Sumas que restan
Si Yolanda Díaz espera heredar de manera natural el espacio político y electoral de Podemos, se está equivocando
Uno de los mantras con más tracción en la izquierda es el de la unidad. Por tradición política, más fragmentada y doctrinal que la derecha, se entiende su persistencia. Sin embargo, a efectos prácticos, el éxito de una coalición preelectoral depende del contexto. Mírese sin ir más lejos Andalucía en 2018, donde tres derechas batieron a dos izquierdas. O el nacimiento de la coalición Unidas Podemos en 2016, que se dejó un millón de votos, o Castilla y León, donde la suma de Podemos e IU obtuvo menos apoyos que el primero en solitario en 2019.
Para entender su conveniencia o no, un aspecto clave es la proporcionalidad del sistema electoral, que en el Congreso es un cortacésped, pero que a nivel autonómico es una cuchilla de afeitar. En Andalucía, con alrededor del 5% del voto se puede obtener un diputado en Sevilla, Málaga o Cádiz, pero con menos del 7% u 8% estás excluido en Huelva o Jaén. Por tanto, para ser viable, lo ideal es tomar este último umbral como punto de corte. Fragméntese lo que quiera, pero supere esa marca en todas las provincias para estar salvado.
El problema de la izquierda del PSOE es que no es el caso y, por tanto, su eficiencia traduciendo votos en escaños necesariamente será menor. Pero, además, los votantes anticipan este hecho haciendo que lo mecánico (aritmético) también sea psicológico. Si no está claro si mi partido favorito obtendrá representación, ¿voto por él o por un “mal menor” para que no gobiernen mis rivales? Y, atención, porque aquí las encuestas sí son relevantes al condicionar en qué medida uno u otro partido asoma la cabeza en la parte baja de la tabla.
Ahora bien, es importante recordar que cualquier coalición preelectoral tiene rechazos cruzados: votantes que vienen del partido original, pero que la repudian. En una coalición uno más uno rara vez equivale a dos, y el artefacto resultante no suele conseguir agregar los votos de todos sus miembros. Algo que no es tan problemático si al menos permite alcanzar más umbrales críticos que le den escaños.
Lo evidente es que la chapuza en la formación de Por Andalucía les generará más costes en este sentido. Su absurdo parto ha provocado una cascada de reproches cruzados entre unos militantes y cuadros que después deben hacer campaña juntos, algo que se filtra al público. Desconfianzas que harán que más votantes se desmovilicen u opten por otras formaciones. Un hecho que apuntala la percepción de unas elecciones poco competidas, dado que el PSOE lo tendría difícil para sumar y recuperar la Junta.
En cualquier caso, es indudable que esta pugna ha venido muy contaminada por las disputas entre Podemos y Yolanda Díaz. La toma de posiciones para mayo y las generales, la pugna por las marcas (que tienen que ver con cargos y dinero, es decir, poder) apuntan que, si la vicepresidenta espera heredar de manera natural su espacio, se está equivocando. Peleando por fuera para ganar por dentro, cuanto más tarde en marcar perfil propio, más tiempo le seguirán segando la hierba bajo los pies.
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