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Ejército nacional de Colombia
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El comandante del Ejército debe renunciar

Es imposible un episodio más repugnante, más estúpido, más escandaloso que el acontecido en el Alto Sinú

Ejercito Nacional de Colombia
Un soldado del Ejército colombiano vigila una carretera, en una imagen de archivo.Mauricio Dueñas Castañeda (EFE)

Es lo último que nos faltaba ¿Quién manda en el departamento de Córdoba? ¿El Ejército con su brigada undécima, o el Clan del Golfo? El exfiscal Alfonso Gómez Méndez, en su columna del miércoles en El Tiempo, lo explica de esta manera: “Al parecer, ahora se invirtieron los papeles (…), en ocasiones fueron los paras quienes participaron en masacres con uniformes militares. ¡Terrible y criminal paradoja!”.

La pregunta se formula porque es imposible un episodio más repugnante, más estúpido, más escandaloso que el acontecido en el Alto Sinú el pasado 11 de septiembre, cuando un grupo de soldados irrumpió en la vereda Bocas del Manso para ultrajar a la población civil, incluida una valiente señora quien, con su hijo en brazos, protestaba indignada por el atropello. Esto no puede ser, simplemente, un incidente más en el diario acontecer de la violencia en Colombia.

Es necesaria una reacción drástica, radical. Esto no se arregla con las 26 órdenes para que no se repitan casos como el de Tierralta enviada por el general Hélder Fernán Giraldo Bonilla a los comandantes del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, dándoles directrices para reforzar los protocolos operacionales en las que se consignan las perogrulladas más evidentes como: “Ninguna acción que vaya en contra de nuestras directrices, principios y valores pude ser tolerada”. ¿Es decir que hasta ahora los comandantes no estaban percatados de que violar los principios y valores no podían tolerarse? El daño reputacional a la imagen de las Fuerzas Armadas es inmenso. La comunidad está pidiendo que las retiren.

¿Como así? Estamos hablando de uno de los territorios golpeados por las organizaciones más violentas que han azotado al país y los comandantes de las Fuerzas Armadas tienen de guardián de la población civil a un pelotón que actúa como si fueran criminales a sueldo, y lo hacen en la zona donde coincidencialmente se originó el paramilitarismo en Colombia. Como ya lo he dicho antes, el fenómeno político más grave que ha sufrido Colombia después del 9 de abril de 1948.

Como así que el presidente, quien por Constitución dirige a la fuerza pública y dispone de ella como comandante supremo de las Fuerzas Armadas de la República, asegura que los que dieron la orden en Tierralta buscaban decirle a la sociedad en general: “Uy, este Gobierno está hundiendo a Colombia en el desorden, en el caos, hay que poner orden. Los que dieron la orden de los hechos es porque quieren (sic) que los hacendados vuelvan a ser paramilitares”. Es decir que repitamos esta historia. “Yo les digo ―agregó el Jefe del Estado―, no deben ser estúpidos en eso”.

Según el periódico El Tiempo “las investigaciones ―más que a la excusa para el supuesto resurgir del paramilitarismo de la que habla el Presidente― están encaminadas hasta ahora hacia un episodio de delincuencia, de corrupción y abuso de poder de uniformados en una zona rural. Pero se investigan también eventuales nexos con la banda criminal que impera en la región, pues los habitantes aseguran que en la incursión presuntamente participaron miembros del Clan del Golfo. Incluso, factores como el denunciado relajamiento de la fuerza pública en el territorio, por cuenta de la paz total, y los problemas en el control y la disciplina interna asociados a esta situación están siendo considerados por los investigadores”.

Siendo así las cosas, el comandante del Ejército debe renunciar. Los 18 oficiales y suboficiales retirados no alcanzan a enmendar el catastrófico detrimento. Los destituidos eran sus subordinados. Pañitos de agua tibia a una herida tan grave pueden causar la muerte.

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