Modelo golpista
Níger se suma a los países africanos que se revuelven contra la UE y EE UU y se acercan a la Rusia de Putin
Níger es la última ficha de dominó que cae en la oleada de golpes militares que está asolando el continente africano, después de los perpetrados en sus vecinos Malí y Burkina Faso. Un corredor de juntas militares gobierna desde Guinea hasta Sudán en los países que conforman la crítica región del Sahel, cruzada por las rutas migratorias en dirección a Europa y caracterizada por su extrema pobreza, su carácter semidesértico, la intensa actividad del terrorismo yihadista, la alta natalidad y el paro masivo de su población.
Ha sido la propia guardia presidencial la que ha derrocado al presidente Mohamed Bazoum, surgido de las urnas en febrero de 2021 y detenido con su familia en el palacio en la capital Niamey. Y su comandante, el general Omar Tchiani, encargado de proteger al presidente, quien se ha autoproclamado jefe supremo de la junta. Níger es una pieza central en la estrategia de seguridad del Pentágono, que mantiene a 1.100 soldados en su territorio y una base de drones. Hay también un contingente francés de 1.500 militares, parte del dispositivo antiyihadista desplegado anteriormente en Malí. El país saheliano cuenta asimismo con el valor estratégico que proporcionan sus minas de uranio explotadas por la industria francesa.
Con Bazoum cae un aliado de la Unión Europea y de Estados Unidos en las políticas migratorias y antiterroristas. La reacción de la comunidad internacional ha sido unánime en favor de la restitución del poder civil y en contra del golpe militar, incluyendo la demanda proforma del ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, de restauración del orden constitucional. Europa y Estados Unidos han acordado imponer sanciones y la retirada de una ayuda internacional mientras no se restablezca el Gobierno legítimo, pero los 15 países vecinos de la Cedeao (Comunidad Económica de Estados de África Occidental) han llegado más lejos con una amenaza del uso de la fuerza.
En Níger, como en el resto de la región, el golpe ha contado con una opinión pública fuertemente antifrancesa y antioccidental, que se ha expresado en violentas consignas, en las banderas rusas enarboladas por los manifestantes y en un intento de asalto a la embajada francesa. Yevgueni Prigozhin, el jefe de las milicias Wagner, ha celebrado el golpe, lo ha explicado en las redes sociales como un movimiento anticolonialista, y ha ofrecido el despliegue de sus mercenarios para garantizar la seguridad del país, como ya ha sucedido en Malí y República Centroafricana, acompañado habitualmente de jugosos contratos para la explotación de recursos minerales, que son los que suelen garantizar los ingresos de la compañía militar privada.
El golpe ha coincidido con la celebración de la cumbre de dirigentes africanos con Vladímir Putin en San Petersburgo para tratar el abastecimiento de trigo a África tras la ruptura unilateral por parte del Kremlin del acuerdo patrocinado por Naciones Unidas y Turquía y el bombardeo ruso de los silos ucranios y de los puertos de donde salía el grano. La reunión fue convocada bajo el cínico título de Segundo Foro Económico y Humanitario Rusia-África, y en ella Putin ofreció trigo gratis a seis países africanos, entre los que se encuentran Malí, Burkina Faso y República Centroafricana. No es anecdótica la intervención en el Foro de Kiril, el patriarca ortodoxo de Moscú y exmiembro del KGB, que ha celebrado las afinidades entre Rusia y muchos países africanos en su oposición a los derechos de homosexuales, en algunos casos incluso hasta su persecución penal y la pena de muerte.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.