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Izquierda hundida

Nada sería tan legal y justo como que los ucranios se defendieran ante una invasión y que sus aliados y amigos les ayudaran

La ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, interviene este viernes en un acto electoral de Unidas Podemos en León.
La ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, interviene este viernes en un acto electoral de Unidas Podemos en León.J. CASARES (EFE)
Lluís Bassets

Fue Juan Goytisolo quien popularizó la expresión en estas mismas páginas en 1999, en un artículo que denunciaba la hipocresía de quienes criticaron la intervención de la OTAN para frenar el genocidio en marcha en Kosovo, pero fueron ciegos ante los crímenes del etnonacionalismo serbio. Goytisolo no estaba a favor de los bombardeos, por razones que dejaba entrever en la primera fase del artículo: “Por circunstancias personales, nadie puede detestar más que yo los bombardeos aéreos, aun aquellos que, como pretende el alto mando aliado, causan un mínimo de daños colaterales”. Su madre, Julia Gay, murió el 17 de marzo de 1938 en Barcelona bajo una bomba italiana lanzada por la aviación de Mussolini al servicio de Franco.

El escritor barcelonés ya no está por desgracia entre nosotros, pero habría sido interesante contar con su rigor moral y su pluma cortante para juzgar la actitud de estas mismas izquierdas ahora, cuando de nuevo se levantan voces contra la actitud de la OTAN ante una amenaza tan seria como la esgrimida por Vladímir Putin sobre Ucrania, que viene avalada por los 14.000 muertos provocados desde 2014, cuando las fuerzas rusas ocuparon Crimea y sus peones en la cuenca del Donbás encendieron el fuego de una guerra incivil.

¿Valen sus palabras de entonces para las circunstancias actuales, cuando la OTAN se ha limitado a reforzar su flanco oriental y a rechazar cualquier conminación del Kremlin a someterse a sus dictados?: “Resulta difícil comprender a quienes claman hoy contra la barbarie de la OTAN si se tiene en cuenta que mantuvieron sellados los labios durante el asedio medieval con armas modernas de Sarajevo por espacio de tres años y medio: sus proclamas pacifistas de fachada ponían en el mismo saco a verdugos y víctimas, asediadores y asediados. ¿Qué especie de virus se ha colado en el razonamiento político de esa izquierda hundida —bautizada así, con acierto, por el escritor albanés Bashkim Shehu—, izquierda que desfila con columbina inocencia o hipocresía odiosa al grito de paz, paz?”.

La de Kosovo fue la única guerra librada por la Alianza sin cobertura legal de Naciones Unidas. Si ahora llegara a estallar la guerra abierta por una invasión rusa, nada sería tan legal y justo como que los ucranios se defendieran. También lo sería que sus aliados y amigos les ayudaran si lo solicitaran. La única guerra ilegal e injusta es la que Putin viene librando en Ucrania desde 2014. Y, sin embargo, cierta izquierda sigue considerando a la Alianza como el peligroso brazo armado de los intereses de Estados Unidos y no como el único paraguas protector con que cuentan los europeos para guarecerse ante amenazas bien ciertas y comprobadas.

Para cierta izquierda, hundida todavía en el pozo de sus prejuicios y tópicos, sigue siendo un tabú el uso de la fuerza militar en cualquier caso, incluso en defensa propia ante una guerra de agresión.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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