Puestos a matar, la naturaleza es el líder
Fauci y la OMS presionan a Pekín para que facilite datos y acceso
Estos días hemos vuelto a hablar del origen del SARS-CoV-2, el coronavirus que causa la covid y ha puesto el mundo patas arriba. Cuando comparas su secuencia (gatacca…) con la de todos los coronavirus que se conocen, el más parecido es un coronavirus aislado de los murciélagos. Esto ya ocurrió con el SARS de 2003, con el ébola y con otros agentes patógenos. Los murciélagos se están ganando su mala fama a fuerza de evidencias. Una razón probable es el poderoso sistema inmune de esos mamíferos feos y oscuros, que les permite ser portadores de cualquier virus sin padecer la enfermedad ellos mismos. Pero no olvidemos tampoco lo que podríamos llamar la ley de Enjuanes, formulada por el virólogo Luis Enjuanes en la época del SARS: “los murciélagos son mamíferos, vuelan y muerden”. Un vector ideal, ¿no es cierto?
Al comparar secuencias genéticas, sin embargo, también se puede hacer un cálculo aproximado de cuánto divergen. Si la separación evolutiva entre dos virus es muy reciente, sus genomas serán muy parecidos. Si es más antigua, no lo serán tanto, y este es el caso del SARS-CoV-2, que su similitud con los coronavirus de murciélagos, al menos con los que han secuenciado hasta ahora, indica que los dos agentes infecciosos se escindieron en dos ramas independientes hace décadas. Este reloj evolutivo no es tan fiable como uno fabricado en Suiza, porque la tasa de mutación no depende solo del tiempo, y puede aumentar o disminuir según las circunstancias. Pero desde luego descarta un salto reciente y directo de murciélago a personas. De ahí la popularidad del escamoso pangolín, uno de los animales que se han propuesto como intermediarios en el salto a humanos, también bastante feo, por cierto. Esta hipótesis sigue viva, pero no ha podido comprobarse.
Anthony Fauci, el gran inmunólogo estadounidense y la única persona que se atrevió a enfrentarse a Donald Trump por su esotérica gestión pandémica, ha reactivado estos días la hipótesis de que el SARS-CoV-2 se escapara de un laboratorio de Wuhan, la ciudad china que fue el probable foco de la pandemia. Ese instituto investiga desde hace años en coronavirus de murciélagos, y la posibilidad del escape no se puede descartar. Pero no hay nuevos datos que alimenten esa idea, que ya avanzó hace meses la misión que la Organización Mundial de la Salud (OMS) envió a Wuhan justo para investigar el origen del virus. Se puede interpretar que tanto Fauci como la OMS tratan de presionar a Pekín para que facilite todos los datos y el acceso de científicos independientes a los laboratorios de Wuhan. En el pasado ha habido otros escapes, aunque de una naturaleza muy local y gestionable, nada comparable a esta pandemia. Pekín debe ser trasparente si quiere convencer al mundo.
Pese a todo, el poder de la madre naturaleza para generar el caos sigue siendo muy superior al de los científicos. La gripe española, que en realidad vino de un cuartel de Kansas, se dio a conocer en la primavera de 1918, pero no fue hasta la segunda ola de finales de ese año cuando alcanzó su espantosa letalidad, que mató a 50 millones de personas. Por entonces no se sabía ni lo que era un gen.
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