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De visados y genios

Denegar la entrada a Europa de los ciudadanos rusos sería un castigo colectivo e indiscriminado, que el derecho internacional humanitario no ve nada bien

Visados ciudadanos Rusia
Una joven rusa tramita la expedición de un visado en la oficina de visados de la embajada británica en Moscú, en septiembre de 2019.
Pere Vilanova

Algunos genios han tenido una brillante idea: ¿no sabemos qué más hacer con Vladímir Putin? Pues castiguemos a casi 150 millones de rusos (y de otras sufridas etnias de pasaporte ruso) con una denegación general de visados para venir a Europa. Así, razona el genio, cambiarán su comportamiento como electores, pasarán a votar masivamente a de momento inexistentes candidatos democráticos, las elecciones serán limpias, y ello implicará la derrota de Putin, a quien le encantaría por cierto dicha maniobra de denegación general de visados. Qué más prueba se necesitaría para demostrar un complot general contra el pueblo ruso.

Eso sería un castigo colectivo e indiscriminado, y créanme genios, el derecho internacional humanitario no lo ve nada bien. Uno de esos genios avala en las redes sus 20 años de experiencia en temas de visados para asegurar que eso funciona. Un servidor puede certificar que la Comisión de Venecia del Consejo de Europa (que acaba de expulsar a Rusia por el comportamiento de su Gobierno en temas de derechos humanos) lleva casi 30 años monitorizando varias transiciones en el espacio de las antiguas URSS y Yugoslavia, y uno de los problemas recurrentes, casi siempre, son los sistemas electorales y las elecciones. Y se busca siempre la interlocución con las instituciones, los partidos, y la sociedad civil, con resultados desiguales en cuanto a resultados. La OSCE (Organización para la Seguridad en Europa) hace algo muy parecido, y en general de modo coordinado con el Consejo de Europa. Ya existe un tratado de Schengen que hace años que filtra las peticiones de visados, ya se han visto los resultados muy positivos del incentivo de la Unión Europea para consolidar esos procesos de democratización. En Serbia, sin ir más lejos, la evolución democrática de sus élites ha sido clara, aunque lento y en ocasiones bastante irritante. O en Macedonia, Kosovo, o la misma Ucrania (que he visitado cuatro veces con la Comisión de Venecia desde 2017). El genio antes citado afirma que hay una vía, que es la petición de “visados humanitarios”, pero esto es un proceso individual en el que la carga de la prueba se invierte. ¿Qué pueden decir mis amigos Yura y Zina? Son rusos anónimos que suman entre los dos siglos y medio de edad, que simplemente no votan a Putin, y no han escrito ni un grafiti en el barrio. ¿Qué alegarán?

En 1966, el régimen de Franco convocó un referéndum sobre la Ley Orgánica del Estado, y después unas “elecciones al tercio familiar de Las Cortes”. Había urnas, propaganda (solo de Franco y su ley) y las cárceles tenían muchos presos políticos (de los de verdad), pero ¿hubiera sido una buena idea que Europa se movilizara para denegar la entrada de los españoles, turistas, exiliados, etc.? Algún genio (entonces ya los había) sugería en París un boicot en términos de viajes entre España y Francia, y la reacción abrumadora fue la contraria. Cuantos más extranjeros visitasen España y cuantos más españoles fueran a Francia, mejor que mejor.

Al genio de hoy le digo que, siendo así que hay sanciones selectivas que impiden a jerarcas rusos venir a Europa, cuantos más rusos “normales”, seres humanos, podamos traer, mejor.

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