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Anatomía de Twitter
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Políticas hartas de machismo

Francia Márquez, Irene Montero, Jacinda Ardern y Sanna Marin reciben ataques paternalistas y racistas por ocupar el espacio político. Estar ahí es su derecho, defendámoslo

Los diputados del PP protestan durante la intervención de Irene Montero en el Congreso este miércoles.
Los diputados del PP protestan durante la intervención de Irene Montero en el Congreso este miércoles.J.C. Hidalgo (EFE)
José Nicolás

Cuando una mujer accede a un puesto de poder decimos que está rompiendo el techo de cristal, usamos metáforas que “hacen hincapié en su exterioridad”, pronunció Mary Beard en una conferencia recogida en Mujeres y poder (Crítica): “No es fácil hacer encajar a las mujeres en una estructura que, de entrada, está codificada como masculina: Lo que hay que hacer es cambiar la estructura”, añadió. A veces parece que las mujeres tuvieran que pedir permiso (o perdón) para ocupar los espacios de los que se les ha privado solo por ser mujeres. Ni hablemos entonces de mujeres racializadas. El patriarcado y el racismo están muy presentes y muy arraigados en la sociedad.

Es habitual toparse con situaciones que menosprecian a las mujeres que han llegado a cotas de poder. A veces, incluso, estos ataques los lanza otra mujer. Sucedió hace unos días en la Cámara baja. Durante el debate de la ley del solo sí es sí, la diputada de Vox Carla Toscano decía a Irene Montero que su único mérito era haber estudiado en profundidad a Pablo Iglesias. Machismo y violencia política.

Más paternalismo: hace un par de días, en una rueda de prensa de la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, y su homóloga finlandesa, Sanna Marin, un periodista espetó: “Mucha gente se estará preguntando si se reúnen solo porque tienen una edad similar y muchas cosas en común o si los neozelandeses pueden esperar a ver más acuerdos entre ambos países”. Ardern cortó al periodista y preguntó si esa cuestión la habrían hecho a Barack Obama y John Key (expresidente de Estados Unidos y ex primer ministro de Nueva Zelanda), ya que ellos también tienen edades similares. Tras esto, se limitó a enumerar las relaciones comerciales que mantienen ambos países. Por su parte, Marin, antes de desarrollar su respuesta, zanjó: “Nos reunimos porque somos primeras ministras”.

Y un tercer caso al que se suma el racismo: la vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez, dijo a Pepa Bueno en una charla enmarcada en el Foro Tendencias que sentía que el Estado era “propiedad de quienes lo han ocupado toda la vida”, refiriéndose a las familias que han heredado el poder en Colombia. “Ahora que soy vicepresidenta, no tendría que estar diciéndole a los funcionarios públicos: respétenme, soy la vicepresidenta. Si fuera un hombre mestizo o blanco, no tendría que decirlo. A mí me toca decirlo todo el tiempo y es desgastante. Tengo que decirlo no solo por mi condición de mujer, sino por mi condición de mujer afrodescendiente”, afirmó en otra respuesta que destacó @garcialopezyei1 como una “clase magistral sobre cómo funciona el racismo antinegro en espacios de poder”. Otro usuario celebró la dignidad y claridad de sus palabras.

Los comentarios a Montero, Ardern y Marin también levantaron revuelo en las redes. Muchos usuarios tildaron de asquerosas las palabras de Toscano, otros dijeron que “es la viva imagen de la violencia política llevada al máximo extremo” y sobre la pregunta a Ardern y a Marin se dijo que es “insoportable”, la representación del patriarcado.

Simone de Beauvoir escribió en 1949: “La burguesía conservadora sigue viendo en la emancipación de la mujer un peligro. Uno de los beneficios que la opresión ofrece a los opresores es que el más humilde se siente superior: un pobre blanco del Sur de EE UU tiene el consuelo de decirse que no es un sucio negro, y los blancos más afortunados explotan hábilmente este orgullo. Así, el más mediocre de los varones se considera frente a las mujeres un semidiós”.

Cuando quien tiene el poder se siente amenazado por el oprimido, llegan los ataques, que a veces son personales. Ocupar el espacio político es un derecho de todos, hombres y mujeres. Hay que defenderlo.

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Sobre la firma

José Nicolás
Es editor en la sección de Opinión, donde es uno de los encargados de sus contenidos digitales. Escribe la columna 'Red de redes'. Es graduado en Periodismo por la Complutense y máster en Periodismo de Datos y Nuevas Narrativas en la Universitat Oberta de Catalunya. Antes de su llegada a EL PAÍS trabajó en Onda Regional de Murcia y Cadena SER.

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