Negociación en Venezuela: ¿ganar tiempo o una ventana de oportunidad?
Tener esbozada una ruta electoral sobre la que se va ganando consenso puede encauzar pacíficamente la necesidad de cambio que se expresa en la sociedad. Es un chance pequeño, pero hace seis meses era impensable
En menos de 24 horas, Estados Unidos levantó temporalmente sanciones económicas a la industria petrolera y minera de Venezuela y se conjuraron las amenazas externas para la celebración de las elecciones primarias de la oposición que se llevarán a cabo este domingo 22 de octubre. La firma en Barbados de dos acuerdos entre la opositora Plataforma Unitaria de Venezuela y el gobierno de Nicolás Maduro tiene claros beneficios en lo inmediato. Sin embargo, aún hay muchas dudas de si este pacto podrá conducir a un cambio político en el país o es una de las habituales tácticas del chavismo. En el medio de ambas lecturas, se sitúa otra que valora la ventana de oportunidad que se abre con estos convenios, pero que se puede cerrar como un pestañeo.
Los documentos suscritos en Barbados este 17 de octubre son producto de la gran negociación que han forjado durante más de un año Caracas y Washington y que irónicamente no registra ningún documento firmado, pero que produjo un giro de 180 grados en el enfoque de los Estados Unidos hacia el país sudamericano.
En cambio, la Plataforma Unitaria y la delegación de Maduro produjeron dos papeles marco. Uno es sobre el proceso electoral y derechos políticos. Lo bautizaron Acuerdo parcial sobre la promoción y derechos políticos y garantías electorales para todos; mientras que el otro lleva por titulo Acuerdo parcial para la protección de los intereses vitales de la nación. El primero contiene los elementos que pueden favorecer a la oposición porque se enfoca en factores electorales, aunque no es explicito en cuanto a las inhabilitaciones políticas; y el segundo, de apenas cuatro puntos, incluye el rechazo a las concesiones para explotación petrolera otorgadas por Guyana en territorio venezolano así como el compromiso de velar por los activos venezolanos en el extranjero, a los cuales el Gobierno madurista no había podido acceder.
En dos años, EE UU pasó de la tesis del aislacionismo y maximalismo, con la amenaza de “todas las cartas están sobre la mesa”, esgrimida por la Administración de Donald Trump, a un acercamiento signado por la realpolitik que da señales de conformarse con resultados mínimos en poco tiempo.
¿Puede este enfoque propiciar algún cambio político en el país?
Como muchos asuntos en Venezuela, la respuesta es “depende”. Hay quienes leen esta etapa como un periodo para ganar tiempo a favor de Maduro, que recibirá recursos para inyectar en el gasto público, mientras sigue fragmentando a la oposición. Según esa tesis, se espera que el chavismo incumpla sus promesas. Es lógico suponer que su desempeño siga los lineamientos anteriores. Seria una sorpresa si actuara apegado a valores democráticos.
Para Carmen Beatriz Fernández, profesora en Comunicación Política de la Universidad de Navarra, en las primeras de cambio un aspecto positivo de la firma de estos convenios es que el Gobierno de Maduro no concretará las amenazas que han marcado el camino de la elección primaria de la oposición. Destaca que lo primordial es el cambio radical de estrategia de los Estados Unidos, concentrado en sus propios intereses. Uno de ellos evitar que Venezuela siga siendo un factor de inestabilidad en el continente y continúe generando un alto flujo de migrantes hacia el norte. De hecho, horas antes del levantamiento de sanciones, aterrizaba en Maiquetía, el principal aeropuerto venezolano, el primer vuelo de deportación proveniente de Texas.
Hay quienes destacan que se haya reactivado el diálogo. Leen con algo de optimismo que el Gobierno de Maduro se haya comprometido frente a todo el mundo a respetar la Constitución venezolana y los derechos humanos.
La exrectora suplente del Consejo Nacional Electoral, Griselda Colina, sostiene que los acuerdos de Barbados marcan el retorno de los actores a un espacio formal de negociación. Desde su perspectiva, el tema electoral queda lo suficientemente delineado, especialmente porque se fija un lapso para las elecciones presidenciales (segundo semestre de 2024) y contempla, entre otros hitos, la actualización del Registro Electoral, así como la observación internacional. Sin embargo, destaca que todo es muy frágil y que para concretar los puntos acordados se va a requerir de presión y de monitoreo.
Tiendo a creer que si bien Nicolás Maduro ha sido más exitoso de lo que se esperaba no las tiene todas consigo.
Para permanecer en la silla presidencial ha recurrido a la política, pero también a la mano dura, la violación de derechos humanos y al respaldo de la fuerza armada. Ha logrado que, pese las diferencias internas, haya unidad ante la amenaza de ser expulsado del poder. Ha eliminado a la mayoría de sus rivales políticos que antes eran piezas intocables. Por ejemplo: del periodo de su predecesor Hugo Chávez erradicó al zar del petróleo Rafael Ramírez. De su propia generación defenestró a su hombre de confianza y operador económico Tarek El Aissami, en una razia sin precedentes en la corrompida empresa petrolera PDVSA. Todo lo ha hecho sin despeinarse; pero ha pagado varios costos, entre ellos el amplio rechazo de la población venezolana, como lo recogen todas las encuestas, y la reticencia interna por su deseo de perpetuarse en el gobierno mas tiempo que el propio Chávez.
Las dudas frente a los acuerdos de Barbados son razonables, pero el hecho de que “Maduro y su gente” hayan tenido que negociar con Estados Unidos, su enemigo histórico, revela que requiere dinero para extender su oportunidad de seguir en el poder. Esa necesidad es la que está abriendo la mínima oportunidad de impulsar un cambio. Por otra parte, el chavismo también acusa un golpe de opinión pública que es posible que se haga más evidente cuando tenga que cumplir su parte del trato no escrito con Washington, como por ejemplo, la excarcelación de presos políticos.
Sin embargo, es aún temprano para ver cuál puede ser alcance de toda esta etapa. El Departamento del Tesoro ha abierto el compás por seis meses para que Maduro cumpla con los compromisos adquiridos. Es un plazo razonable.
Aunque se corre el riesgo de que, como advierte Carmen Beatriz Fernández, la comunidad internacional de ahora en adelante se haga de la vista gorda con lo que ocurra en Venezuela, me inclino a estimar, sin ser del todo optimista, que tener esbozada una ruta electoral sobre la que se va ganando consenso puede encauzar pacíficamente la necesidad de cambio que se ha ido expresando en la sociedad venezolana. Es un chance pequeño, pero hace seis meses era impensable.
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