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Columna
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Billete para Europa

Biden es el primer presidente que exige a Turquía el reconocimiento del exterminio armenio, algo que todavía no ha hecho España

Lluís Bassets
Genocidio armenio
Varias personas participan este sábado en una procesión tradicional de antorchas para conmemorar el 106º aniversario del genocidio armenio, en Ereván (Armenia).NAREK ALEKSANYAN (EFE)

Joe Biden le exigió ayer a Turquía el billete para Europa. El prestigioso historiador británico Tony Judt, fallecido hace ya 10 años, formuló esta idea en su famoso libro Posguerra: “Quien quiera ser plenamente europeo en el inicio del siglo XXI debe primero asumir una nueva y opresiva herencia. Hoy la pertenencia a Europa no es el bautismo. Es el exterminio. El reconocimiento del Holocausto es nuestro contemporáneo billete de entrada”.

No hay crimen más significativo en la historia europea que el cometido por la Alemania nacionalsocialista con el exterminio industrial de los judíos de Europa. Aunque no basta con el reconocimiento del Holocausto, claro está. No hay que olvidar otros crímenes contra la humanidad, como los perpetrados por las potencias coloniales sobre colectividades y pueblos enteros, esclavizados o exterminados por el solo hecho de ser quienes eran, u otros en curso hoy mismo, como el que sufren los rohingyas en Myanmar.

Turquía debe reconocer el genocidio cometido en 1915 contra el pueblo armenio, tal como le exige Biden, el primer presidente de los Estados Unidos que se lo demanda. Las dos cámaras del Congreso ya se lo han exigido. En España, en cambio, Gobierno y Congreso de Diputados han preferido hasta ahora mirar hacia otro lado.

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El billete para entrar en Europa es la idea civilizada de sociedad abierta, liberal y democrática, comprometida en no repetir los errores criminales cometidos hasta mitad del siglo XX. Este no es un billete para siempre, sino que hay que cuidarlo y conservarlo, evitar los retrocesos. Estados Unidos eleva ahora el listón de su exigencia con los otros precisamente porque está también exigiéndose a sí mismo.

Erdogan no es el único sin billete europeo. Como alguien dijo de la civilización occidental, Europa es una muy buena idea, la mejor idea política que hemos conocido, y ojalá fuera realidad. Eliminar la guerra, las fronteras interiores y los enconamientos nacionalistas, organizar la prosperidad a través de la libre circulación de mercancías, capitales y ciudadanos, unir los pueblos por la fuerza del derecho, las libertades y la democracia, ¿quién hubiera osado hace cien años, cuando estábamos en pleno ascenso de los extremismos?

Pero el corazón del modelo europeo no es el euro ni el mercado único. Lo definió Tony Judt con su billete para Europa, que los europeos debemos exigirnos a nosotros mismos tanto como a los otros, a Putin, a Xi Jinping o a Erdogan.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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