Las inquietantes réplicas del Brexit
La tensión en la isla de Jersey, después de los incidentes de Irlanda del Norte, evidencia la necesidad de encarrilar con pragmatismo los asuntos pendientes entre Reino Unido y UE
Los momentos de tensión vividos este jueves en torno a la isla de Jersey —pegada a la costa francesa, pero de histórico dominio británico— son un nuevo y llamativo recordatorio del notable potencial problemático de los flancos irresueltos del Brexit. Más de medio centenar de barcos de pescadores franceses se congregaron frente al puerto de Saint Helier, en la isla, para protestar contra una medida del Ejecutivo local que restringe su trabajo. La explotación pesquera es uno de esos flecos pendientes del acuerdo de divorcio, y la situación fue lo suficientemente complicada como para que Londres enviara embarcaciones militares a la zona y París despachara dos patrullas de la Gendarmería. El episodio se produce a escasa distancia temporal de una prolongada serie de incidentes violentos en Irlanda del Norte, cuyo encaje en la nueva etapa configurada por el Brexit sea quizá la cuestión más explosiva.
La lista de asuntos pendientes es larga. La reconfiguración de las relaciones en el sector de los servicios financieros destaca por su envergadura económica. Las fricciones en el apartado comercial son, pese al acuerdo firmado, múltiples. La ratificación por parte del Parlamento Europeo del acuerdo permitirá finalmente la activación de una veintena de comités sectoriales destinados a engrasar la maquinaria. Esto es un avance, pero su capacidad será limitada si no converge en el sentido correcto el elemento esencial: la voluntad política por ambas partes. Desde este punto de vista, el principal responsable es el Gobierno de Boris Johnson. Es indiscutible que este debía llevar a cabo el mandato democrático del Brexit; y que tenía derecho a optar entre distintos modelos. Pero lo siguiente es actuar con responsabilidad de acuerdo con el marco elegido, lo que incluye explicar con claridad sus consecuencias: esto no ha ocurrido adecuadamente en el caso de Irlanda del Norte. La responsabilidad también abarca evitar provocaciones sin base ninguna, como denegar al representante de la UE la condición de embajador —Londres acaba de recular en ello—. Johnson ha optado por un Brexit duro para mantener alta la bandera nacionalista, y eso acarrea costes. Entre otros síntomas, Bruselas acaba de dar portazo a la petición de Londres de adherirse al convenio de Lugano, relativo a la competencia judicial, el reconocimiento y la ejecución de resoluciones judiciales en materia civil y mercantil.
En este marco, la UE también está llamada a mantener una actitud serena y pragmática. Se equivocó con un intento de acción unilateral en Irlanda en el pico de las crisis de las vacunas de AstraZeneca. Pero por lo general se ha atenido a una disposición adecuada. Es esencial que ambas partes negocien con pragmatismo para evitar daños innecesarios o, incluso, incidentes serios, que la realidad de estas semanas apunta como posibles.
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