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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Prensa perseguida

Centroamérica padece hoy una sistemática oleada represiva contra la libertad de expresión a manos de poderes autocráticos

Una mujer protesta contra el cierre de 'El Periódico', ante la sede del Palacio de Justicia en Ciudad de Guatemala este lunes.
Una mujer protesta contra el cierre de 'El Periódico', ante la sede del Palacio de Justicia en Ciudad de Guatemala este lunes.JOHAN ORDONEZ (AFP)
El País

Las amenazas a la prensa son un problema estructural en la mayor parte de América Latina, pero es en Centroamérica donde hoy se concentra la peor embestida contra el periodismo independiente. De la deriva del régimen autoritario de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua, que ha forzado al exilio a la práctica totalidad de los reporteros, a la persecución que sufren los medios en El Salvador de Nayib Bukele o en Guatemala, la situación es agónica y merece la condena sin paliativos de la comunidad internacional. El episodio más reciente ha sido el cierre de elPeriódico de Guatemala, que durante casi tres décadas reveló decenas de casos de corrupción gubernamental. El asedio del Ejecutivo de Alejandro Giammattei se intensificó el pasado verano, cuando la Fiscalía irrumpió en la redacción y fue detenido su fundador y presidente, José Rubén Zamora, bajo la acusación de lavado de dinero, y hoy sigue en prisión. La última portada del medio, este lunes, fue toda una declaración de intenciones: “Decimos no al poder”. La resistencia frente a los abusos de las autoridades no fue suficiente para superar los ataques políticos y la asfixia económica.

El cierre forzoso del periódico sucede días después de que El Faro, periódico digital de El Salvador y referencia en toda la región, se viera obligado a trasladar sus operaciones administrativas a Costa Rica ante el acoso del Gobierno de Nayib Bukele. El presidente de El Salvador emprendió una guerra contra las pandillas bajo el paraguas legal de un “régimen de excepción” que suspendió libertades fundamentales y abrió la puerta a abusos y violaciones de los derechos humanos. El periodismo es una de las víctimas preferentes de esa política de mano dura y a eso se añade la inquina de Bukele contra El Faro por documentar sus negociaciones fallidas con las maras. Los periodistas del medio sufrieron espionaje con el software Pegasus, han sido blanco de difamaciones y de investigaciones de Hacienda, pero seguirán informando desde y sobre El Salvador.

A pesar del horizonte sombrío, como señala el director de El Faro, Carlos Dada, el periodismo centroamericano atraviesa quizá uno de sus mejores momentos por su gran calidad, rigor y compromiso con la democracia. La condena a los autócratas desde todas las instancias internacionales debe ir acompañada de mecanismos de apoyo que mitiguen el acoso y eviten que esas voces indispensables acaben apagándose.

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