Dos burbujas que se dan la espalda
Si este tiempo electoral ha sido colonizado casi inevitablemente por la lógica tribal, el que se abre hoy debe ser un tiempo de debate y valoración colectiva
El inglés tiene dos palabras de idéntica raíz protogermánica, truth y trust, verdad y confianza. Trust es, de hecho, una palabra espléndida, pues nombra algo hermoso, la confianza en la veracidad y la integridad. Junto a otras palabras hermanas conforman un universo virtuoso de significados: ser firme, sólido, constante, como un árbol que da sombra y fruto porque tiene raíz, tronco, ramas. Lo verdadero se ve y se autentifica, es confiable y, al cabo, ofrece un cierto amparo. Todo esto, en fin, para hablarles de esas dos burbujas que, en esta campaña, configuran dos espacios autorreferenciales que se acusan de las mismas cosas. ¿No es fascinante que ambas tribus nos reprochemos mutuamente ser mentirosos o trumpistas? No les hablo de quién lleva razón, sino del efecto que genera sobre “el todo” tener dos bolas de billar chocando ininterrumpidamente mientras comparten la misma semántica que se lanzan a la cara. Poca verdad, ninguna confianza.
Vivimos un vaciamiento de las palabras. Y de más cosas. Pero volvamos a la visualidad del árbol. Todos lo acechamos con la misma tijera, talando su tronco desde lados opuestos para desnudarlo, podándolo y mermando sus raíces para que no sea ya un árbol. La membrana común del tronco se vacía y las ramas caen y salpican el suelo de tribalismo. Seguro que escuchan cada vez más cosas como “No confío en las encuestas”. O en el CIS, o en este o aquel medio. Cuando la falta de confianza y la mentira se instalan dejamos de creer en muchas cosas: en los resultados electorales, en el periodismo y los analistas, en la Junta Electoral. No estamos lejos de que los valores y las líneas rojas que nos daban una guía y un marco para avanzar también se rompan y no puedan ya solidificarse en las instituciones y permear nuestra cultura democrática. Sucede cuando banalizamos el uso de expresiones que apenas ayer eran líneas rojas infranqueables: el árbol pierde ramas.
Hay verdades a las que solo accedemos a través de la discusión y la conversación, y eso es lo que se esfuma en nuestro perenne tiempo electoral, en este monstruoso déjà vu. La posibilidad del enfrentamiento razonado da paso a una sucesión de monólogos yuxtapuestos que vacían de sustancia la conversación pública. Imponemos un modelo de guerra de trincheras justo cuando estamos todos a punto de perder la confianza, nuestro amor por la verdad: a punto de que el árbol ya no sea árbol. Es Trump frente a Truth & Trust, un mercado de acusaciones donde todo forma parte del mismo ruido, esa bruma indiferenciada que nos vuelve indiferentes a la verdad y nos deja desprotegidos como ciudadanos. Debemos ser capaces de resetear las condiciones del debate ciudadano en ambos tiempos de la democracia, el electoral y el institucional. Tal vez parezca un brindis al sol, pero si este tiempo electoral ha sido colonizado casi inevitablemente por la lógica tribal, el que se abre hoy debe ser un tiempo de debate y valoración colectiva, el tiempo de pinchar estas burbujas y aterrizar de nuevo en el mundo común.
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