El ‘nosaltres’ de Puigdemont
En mi barrio, que el 1% chulee al 45% se llama chantaje
Un hombre pronunció un discurso este martes en Bruselas, ante una lona que lo identificaba como president y junto a una bandera catalana y otra europea: una puesta en escena propia de quien no habla por sí mismo, sino en representación de otros. La presunción era que lo hacía en nombre de los siete diputados de Junts per Catalunya o de la coalición cuyo liderazgo moral ejerce, pero pronto quedó claro que hablaba en nombre de Cataluña y de los catalanes. Usaba el plural mayestático y, en ocasiones, su nosaltres se refería a su partido y sus votantes, pero la mayoría de las veces, nosaltres quería decir nosaltres, els catalans, en un sobreentendido que no debería sorprender a nadie: su tradición política lleva hablando de nosaltres por oposición a los españoles desde Prat de la Riba.
También estamos acostumbrados al abuso retórico del nosotros en todos los discursos. Vivimos un tiempo en que muchas personas se sienten multitudes, pero, en democracia, los nosotros, los vosotros y los ellos pueden y deben delimitarse objetivamente, arruinando la retórica. Con la calculadora en la mano, las invocaciones a las guerras de nuestros antepasados suenan ridículas.
Carles Puigdemont, en rigor, no representa a nadie, pues no ha sido candidato en estas elecciones, pero concedamos que sí, en tanto que jefe de Junts. Ese partido ha obtenido 392.634 votos, el 11,16% de los emitidos en Cataluña. Si se tiene en cuenta el censo completo de las cuatro circunscripciones, su nosaltres se reduce al 7,15% de los catalanes con derecho a voto. En el censo total de España, suponen el 1,6% de los votos emitidos y el 1,1% de los españoles mayores de edad.
Puigdemont está en su derecho de hablar de compromisos históricos, de agravios ancestrales, del destino de la vieja nación catalana y de los decretos absolutistas de hace más de tres siglos. Puede sentir que por su boca hablan los segadores del himno y los acordes gimientes de Pau Casals. Incluso puede dolerse en sus propias cervicales del peso de todos los castells. Pero la verdad triste, dejando al margen su situación de prófugo, es que su nosaltres son 392.634 catalanes. Si con ellos pretende imponer su voluntad a unos 12 millones de votantes (PSOE, Sumar y asimilados), tal vez lo consiga, pero ese desequilibrio no se llama acuerdo histórico y difícilmente podría llamarse democracia. En mi barrio, que el 1% chulee al 45% se llama chantaje. Y un chantajista puede disfrazarse de estadista y creerse el liberador de un pueblo, pero los números probarán su chantaje.
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