lo hará, pero si un criminal quiere aprovecharse del primer incauto con quien se cruce no serás tú. Reforzar tu privacidad también te protegerá de que las empresas quieran aprovecharse de tus datos.
Lo primero: escoge bien tu móvil. No compres un móvil fabricado por una empresa cuyos ingresos dependen de acceder a tus datos personales. El conflicto de interés de la empresa entre enriquecerse con tus datos y proteger tu privacidad siempre te pondrá en riesgo.
Cuidado con las apps que usas. Usa solo las necesarias, trata de verificar que sean confiables a través de una búsqueda en Internet, borra las que no usas, y no le des a ninguna app ningún acceso (a tu cámara, micrófono, localización o contactos) que no sea imprescindible.
Para mandar mensajes, usa una app que utilice encriptación de extremo a extremo (end-to-end encryption). La app de mensajería más segura probablemente sea Signal. Puedes escoger que tus mensajes desaparezcan después de ser leídos. Así te proteges, no sólo de amenazas externas, sino también de la persona a quien le mandas el mensaje. Usa un e-mail seguro, por ejemplo, ProtonMail.
Cuidado con conectarte a un wifi gratis. Tus datos personales quedarán expuestos al propietario de la red y a otros usuarios conectados al mismo wifi. Si es necesario conectarte a una red insegura, usa una VPN, pero asegúrate de que sea confiable, porque recibirá tus datos.
Lo analógico se ha vuelto más seguro que lo digital. Deja tu móvil en un cajón de vez en cuando, o en una bolsa Faraday que bloquea la señal. Ten reuniones con amigos en las que estén prohibidos los espías digitales. Cuando pases tiempo con tu familia, que los móviles se queden en otra habitación.
Necesitamos leyes más estrictas para asegurarnos que nuestros móviles trabajan para nosotros y no para otros, que actúan a nuestro favor y no en nuestra contra. Estamos ante un proceso de civilización. Pero, mientras domamos al Salvaje Oeste de Internet, si realmente quieres mantener algo privado, no se lo cuentes a tu móvil.
Carissa Véliz es profesora asociada (entrante) en la Universidad de Oxford y autora de Privacy Is Power (Bantam Press).
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