Disparos a las conciencias
La publicación en la portada de duras fotos sobre la pandemia y la migración provoca protestas
A la hora de difundir o rechazar una imagen dura, los periodistas se enfrentan a las difusas fronteras entre derechos a la información, a la dignidad o a la intimidad. Además, deben sopesar la sensibilidad de los lectores. Los riesgos de provocar agrias polémicas son elevados. Acaba de ocurrir tras la publicación en portada de impactantes fotos sobre dos dramas que se cobran miles de vidas entre los más débiles: la pandemia y la migración.
Las dos imágenes las distribuyó la agencia Associated Press. La primera, publicada el día 7, fue captada en una residencia de Barcelona por el fotógrafo Emilio Morenatti cuando unos operarios envolvían un cadáver sobre una cama mientras, en la cama de al lado, otro residente yacía con una mascarilla de oxígeno. Junto a la foto, dos noticias: récord de muertes por la covid-19 y cifra oficial de fallecidos en residencias. La segunda, en la portada del día 13 y tomada por Sergi Cámara, mostraba el dolor de una madre sobre la cubierta del buque Open Arms tras perder a su bebé en el naufragio de una endeble embarcación con migrantes.
“Indignada” por la foto de la residencia, la lectora Dolores Moreno exige no difundir imágenes “que muestren el escarnio y la indefensión de personas vulnerables”. José María Michelena añade: “¿Aporta algo esa foto? Creo que no”. Manuela Villa escribe sobre la foto de la migrante: “¿Se les ocurriría exponer a una mujer blanca, española, que acaba de perder a su bebé ahogado en el mar en la portada? ¿Expondrían de esa manera a su madre, su hermana, su mujer?”
Morenatti y Cámara defienden la necesidad de transmitir la realidad por cruda y molesta que sea. Dice Morenatti: “Hay una realidad y mi obligación es reflejarla desde la forma más sensible posible. Si no, podríamos ser culpados de ocultarlo”. Desde el Open Arms, Cámara explica: “Hay gente que vive en una burbuja y no quiere ver la realidad. La imagen no la he provocado yo, sino el indigno drama del Mediterráneo provocado por los Gobiernos. Fotografié la escena para denunciarlo”.
En efecto, imágenes sobre dramas humanos han servido para despertar conciencias, como sucedió en 2017 con la del niño kurdo Aylan Kurdi, ahogado en la costa de Turquía. Algunas ONG como Open Arms llevan a bordo periodistas para que no queden ocultas esas tragedias.
El jefe de Fotografía de EL PAÍS, Cristóbal Manuel, comenta: “La de la residencia es un fotón que ayuda a entender el drama humano en esos centros”. Y sobre la mujer en el Open Arms: “Estábamos obligados a publicarla para dar a conocer ese otro drama”. El diario rehusó publicar imágenes del bebé muerto en el naufragio y difuminó la cara del enfermo en la residencia para que no fuera identificado.
Miguel Jiménez, director adjunto del periódico, cuenta cómo acabaron en portada esas fotos: “El criterio fue informativo, sin menoscabar la dignidad de las personas. La imagen (de la residencia) es dura, como dura es la noticia que la acompañaba —20.000 muertos en esos centros—, pero el cadáver está cubierto y al otro paciente no se le reconoce”. Y cuenta respecto a la de la migrante: “Aporta información y supone la denuncia de una tragedia que, por desgracia, se está convirtiendo casi en cotidiana”. El Libro de estilo dice precisamente que las fotos desagradables solo deben publicarse si añaden información.
Dos profesores de Ética periodística han hecho sus valoraciones. Hugo Aznar, de la Universidad CEU Cardenal Herrera, señala que “el periodismo no puede blanquear el mundo, pero en ningún caso hay que olvidar el respeto humano de la información y de la fotografía, y aquí no se ha tenido en cuenta”. La de la residencia, opina, “parece de recurso”, porque hay “una cierta desconexión” entre la imagen y las frías cifras de la noticia adjunta. Y en cuanto a la mujer en el buque: “Mi condena ética es rotunda. Invade su espacio de dolor —el de la madre— y se la identifica, lo cual colma la incorrección”.
Miguel Ángel Quintana Paz, de la Universidad Europea Miguel de Cervantes, no ve objeciones en el caso de la residencia porque no se identifica a nadie, pero sí en la de la migrante, porque solo puede difundirse, insiste, con la autorización de la mujer, que en esas circunstancias, tras ser rescatada, “podría ser un permiso viciado”. Pese a todo, Quintana Paz sostiene que, como principio, “el mal debe mostrarse a través de los medios aunque cause rechazo; los periódicos incurrirían en un problema ético si no lo hicieran”.
Los lectores tienen la palabra. El deber del periódico, dice su Libro de estilo, es darles los elementos para que se formen su propio criterio. Eso se intenta en esta columna.
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