Los Goya, las mujeres y la sanidad
Las nuevas generaciones del cine español compartieron protagonismo con la preocupación por la sanidad pública
Por primera vez en la historia, las cinco candidaturas a obtener el Goya en la categoría de dirección de producción eran de mujeres. Y tres de las candidatas a mejor película han sido dirigidas también por mujeres. Lo relevante no es la estadística: lo relevante es la calidad del cine que han creado como productoras y como directoras, premiadas y no premiadas. El salto no es por tanto solo cuantitativo, sino cualitativo, y muestra que el repertorio de temas y sensibilidades que aportan esas películas multiplica los prismas de la expresión de un arte largamente monopolizado por los hombres, incluida una tácita y ya muy rancia condescendencia hacia las cineastas. La evidencia de su consagración pública pudo haber llegado en 2022, tanto por el éxito internacional de Carla Simón y Alcarràs —Oso de Oro en Berlín hace un año, sin que obtuviese ningún premio de sus 11 nominaciones— como por la calidad de películas como Cinco lobitos de Alauda Ruiz de Azúa, Cerdita de Carlota Pereda, La Maternal de Pilar Palomero, o, en la categoría de documental, El techo amarillo de Isabel Coixet.
El guiño al pasado no estuvo solo centrado en el homenaje a Carlos Saura, fallecido el viernes en Madrid, como premio de honor, sino en otro hito histórico de 30 años atrás: el Oscar a la película de Fernando Trueba Belle Époque. La presencia en el escenario de sus cuatro protagonistas femeninas para entregar el premio a la mejor película evocaba el inicio de un ciclo histórico que parecía culminar en la gala. El relevo generacional está en marcha de forma natural y por una vez no es un relevo hemipléjico sino integral, de hombres y mujeres nuevos en la industria del cine. Lo necesario es la consolidación de esta tendencia. Los nueve premios a Rodrigo Sorogoyen y As bestas y los cinco a Alberto Rodríguez por Modelo 77 estuvieron destinados también a varias mujeres. Los premios a tres excepcionales interpretaciones, como las de Susi Sánchez y Laia Costa (en Cinco lobitos, dirigida por la novel, también justamente premiada, Alauda Ruiz de Azúa) o de Laura Galán en Cerdita (dirigida por Carlota Pereda), transmitieron un sentido de comunidad que fue patente en más de un discurso y en el hecho de que los seis últimos Goya a la dirección novel hayan recaído en mujeres jóvenes con claros vínculos de complicidad.
Los dos minutos largos de ovación a Carlos Saura, con el público puesto en pie, reforzaron el mensaje que el director dejó escrito para expresar su confianza en el futuro de la imaginación como recurso del arte. Pero fue su hijo Antonio quien quiso evocar orgullosamente tanto a su madre como a las otras tres mujeres con las que Saura compartió su vida. Quizá la velocidad de la luz que invocó no sea la del ritmo del avance de las mujeres en el cine español pero la gala celebrada en Sevilla permitió visualizar —ante una nutrida representación del Gobierno encabezada por Pedro Sánchez— la profundidad del cambio estructural que está viviendo la industria del cine y la justa celebración del conjunto de la producción cinematográfica del año 2022, incluido el brillante corto Arquitectura emocional, 1959, de León Siminiani. Pocas veces ha sido tan evidente la conexión entre unos premios artísticos y su sociedad. Ese hilo traspasó la ceremonia entera, e incluyó la reiterada reivindicación de una sanidad pública fuerte, en las vísperas de la multitudinaria manifestación celebrada este domingo en Madrid, por segunda vez en tres meses, como muestra evidente de una preocupación general y transversal. Justo 20 años después del no a la guerra (de Irak) que monopolizó en 2003, con otros protagonistas, la fiesta del cine español.
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