_
_
_
_
COLUMNA
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Mari Carmen vuela en globo

Ella perdió el miedo. A tiempo. A los 74 años. Tras más de 40 conviviendo con un agresor: su marido

Manifestación del 25-N en Sevilla.
Manifestación del 25-N en Sevilla.Joaquin Corchero (Europa Press)
Jordi Amat

Mari Carmen, 74 años. Les cuento por si no la escucharon. Fue este viernes a las 8.10 en el matinal de Íñigo Alfonso. Radio pública el Día Internacional de la Violencia contra las Mujeres. 25-N. En el programa luego entrevistarán a Teresa Peramato —fiscal de Sala contra la Violencia sobre la Mujer—, que se referirá al derecho transitorio para describir el periodo durante el cual se modifican o sustituyen las leyes para adaptarlas a nuevas realidades sociales. En esos periodos surgen problemas de colisión legislativa, razona la veterana fiscal, que van resolviéndose con buena voluntad. Aquí estamos y, sobre todo, estamos ante una necesaria evolución: la progresiva toma de conciencia de una barbarie históricamente silenciada y que ha emergido como un vómito de dolor y un grito de dignidad que ha sacudido la conciencia de buena parte de la sociedad. Las víctimas de violencia sexual son las que son: el 85% son mujeres, el 48% son mujeres menores de edad. Pero no es de cifras de lo que querría hablar, sino de nombres tras las cifras.

Querría hablar de Mari Carmen y una esperanza conquistada con sus últimas fuerzas. Pero antes una voz entrecortada. Carol. Ella y la tragedia que cuenta minutos después. Su vida solo puede reconstruirla como un encadenamiento de violencias. La ejerció su abuelo, bebedor, sobre su abuela. La ejerció su padre con su madre y también con ella al moldearla un día tras otro como un ser que debía ser sumiso porque ella era una mujer. Y moldeada así a través de la dominación cotidiana, incapacitada para sentirse autónoma y condenada a ser dependiente, desde muy joven encadenó novios que la humillaban, pero no reaccionaba porque ella no tenía capacidad alguna para tomar conciencia y rebelarse contra el abuso. A pesar de todo, a pesar del trabajo psicológico para que descubra la autoestima, sentimos que aún está cautiva de un dolor que viene de muy lejos. La fuerza de su testimonio es muy intensa. También por el tono de voz. Resuena miedo. Solo tiene 26 años.

Querría hablar de Mari Carmen cuando vio el mar. Pero en el programa pinchan la versión de Shego de la canción Merichane. Así llamaban a Zahara cuando tenía 12 años, Merichane, el nombre de una prostituta del pueblo. Esa canción incluida en el álbum Puta bucea en el dolor femenino: los abusos psicológicos y sexuales, la culpabilización por el goce y la ansiedad que intenta aplacarse con una relación enfermiza con el cuerpo que desemboca en los trastornos alimentarios. Busco el vídeo y entró en una atmósfera claustrofóbica. “Yo / Aún ahí, sin saber salir”. Salgo de ella al leer los comentarios de mujeres que la han escuchado y se han visto reflejadas en esa experiencia. Son decenas que se reconocen en esos versos y tienen la necesidad de darles las gracias por haber visibilizado un dolor ahogado con tanta belleza angustiada. “Gracias a esta canción por darnos la voz que a veces nos falta por miedo”.

Mari Carmen perdió el miedo. A tiempo. A los 74 años. Tras más de 40 conviviendo con un agresor: su marido. No era la primera vez que iba la comisaria. Ni la segunda. Cruzaba la puerta, le preguntaban qué quería, se giraba y volvía a su vida de siempre, temiendo la llegada de su marido a casa. El miedo saltaba a la barriga mientras escuchaba los insultos. “Yo no valía para nada”. Andaba por la calle para no estar con él. Hasta que ese día a las siete de la tarde salió de casa. Hace un mes. Le denunció. La red de la protección integral se activó. La respuesta debe ir más allá de las penas. Son “soluciones eficaces para las mujeres”. Esa noche él dormiría en comisaría, ella se instaló en el piso de acogida donde vive porque no tiene recursos. Recibe tratamiento psicológico. Quiere vivir sola, confiesa sollozando, ahora que se pinta los ojos porque se siente rejuvenecida. Y quiere volver a sentir la alegría que experimentó al atreverse a denunciar. ¿Cómo revivirlo? Subirse a un globo, respirar, eso querría Mari Carmen.


Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Jordi Amat
Filólogo y escritor. Ha estudiado la reconstrucción de la cultura democrática catalana y española. Sus últimos libros son la novela 'El hijo del chófer' y la biografía 'Vencer el miedo. Vida de Gabriel Ferrater' (Tusquets). Escribe en la sección de 'Opinión' y coordina 'Babelia', el suplemento cultural de EL PAÍS.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_