La victoria silenciosa de Le Pen
A pesar de haber optado por una campaña discreta, el partido de extrema derecha, Reagrupamiento Nacional, ha cosechado un resultado histórico que lo ha llevado a multiplicar por 11 su número de diputados
Nadie lo vio venir. Ni siquiera la propia Marine Le Pen. Obnubilados por la perspectiva de la vuelta con fuerza de la izquierda en el Parlamento, y enredados en el falso debate impuesto por el campo de Emmanuel Macron sobre si la extrema derecha y la extrema izquierda eran equiparables o no, perdimos de vista lo esencial: no subestimar jamás la capacidad de la extrema derecha de movilizar a su electorado, digan lo que digan las encuestas. Reagrupamiento Nacional ha conseguido multiplicar por 11 su número de diputados, pasando de 8 a 89, algo totalmente inédito. La única vez en la que la formación pudo constituir un grupo en la Asamblea (se necesita un mínimo de 15 diputados para poder formar un grupo) fue en 1986, gracias a un modo de escrutinio proporcional que le permitió conseguir 35 escaños. A pesar de una campaña calificada de discreta por los observadores, y que hasta Le Pen daba por perdida de antemano por un modo de escrutinio ―mayoritario― que siempre penalizó a su partido, la formación ultraderechista ha vuelto (tristemente) a hacer historia. Anoche, tras publicarse los resultados, la líder frentista, exultante frente a las cámaras de televisión, con una sonrisa de oreja a oreja, prometió que la Asamblea Nacional sería aún más “nacional” y sobre todo se felicitó por haber realizado uno de sus principales objetivos: “hacer de Emmanuel Macron un presidente en minoría”.
El escenario es ideal para Le Pen: por un lado, el partido de Macron, sancionado por los franceses, según los analistas, por un ejercicio del poder demasiado vertical, se ha llevado una auténtica bofetada electoral. Por primera vez en 34 años ―le sucedió también a François Mitterrand―, un presidente elegido hace apenas unos meses no ha conseguido una mayoría absoluta en las legislativas. Es un claro aviso de los franceses a Jupiter: Francia no es solo un régimen presidencial, sino semi presidencial, y el debate parlamentario, la discusión, la negociación con las demás sensibilidades cuenta. Por otro lado, el malestar social es real y no se subsanará a golpe de mesas redondas y comités de expertos. Como señaló Sami Naïr en su columna este domingo, el tiempo del populismo tecnócrata ha llegado a su fin. Es la hora de la política. Y en el caso de Macron, de buscar el pacto, el compromiso, en particular con el partido que el macronismo, con su irrupción en el escenario político francés en 2017, contribuyó a debilitar pero no destruir: Los Republicanos (LR). Y no se lo pondrá fácil. Como reafirmó ayer el presidente del grupo en el Parlamento, Christian Jacob, LR será una fuerza de oposición, no el respaldo de Macron. De hecho, es interesante notar que los diputados de LR que han obtenido la investidura en estas elecciones son los que han decidido no apoyar a la coalición de Macron, Ensemble. Y a la inversa, los que perdieron eran los que se habían mostrado favorables a una alianza con el campo presidencial.
Por el otro lado, la coalición Nupes, liderada por Jean-Luc Mélenchon, si bien ha cosechado un resultado importante y conseguido el objetivo político de devolver a la izquierda su protagonismo como fuerza de oposición en el Parlamento con 142 diputados (y en el caso de Francia Insumisa de pasar de 17 a 75 escaños), obtiene un resultado decepcionante respecto a la ilusión cosechada en el electorado de izquierda. El lema “Mélenchon primer ministro” ha sido una buena operación de comunicación que permitió a la formación ocupar el espacio mediático, pero no ha sido suficiente para revertir el escenario y dar lugar a una cohabitación. Los aliados de Mélenchon acusan de hecho al partido de Macron de ser el principal responsable del auge de la extrema derecha por no haber dado la consigna clara a sus candidatos de apoyar al candidato de Nupes en las circunscripciones donde se enfrentaban a Reagrupamiento Nacional en la segunda vuelta.
Frente a los resultados decepcionantes de sus contrincantes, Marine Le Pen aparece como la ganadora simbólica de estas elecciones en las que se ha apuntado una doble victoria: extender la implantación del partido a todo el territorio nacional, algo que en el pasado siempre había perjudicado a la formación de extrema derecha y que confirma la normalización del partido por el electorado, y recibir, como todo grupo en la Asamblea, una financiación importante que compensará la notable deuda que arrastra la formación.
Por último, el partido fundado por Jean-Marie Le Pen se reafirma como la fuerza política a la que más votan los obreros y las clases desfavorecidas, como lo explicaba este domingo en la televisión pública el director de Ipsos Brice Teinturier. Un dato que debería preocupar a la coalición de Mélenchon por la que se decantaron sobre todo los jóvenes (uno de cada dos jóvenes de menos de 35 años ha votado a Nupes) y la población urbana. La entrada, histórica también, en el Parlamento de diputadas de la Nupes como Rachelle Keke, una mujer de la limpieza sin estudios nacida en Costa de Marfil y líder de una contestación parecida a la de las kellys españolas ―que consiguió, nada menos, que vencer a la exministra de Deportes, Roxana Maracineanu, en esta segunda vuelta―, quizá ayudará a invertir esta tendencia y a recuperar el voto de los fâchés mais pas fachos (enojados pero no fachas) de cara a las próximas elecciones.
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